miércoles, 31 de julio de 2013


                                 No es un adiós

                                                                       Capítulo 6 

- Me encanta, en serio. No podía ser un regalo mejor. Unos billetes de tren para ir a Asturias y encima, acompañada de ti.- dije sonriendo.

- Lo mejor para ti.- dijo Aarón.

Le besé. Sí, lo estaba deseando y creí que era el mejor momento.

- Gracias.- susurré.

Él sonrió.

- Bueno, Mireia, nos queda muy poco para terminar el anuncio y pronto podremos ir a Asturias y podremos ver a tu familia.- dijo Aarón sonriendo mientras que entraba en mi despacho.

Me acarició la mejilla y yo sonreí.

- Estoy deseando ir. Ha sido la mayor sorpresa que me has podido dar.- dije.

Nos pusimos a trabajar. Estaba nerviosa, quería ver a mi familia. Mientras que trabajamos, hablábamos.

- ¿Te has enamorado alguna vez?- preguntó Aarón.

- No. Esta es la primera vez.- contesté.

 - Me da miedo y vergüenza preguntarte esto.- dijo Aarón.

- Venga, pregúntamelo.- dije.

- ¿Tú… tú eres virgen?- preguntó Aarón susurrando y con la voz entrecortada.

Una lágrima rodó por mi mejilla. Aarón me la secó.

- Si no quieres contármelo, lo comprendo.- dijo Aarón.

- Si quiero… Pero es complicado de contar.- dije.

- Tomate el tiempo que necesites.- dijo Aarón.

Pensé: Él siempre tan comprensivo… Tan cariñoso…

- Bueno, pues una vez en mi barrio, allí en Asturias había un chico que siempre me estaba hablando y mirando. Siempre estaba detrás de mi. A mi no me gustaba. Yo no encontraba novio y ya tenía 18 años. Todas las chicas me miraban raro porque yo era la única virgen a esa edad y no me quedo otra que hacerlo con él. Y bueno, yo no quería, yo quería estar enamorada, pero bueno. Y desde entonces, voy a los bares y siempre me llevo un hombre a casa.- dije apenada.

Aarón me abrazó. Sentí su olor. Sentí el calor que me daba y el apoyo.

- Creo que tú tampoco lo eres.- dije.

- Has acertado.- dijo Aarón.

Alguien llamó a la puerta del despacho.

- ¿Sí?- preguntó Aarón.

Una mujer alta, joven, delgada y con el pelo moreno y liso entró en el despacho. Se quitó las gafas de sol y pude ver que sus ojos eran verdes. Miré a Aarón, su cara era un poema.

- Buenas, Aarón. Te veo muy bien acompañado. Venía a decirte que ya estoy en Madrid y bueno, he conseguido ser modelo. Lo he dejado con mi novio, el que fue un día mi amante cuando estuve contigo. Y quería saber como te iban las cosas, pero veo que lo nuestro no se va a poder retomar si está ella.- dijo la chica.

Yo la miré extrañada. Seguro que era María, por lo que hablaba tenía que ser ella.

- ¡Lo nuestro jamás se retomará! ¿Me ves con cara de retomar algo a lo que le puse un punto y final y pase página? ¿Te crees que volvería contigo para que me volvieses a hacer lo mismo? Vale que yo te descuidase, pero tú te pasaste. Podrías haberme dejado sin hacerme daño. Ahora, márchate. No quiero saber nada de ti. Y sí, estoy empezando algo con ella.- dijo Aarón cabreado y echó a esa chica del despacho.

- Bueno, cuando se pueda hablo contigo.- dijo la chica.

- Si me disculpas, Mireia. No quiero seguir trabajando. Otro día será. Me voy a mi casa.- dijo Aarón.

- Voy contigo. Recojo esto y voy.- dije.

- No te preocupes.- dijo Aarón.

- Aarón, era María. Lo sé. Por lo que hablasteis tiene que ser ella y se que estás mal. No te voy a dejar solo.- dije.

- Muchas gracias. Lo agradezco.- dijo Aarón.

Sonreí.

Narra Aarón:

Al ver a María después de tanto tiempo y que me dijese aquello me había puesto de mal humor, pero como siempre, Mireia me calmaba y me daba apoyo. Era tan buena.

Volví a casa acompañada de Mireia. Ella se quedó conmigo durante toda la noche. No hicimos nada. Los dos solo queríamos descansar. Solo eso.

martes, 30 de julio de 2013



                                                      No es un adiós

                                               Capítulo 5

Narra Aarón:

Sentí como Mireia me abrazaba. Me sequé las lágrimas que recorrían mi rostro y las que salían por mis ojos. Abracé a Mireia. La di un beso en la mejilla y la susurré al oído:

- Pero ahora te he conocido a ti y estoy mucho mejor.

Mireia sonrió. Yo la abracé más fuerte. Nos quedamos así por un buen rato. No queríamos separarnos. Éramos felices así.

Narra Mireia:

Estar a su lado, me hacía un poco más feliz. Sus abrazos me hacían más fuerte. Sonreía cada vez que le veía. Creo que esto que estoy experimentando se llama amor. Y él, es el primer amor de mi vida. Sí, tengo 24 años y ahora, estoy experimentando el primer amor de mi vida. Aarón ya lo ha experimentado con María, según lo que me ha contado.

Narra Aarón:

Llegué a casa y me tumbé en el sofá. Estaba empezando a experimentar el segundo amor de mi vida. Después de sufrir en el primero y que las cosas no saliesen como yo quería, me estaba volviendo a enamorar y con Mireia me esforzaré más. Quiero que con ella salgan mejor las cosas.

Entré en el despacho de Mireia.

- Hoy nos va a tocar trabajar hasta tarde, pero lo bueno es que trabajaremos juntos.- dije.

Mireia sonrió.

- ¿Y qué tenemos que hacer?- preguntó ella.

- Tenemos que organizar como vamos a presentar el anuncio ante la empresa asturiana.- dije.

- ¿La empresa es asturiana?- preguntó Mireia.

- Sí, ¿y sabes que es lo mejor de todo?- pregunté.

- No lo sé.- dijo ella con cara de asombro.

- ¡Qué dentro de unas semanas iremos a ver a tu familia allí!- exclamé.

Mireia sonrió y empezó a saltar de la emoción.

- ¡Voy a contarle todo a mi madre!- exclamó ella y se fue a llamarla.

- No tardes mucho, tenemos que trabajar.- dije.

Pronto volvió Mireia con una gran sonrisa en la cara.

- Mi madre se ha alegrado mucho. Están todos deseando verme.- dijo ella con un tono de alegría.

La di un abrazo.

- Bueno, ahora a trabajar.- dije.

Narra Mireia:

Llegué a casa acompañada de Aarón. Se despidió de mi. Mañana teníamos una cita ya que no trabajábamos. Era nuestro día libre. Le di de comer a Bel y me acosté.

- Buenos días.- dijo Aarón mientras que yo abría la puerta.

Cerré un poco la puerta.

- ¿Qué pasa?- preguntó Aarón.

- Es que me acabo de levantar y tengo unas pintas.- respondí.

- No pasa nada. Cuando estemos juntos y me levante por las mañanas, te veré así y no pasará nada.- dijo Aarón con una gran sonrisa en la cara.

Me dio un beso en la mejilla.

Pensé: Que mono que es.

- Tengo que sacar a Bel. Lleva bastante días sin salir y la pobrecita parece estresada.- dije.

- Pues se saca a Bel, no pasa nada. Tenemos todo el día.- dijo Aarón.

Pensé: Es muy comprensivo, atento, cariñoso… Me encanta como es.

Salimos a pasear a Bel.

- Te traje una cosita.- dijo Aarón.

- ¿El qué?- pregunté.

- Esto.- contestó Aarón y me dio una cajita envuelta.

Le pasé la correa de Bel y me dispuse a abrir el regalo.

- No tendrías que haberte molestado.- dije asombrada.

- No ha sido nada.-dijo Aarón.

- Me encanta que me hayas regalado esto.- dije.

- Y a mi me encanta que dentro de una semana vayas a ver de nuevo a tu familia.

lunes, 29 de julio de 2013



                                     No es un adiós

                                                   Capítulo 4

- No, Susana, no pasa nada.

Pensé: Joder, Susana, que momento has escogido para venir.

- ¿Qué quieres?- pregunté intentando ser amable.

- Solo te traía mejor material para cuando vayas a hacer fotos.- contestó Susana.

Sonreí.

- Muchas gracias, Susana.- dije.

- Bueno, esta noche a mi casa, eh Mireia. Ya sabes. El trabajo.- dijo Aarón.

Me quedé sorprendida. ¿De qué hablaba? De todas formas, esta noche me pasaría por su casa. Tenía curiosidad.

Por la noche:

Llamé a la casa de Aarón. Estaba nerviosa. Me había puesto un vestido floral de verano ya que empezaba a hacer calor y unos tacones, lo suficientemente altos para llegarle.

- Buenas.- dijo Aarón al verme.

Nos dimos dos besos en la mejilla.

- Te quería invitar a cenar, pero apareció Susana y bueno, te lo dije como pude. No quería que sospechara nada.- dijo Aarón.

- No pasa.- dije sonriendo.

- Estás preciosa.- dijo Aarón.

- Gracias.- dije poniéndome roja.

- Bueno, vamos a hacer las cosas bien. Creo que los dos tenemos el mismo sentimiento hacia el otro. Vamos a ir poco a poco. Conociéndonos. Teniendo citas y bueno, esta mañana nos hemos quedado a medias en algo.- dijo Aarón mientras que se acercaba a mi lentamente.

Sus labios estaban muy cerca de los míos. Esos labios tentadores. Teníamos ganas de besarnos y ahora, nada ni nadie podía interrumpirnos. Me acerqué un poco más a él. Le miré a los ojos, esos preciosos ojos azules. Sentí su respiración. Él me miró a los ojos. Sonreí. El sonrió. Nos besamos. Nuestros labios por fin juntos. Sonrisa sobre sonrisa. Felicidad para los dos.

- ¡Qué rico está todo!- exclamé.

- ¿Te gusta?- preguntó Aarón.

- Me encanta.- respondí.

- Gracias, lo he cocinado todo yo.- dijo Aarón.

- Pues cocinas de maravilla.- dije.

- Es lo que tiene vivir solo.- dijo Aarón.

Sonreí.

- En cambio yo, no se ni hacer un huevo frito. Me alimento de bocadillos y la comida de la empresa y restaurantes.- dije.

- Pues cuando quieras, para no gastar mucho dinero. Vente a mi casa a comer o cenar o lo que quieras. Estás invitada.- dijo Aarón.

- Oh, muchísimas gracias Aarón.- dije y me levanté a darle un abrazo.

Al darle el abrazo sentí su respiración y su aroma. Su dulce aroma.

Estaba en mi despacho, cuando de pronto entró Aarón.

- ¡Tengo buenas noticias!- exclamó.

Yo le miré extrañada.

- Nos han dado el día libre. Así que venga. Hoy no trabajamos. Nos vamos a comer por ahí. Te voy a llevar a un restaurante que hace una comida estupenda.- dijo Aarón.

- ¡Qué bien! Pero antes tengo que pasar por casa a dejar estos papeles y estas carpetas. Además, tengo que coger el móvil que esta mañana me lo he dejado en casa.- dije.

Aarón me acompañó hasta casa. Cogí lo que le dije y fuimos al restaurante.

- ¿Y por qué has querido invitarme a comer?- pregunté.

- Porque como dijiste que no sabías cocinar y que comías la comida de la empresa y restaurantes, pues pensé que sería la misma comida casi todos los días, así que quería que comieses algo diferente.- contestó Aarón.

- Pues muchas gracias.- dije sonriendo.

Al terminar de comer, fuimos a dar una vuelta por Madrid. Íbamos agarrados de la mano. A mi temblaba el pulso. Estaba tan cerca de él.

Una pregunta rondaba por mi cabeza… Tenía miedo a decirla, pero debía.

- ¿Por qué tienes tanto miedo del amor? ¿Qué paso?- pregunté susurrando.

- Yo… tengo miedo a decirlo. Creo que ya lo tengo superado y tengo que decirlo en alto. Mi antigua novia, María, ese es su nombre. Decidió irse a Estados Unidos a trabajar como modelo. En un principio yo iba a ir con ella, pero ella insistió en que no. Que ella quería ir sola para ver como se las apañaba y que yo me quedase aquí trabajando, es decir, interpuso el trabajo entre nosotros dos… Pero cuando me insistió en que no fuese con ella, no era solo por el trabajo. Sino que allí la esperaba su amante desde hacía un año. Yo fui un tonto y la descuidé por el trabajo y a ella no le quedó otra que buscarse a otro y en vez de dejarme sin decirme que tenía un amante aquí en España, que hubiese ido lo mejor, se fue a Estados Unidos y cuando fui a visitarla una vez porque ella no venía y yo me había dado cuenta de que la había perdido, los encontré en casa de María viviendo juntos y ella me dejó. Lo único que pude hacer es buscarme un hotel para al día siguiente volver y bueno, me ha costado mucho recuperarme de todo eso…- dijo Aarón.

Unas cuantas lágrimas recorrieron su rostro. Le abracé fuertemente para que sintiese mi apoyo.

domingo, 28 de julio de 2013



                               No es un adiós

                                                            Capítulo 3 

- ¿Aarón?- preguntó ella.

- Sí, si tengo champú, pasa.- respondí con la voz un poco entrecortada.

Narra Mireia:

Sí, ha colado lo del champú.

- ¡Qué casa más bonita!-exclamé.

Aarón sonrió y pronto trajo el champú.

Aarón se colocó detrás de mi, se acercó a mi oído y me susurró delicadamente:

- Se que no has venido a por champú.

Me quedé callada y tragué saliva.

- Quieres algo más ya que el otro día volviste sola a casa.- dijo él todavía susurrando.

¿Cómo sabía que había vuelto sola a casa? ¿Me espiaba?

- No es verdad.- dije yo intimidada por tener su boca tan cerca.

- No mientas.- dijo Aarón mientras pasaba su mano por mi cintura.

Noté su respiración en mi cuello, le tenía muy cerca. Sus labios rozaron mi cuello. Las yemas de sus dedos estaban presionadas contra mi espalda. Me temblaban las piernas. No se como podía seguir en pie.

Pensé: esto me pasa por venir a pedir ‘champú.’

Narra Mireia:

Menos mal que me fui, no quería hacer nada de lo que me pudiese arrepentir.

A la mañana siguiente:

- Buenos días.- dije entrando en la oficina.

Aarón me guiñó un ojo.

- Buenos días, señorita Mireia- me dijo Susana, una compañera de trabajo.

El resto de compañeros me saludaron.

Sonreí y me dirigí a mi despacho.

Pasado un rato, Aarón entró en mi despacho y me dijo en un susurro:

- Ya no te volverán a escribir cartas.

Me quedé alucinada. ¿Cómo sabía él eso? Seguro que él era el de las cartas.

- ¿Y cómo sabes tú que me mandan cartas?- pregunté.

- Porque yo soy el de las cartas, bueno, el de la carta.- contestó Aarón.

- ¿Así que tú eres el que está loco por mi y que le han hecho mucho daño en el amor?- pregunté.

- Sí.- respondió

Sus labios se acercaron a los míos mientras que me miraba fijamente a los ojos.

Estábamos tan cerca… Creo que los dos lo deseábamos. Deseábamos besarnos.

Narra Aarón:

Ya no podía más. Tenía que besarla. Quería hacerlo. Lo estaba deseando. Ella también. Lo sentía. Tenía que hacerlo.

Narra Mireia:

Estaba impaciente… Quería que me besara ya.

- ¡Bésame ya!- exclamé.

Aarón sonrió.

- No aguanto más.- le susurré al oído.

- Oh, perdonad. No quería interrumpir nada.- dijo una voz aguda.

sábado, 27 de julio de 2013


                                 No es un adiós
                     

                                                     Capítulo 2

- Cuando una mujer se sienta a tu lado y no pide nada, está esperando a que la invites a algo. ¿Qué pasa? ¿Tú no me vas a invitar?

Me quedé callado. Ella sonrió.

- Oh, lo siento.- dije.

Llamé al de la barra.

- Un vodka para la señorita.- dije.

Ella sonrió.

- Así me gusta.- dijo.

Narra Mireia:

Volví a mi casa sin acompañante y con unas cuantas copas de más. Creo que al estar presente Aarón no me pude traer ningún hombre a casa.

Narra Aarón:

Volví con un gran dolor de cabeza a casa y solo… Era la primera vez que volvía a casa después de estar en un bar, solo. Seguro que Mireia me cortó el rollo y no pude ligar con ninguna mujer.

Narra Mireia:

Me desperté con un dolor de cabeza… Seguro que fue por todo lo que bebí ayer. Bajé al portal para ver si a partir de ahora mi correo llegaba hasta aquí. A parte de una carta del banco avisándome que tendría que pagar la hipoteca a partir del 1 de mayo y que tendría una semana para pagar. Si me retraso me cobran un poco más. Y propaganda, no encontré nada.

- Toma, esta carta ha llegado por equivocación a mi buzón, es tuya.- dijo una voz a mis espaldas.

Me giré y me encontré con una señora de unos 40 o 50 años con el pelo algo canoso y con los ojos marrones. Tenía una sonrisa en el rostro.

- Oh, gracias.- dije sonriendo.

Leí el ‘título’ de la carta:

‘Para mi querida Mireia, ayer estabas muy guapa…’

Me quedé asombrada.

Subí a mi piso y lo primero que hice fue abrir la carta, comencé a leer:

‘Querida Mireia:

Desde que te vi tu sonrisa me deslumbró y me encanta verla. Así que, no dejes de sonreír. Tus ojos azules son preciosos… No sé que más decir porque no soy bueno escribiendo este tipo de cartas. Creo que nunca he sido ni seré romántico. Lo que yo te quiero trasmitir es que me gustas, que siento algo por ti. Tampoco se el que porque te conozco desde hace poco. Y con esto, ya te puedes ir haciendo una idea de quien soy… Tengo miedo de lo que pueda ocurrir entre nosotros porque la verdad a mi me han hecho mucho daño en esto del amor…

Te seguiré escribiendo.

                                       Anónimo.’

Me quedé flipando, sí, flipando. No me esperaba recibir una carta así.

¿Y si la carta era de Aarón? Hay dios mío, si es de él me muero. ¿Pero qué dices Mireia? Estás loca. No te hagas ilusiones. ¿Pero qué ilusiones? Si no me gusta. Ay, Mireia vete a por un perro que te haga compañía que sino te vas a volver loca…

- Me gusta ese.- dije señalando un cachorro de color canela.

- Es una mezcla, creemos que es entre un labrador y otro perro que no sabemos, así que crecerá bastante.- dijo un chico.

Asentí y sonreí.

Le hicieron una revisión. Di el dinero que eran unos 15 euros ya que estaba adoptando y me dieron varios papeles para la adopción.

Narra Aarón:

Bajando las escaleras me choqué con alguien y no pudo ser otra que Mireia.

- Siempre nos chocamos, eh. Nos atraemos.- dijo Mireia riendo.

Oí a un perro sollozar.

- Eh, tranquilo.- dijo Mireia acariciándolo.

- ¿Es tu perro?- pregunté.

- Sí, es hembra y se llama Bel. Lo acabo de adoptar.- dijo con una gran sonrisa en el rostro.

Agarré una carta que se le había caído. Leí el título, tragué saliva y me quedé sin aire por un momento.

- Ah, esa carta es mía.- dijo Mireia.

Se la di.

- Por cierto, ¿tú tienes idea de quién me podría haber mandando esta carta?- preguntó Mireia sonriendo.

- No, no tengo ni idea.- contesté con la voz entrecortada.

Narra Mireia:

Entré en mi piso y le puse comida a Bel mientras pensaba en mi encontronazo con Aarón en las escaleras. Joder, se comportó raro. Seguro que la carta es de él. Bajé al portal y abrí el buzón. No había ninguna carta. Claro, Mireia, no hay nada porque no se va a poner a escribir como un loco el que te la ha mandando y te va a mandar dos en un día… Es que eres tontita.

Narra Aarón:

Iba caminando por las calles de Madrid. Sin rumbo. Algunas lágrimas caían por mi rostro. Otra vez de nuevo esta sensación. De nuevo enamorándome. No. No quiero. Eres imbécil, Aarón. De nuevo he caído y seguro que yo a ella no le gusto y si le gusto, acabará marchándose a otro lugar y me dejará solo. Volveré a sufrir. A llorar. A buscarla sin encontrarla. Tengo miedo. No creo que nada de lo que pueda tener con ella salga bien… Dos lágrimas se deslizaron por mi rostro. Pronto las demás las siguieron. Encendí un cigarro como pude porque las lágrimas me nublaban la vista.

Narra Mireia:

Lo único de lo que tenía ganas era de salir a buscar a Aarón porque no estaba en su casa, pero esperaría a que llegase a casa. Pasados unos 10 o 15 minutos, oí a alguien subir por la escalera y miré por la mirilla. ¡Era Aarón! Pero porque te ilusionas tanto Mireia… Entró en su piso. ¿Pero qué hago? ¿Le estoy espiando?

Narra Aarón:

Al pasar por la puerta de Mireia, me quedé mirándola un poco, pero pronto entré en mi piso.
Pasados unos minutos, alguien llamó a la puerta. Abrí y allí estaba, ella, con su gran sonrisa, con sus preciosos ojos azules…

- Hola, ¿tienes champú?- preguntó ella.

No sabía que responder. Me quedé sin habla. Solo la miré.

viernes, 26 de julio de 2013


                                              No es un adiós
                       
                     Capítulo 1

Me monté en el coche y puse un disco cualquiera que había por ahí tirado. Empezó a sonar Feel this moment de Pitbull y Christina Aguilera. Arranqué el coche y me dirigí hacia la salida del pueblo. Iba camino de Madrid. Me iba de Asturias a Madrid, solo por trabajo. Dejaba atrás a toda mi familia y amigos en mi pueblo para enfrentarme a una etapa en la que viviría sola. Con apenas 24 años me iba del lugar al que pertenecía para ir a otro total desconocido. No sabía lo que me esperaba, pero estaba ilusionada. Empezó a sonar I need your love de Calvin Harris. Y empecé a tararear la canción: ‘I need your love, I need your time. When everything’s wrong, you make it right. I feel so high. I come alive.’Llegué a Madrid. Era una ciudad preciosa. Estaba entusiasmada. Subí mis cosas al piso que la empresa me había asignado. Ellos me lo habían comprado, pero tenía que pagar una hipoteca.

- ¡Eh, mira por donde vas!- le grité a un chico rubio con ojos azules y un poco más alto que yo.

- A mi no me grites así.- me dijo él con un tono seco.

- Al menos, podrías ayudarme a recoger las cosas que se me han caído.- dije.

Él se agachó a recoger varios libros que se me habían caído.

- ¿Te acabas de mudar?- me preguntó.

- Sí.- respondí.

Sonrió. Su sonrisa era deslumbrante.

- ¿Y por qué te has mudado?- preguntó el chico.

- Por trabajo. Vengo de Asturias, me llamo Mireia.- dije sonriendo y estrechándole la mano.

- Ah, encantado. Yo me llamo Aarón.- dijo sonriendo.

Me perdí en sus ojos.

- ¿Mireia? ¿Estás?- preguntó Aarón.

- Sí, sí.- dije sonrojada.

- ¿Quieres que te ayude con el resto?- preguntó Aarón.

- Sí, por favor. Estas cajas pesan mucho.- contesté.

Bajamos a donde estaba mi coche.

- Solo he traído una mesa, unas sillas y varios objetos para decorar. Ahora viene la furgoneta.- dije.

- Vale, cuando venga me avisas y te ayudo. Vivo en frente tuya.- dijo Aarón.

¿Vivía en frente de mi? ¿Era mi vecino? Me quedé flipando.

Llegó la furgoneta y unas cuantas personas me subieron las cosas a mi piso con mi ayuda y la de Aarón.

- Bueno, si necesitas algo. Ya sabes donde estoy.- dijo Aarón y me dio un beso en la mejilla para despedirse.

Me sonrojé y sonreí.

- Vale, gracias.- dije con la voz entrecortada.

Narra Aarón:

Esta chica es increíble. Es guapa, lista, educada aunque al principio parecía borde. Me encanta que sea mi nueva vecina.

Narra Mireia:

Me encanta que este chico sea mi nuevo vecino. Me produce buenas sensaciones.

Por la mañana:

- Mierda, no me ha sonado el despertador. ¡Llego tarde y es mi primer día de trabajo!- grité desesperada.

Hablo sola, bien, Mireia. No hay nadie en esta casa y hablas sola… Me tengo que comprar un perro para no sentirme tan sola.- pensé.

En 20 minutos estaba lista. Me monté en el coche y me dirigí al trabajo.

- Señorita Mireia llega tarde.- dijo una voz que me resultó conocida.

Me giré y… ¡era Aarón! ¡No me lo podía creer! ¿Qué hacía él aquí?

- Lo… lo siento.- dije tímidamente.

Aarón levantó la cabeza y se quedó tan asombrado como yo.

- ¿Tú eres la nueva empleada?- preguntó Aarón susurrando.

- Sí.- contesté.

- Pues bienvenida y por cierto, que sea la última vez que llegas tarde.- dijo Aarón.

Agaché la cabeza avergonzada.

- Lo siento, el despertador no sonó.- dije susurrando.

Aarón rozó las yemas de sus dedos contra mi mejilla y después me dio un beso.

- Yo seré tu jefe. Tú serás la fotógrafa y yo el director que controla que hagas bien el trabajo, pero recuerda: yo te podré pasar algunas, pero por encima de mi está el jefe de verdad y ese ya si que no te pasará ninguna.- dijo Aarón.

Asentí y me dirigí al despacho que Aarón me asigno. Era amplio y muy luminoso.

Pasado un rato, Aarón entró en mi despacho.

- Toma, tu primer encargo. Tienes que ir a hacer algunas fotos de pruebas para que te tengamos confianza.- dijo Aarón guiñándome el ojo.

Me quedé asombrada. Parecía que le gustaba.

Asentí.

Salí a la calle e hice algunas fotos a algunos pájaros, personas, a algunos árboles y al final, acabé en un parque que tenía un gran lago. Le llaman El Retiro. Lo conocía de haberlo visto en fotos, pero verlo en persona te hacía apreciar más su belleza. Hice unas cuantas fotos más que me parecieron preciosas y volví. Tardé en volver porque me fui lejos. Tuve que coger un taxi. Menos mal que llevaba dinero.

Entré en el despacho de Aarón.

- Hola, ya he hecho las fotos. Casi me pierdo. Toma.- dije sonriendo.

Aarón las miró.

- Menos mal que no te has perdido. Bueno, están bastante bien y eso que no tenías muy bien material.- dijo Aarón con una gran sonrisa en la cara.

Me senté en la silla. Mi mano rozó la suya sin querer. Mi corazón se aceleró y me sonrojé. Parecí idiota.

Aarón y yo nos quedamos un rato mirando a los ojos.

- Bueno, usted por hoy ya ha acabado el trabajo aquí, puede marcharse.- dijo Aarón.

- Vale, gracias. No hace falta que me trate de usted.- dije.

- Me gusta tratarte de usted.- dijo Aarón sonriendo.

Pensé: No, Aarón deja de sonreír que me muero.

- ¡Qué cansada estoy!- exclamé al llegar a casa.

Bien, Mireia ya estás hablando sola de nuevo… La manía de entrar en casa quejándome y creyendo que hay alguien, pero que vivas sola…

Llamé a mi madre y le conté todo. Desde que llegué hasta este preciso momento.

- Mireia, ten cuidado con ese chico…- dijo mi madre.

- Mamá, es mi jefe y mi vecino y es majo.-dije.

- Pero, recuerda que una simples palabras te pueden hacer mucho daño. No te ilusiones..- dijo mi madre.

- Sí, mamá. Pesada, adiós.- dije y colgué rápidamente.

No me gustaba que mi madre me diese este tipo de consejos. Se ponía muy pesada. Ay, Valeria cuando te pones pesada…

Narra Aarón:

Estaba en la barra tomando un vodka como siempre hacía. Hoy seguro que otra mujer acababa en mi cama. No me quedaba otra. Después de que María me dejase para irse a Estados Unidos para cumplir su sueño de ser modelo, no me quedó otra que ir de mujer en mujer para satisfacer mis necesidades porque eso es lo único que hacía. Una vez me prometí que no me volvería a enamorar. ¿Para qué? Eso no servía.

Y de pronto, allí estaba. Mireia con sus ojos azules y su gran melena ondulada de color marrón. Ella desde un principio me pareció atractiva. Creo que hoy ella será la que acabe en mi cama.

- Hola.- me dijo ella.

- Hola.- la dije guiñando un ojo.

- ¿Qué te cuentas?- me preguntó ella.

- Nada, aquí. Tomando algo ya que mañana no hay trabajo. ¿Tú?- respondí.

Ella sonrío.

- Vengo a hacer lo mismo, a tomar algo y despejarme.- dijo.

Me encantaba cuando sonreía.

Asentí.

Ella se acercó a mi oído, sus labios rozaron mi oído, me estremecí y ella me susurró:

miércoles, 17 de julio de 2013


                          Es inevitable
                 
                                      Capítulo 31

- De morir.- pronunció al fin Marc.

- Lo extraño es que no te hayas desmayado antes.- dijo mi madre entre lágrimas.

Yo no podía pronunciar palabra. ¿Me iba a morir? No, ahora no. No quiero morir ahora. Ya estaba saliendo de esta mierda y me tenía que tocar esto.

- Marc nos contó lo del cementerio. Muy bien.- dijo Cristina con algunas lágrimas en los ojos.

No pude ni siquiera sonreír.

Marc me abrazó fuertemente. Yo también le abracé.

- David, ven aquí.- dije al fin.

David se acercó sin decir nada.

- No me voy a ir, pequeño. Voy a salir de esto, no llores.- dije.

David siguió callado. Le abracé.

- Ya verás como me pongo bien y podremos jugar y ver al Depor, ¿sí?- dije.

David me abrazó mientras algunas lágrimas caían por su rostro. Se las sequé.

- Ponte buena, Adriana, por favor.- dijo David susurrando.

Le abracé más fuerte.

Vino el doctor y me dije que descansase.

Todos se fueron, excepto, Marc y mi madre que se quedaron conmigo. Marc me tenía cogida de la mano. Me encontraba mal y le dije débilmente a Marc:

- Marc, llama al doctor, no me encuentro muy bien.

- Voy yo.- dijo Marc mirando a mi madre y lléndose rápido.

Mi madre se quedó conmigo. Me agarró la mano. Empecé a cerrar los ojos.

- No cierres los ojos, hija. Aguanta.- dijo mi madre.

Intenté mantener los ojos abiertos hasta que llegase el doctor. Marc vino con el doctor. Sonreí al verle. Marc me agarró la otra mano que tenía suelta.

- Ya no hay nada que hacer. Despídanse de ella.- dijo el doctor.

Yo no entendía nada. Llegaron Cristina, David, mi padre, Paola e Iker. Todos lloraban. Por mi rostro también caían algunas lágrimas.

- Te quiero, hermana. Te quiero mucho.- dijo David.

Marc me besó la mano. Cada vez estaba más mareada y veía más borroso.

- Adriana, te quiero.- dijo Paola mientras me abrazaba. No fue un abrazo muy fuerte.

- Te queremos.- dijeron mis padres al unísono.

Cristina me besó las cicatrices y me dijo llorando:

- Lo intentaste. Estabas a punto de salir, pero a veces las cosas no salen bien. Te quiero.

Iker me dio un beso en la mejilla. Era el turno de Marc, me dio un beso en los labios. Su último beso. Cada vez veía más borroso y me sentía más débil. ¿Estaba muriendo?

- No se lo que me pasa, creo que estoy muriendo. Casi no tengo fuerzas para hablar, lo podéis notar en mi voz. Solo quiero que sigáis vuestras vidas y que yo estaré bien. Creo que iré donde esta el tío y la abuela. Os quiero.- dije.

Tras pronunciar esas palabras, Marc me agarró más fuerte la mano y sentí como mi cabeza se iba. Oí un pitido. ¿Mi corazón estaba fallando? Yo no quería irme de aquí. Los médicos vinieron. Intentaban reanimarme. ¿Por qué no lo intentaron antes? ¿Por qué aquel médico dijo que no había nada que hacer y estos médicos intentaban reanimarme?

- Apártense.- dijo una enfermera.

- Todavía hay una oportunidad.- dijo otra enfermera.

- ¿Y por qué no lo habéis intentado antes?- gritó desesperada mi madre.

Las enfermeras los echaban poco a poco de la habitación.

- Marc, haz tu vida. Quiero verte feliz.- dije débilmente.

- Adriana, no malgastes fuerzas, resérvelas para salir de eso.- gritó Marc desde fuera de la habitación.

Las enfermeras les hicieron guardar silencio.

Cada vez me sentía más muerta. Oí otra vez ese pitido. ¿Me estaba muriendo? ¿Me estaba yendo? Fuera de la habitación, todos lloraban. No podía ver a David así. Quería levantarme, pero los médicos y el dolor me lo impedían.

- Adriana, ¿me oyes?- preguntó un médico.

Asentí.

- ¿Puedes decirlo?- preguntó el mismo médico.

- Sí.- contesté débilmente.

- Cada vez su corazón late más fuerte.- dijo otro médico.

Sonreí.

Otra vez el pitido y esta vez permaneció durante un rato. Ya no oía nada, tampoco veía. Sentía que flotaba. Mi cabeza ya no daba vueltas. El pitido había desaparecido. Pasado un rato, escuché unos lamentos y a gente llorando, pero sonaba muy lejano. ¿Eran mi familia, mis amigos y mi novio? ¿Yo estaba muerta?  ¿Eran ellos los que lloraban y se lamentaban? Alguien posó la mano sobre mi hombre. Me giré y vi que era mi tío. Sonreí.

- Vamos, te voy a llevar con los ángeles.- dijo.

Sonreí. Empecé a caminar agarrada de su mano.

- ¿Esos que lloran son mi familia, amigos y Marc?- pregunté.

- Sí.- respondió mi tío.

- ¿Lloran porque yo estoy muerta?- pregunté.

- Sí, lloran y se lamentan como tú el día que yo me había ido, pero ellos no se hacen daño como tú. - contestó mi tío.

- ¿No hay alguna manera de decirles que yo estaré bien, que no se preocupen, que sigan adelante y que no se hagan daño?- pregunté.

- No, no hay ninguna.- respondió mi tío apenado.

Yo le miré apenada. Pensé que les cuidaría desde el cielo y les mandaría fuerzas.
Mi tío me agarró más fuerte la mano.

- Les cuidaré desde el cielo.- dije.

- Me parece bien.- dijo mi tío sonriendo.

Vi a mi abuela y me abracé a ella. Llevaba tanto tiempo sin verla…

Narra Marc:

Llegué a la tumba de Adriana. Venía solo como todos los viernes al salir del colegio. Dejé la mochila.

- Adriana, han pasado ya dos años de tu muerte y yo sigo siendo fuerte. Como ves mis brazos no tienen ni un rasguño y nunca lo han tenido. Espero que estés bien junto con tu tío y tu abuela. Todavía me acuerdo de cuando te di el último beso, fue cuando estabas muriendo. También, recuerdo tus palabras. Todas las que nos dijiste y cada gesto que hiciste. También, te recuerdo sonriendo. Ese es mi recuerdo favorito. Recuerdo todos nuestros momentos, tanto buenos como malos. Todos nuestros besos y abrazos. Todavía no he encontrado a una chica con la que salir que sea como tú y creo que jamás la encontraré. No hay nadie como tú, pero si habrá alguna chica parecida y podré ser feliz junto a ella.- dije.

Sonreí.

- El próximo viernes, vengo. Este viernes es tu cumple, ya haces 18 años. Que grande te estás haciendo.- dije.

Besé la tumba y dejé las dos rosas que a ella siempre le traía su tío por su cumpleaños.

- Este viernes, te traigo dos más.- dije.

                            Es inevitable

                                                               Capítulo 30

Narra Adriana:

Hablar con Marc siempre me venía bien y encima, me encantaba. Su voz siempre me reconfortaba. En este momento, sentí que podía ser fuerte y sentí, que lo tenía que hacer por todas las personas que me querían. Sí, tenía apoyo aunque a veces yo no lo sentía. Sonreí. Algunas lágrimas cayeron por mi rostro, rápidamente me las sequé y me limpié la cara.

Pasó la semana de vacaciones familiares. Tanto como para Iker, Paola, Marc y yo. En Galicia me lo pasé muy bien. Fuimos a Santiago de Compostela, a Riazor… Sí, por primera vez en mi vida pisé Riazor y pude ver el estadio de mi equipo. También, visitamos algunos pueblos, fuimos a la playa, a algunos ríos, visité un poco de Portugal, cuando estuvimos en Portugal, me sentí cerca de Marc.

Volvimos a Madrid. Me bajé del coche y me dirigí a casa de Marc, pero por el camino me encontré a Marc. Nada más verle, empecé correr hacia a él y él hacia a mi. Le abracé fuerte. Él a mi también. No quería soltarme. Quería estar así para siempre. Algunas lágrimas cayeron por mi rostro.

- Te he echado de menos.- le dije susurrando al oído.

- Yo también.- dijo Marc susurrándome al oído.

Le planté un beso en la boca.

- También eché de menos tus besos.- dijo Marc.

Sonreí.

- Yo también.- dije.

Le agarré de la mano y caminamos hacia su casa. Simplemente con el roce de su mano contra la mía, ya era feliz. Cada vez que estaba con él, temblaba un poco, pero en seguida me reconfortaba. Al verle, siempre una sonrisa involuntaria salía de mi y eso me encantaba.

- Te quiero tanto.- le susurré a Marc.

Marc me miró, sonrió y dijo:

- Yo te quiero más.

Lo dijo susurrando.

Yo le miré fijamente a los ojos. Me perdí en sus ojos verdes. Me quedé embobada mirándolos, pero finalmente dije:

- Da igual quien quiera a quien más. Da igual.

Marc sonrió.

Llegamos a su casa. Allí estaban sus padres. Abracé a su madre. Yo me llevaba muy bien con su madre, María.

- ¿Qué tal va el embarazo?- pregunté.

- Muy bien.- respondió María.

Sonreí.

- Me alegro.- dije.

Marc rozó las yemas de sus dedos contra mi venda. Pronto notó mi cicatriz. Ya estaba bastante curada. Llevaba una semana sin hacerme daño. David ya me había perdonado y yo seguía cumpliendo la promesa poco a poco, pero mi corazón estaba dolido por la perdida de mi tío.

- ¿Quieres ir al cementerio?- preguntó Marc en un tono de voz muy bajo, casi un susurro.

- Sí.- dije débilmente.

Al llegar al cementerio fuimos a la tumba de mi tío. Yo llevaba dos rosas. Como las que él me traía todos los días por mi cumpleaños. Este año no recibiría esas rosas. Tampoco recibiría un abrazo suyo. Su pérdida me dolía mucho. Marc me pasó un brazo por la espalda y me atrajo hacia él sujetándome porque estaba temblando. Algunas lágrimas cayeron por mi rostro. Menos mal que hoy no me pinté los ojos. Me separé un poco de Marc y dejé las rosas encima de la tumba. Volví a la misma posición de antes. Me quedé mirando la tumba de mi tío. Saqué todas las cuchillas que traía conmigo.

- ¿Qué haces?- preguntó Marc.

No respondí.

Hicé un agujero en el suelo con las manos y enterré las cuchillas ahí mientras susurraba:

- Aquí acaba una etapa de mi vida. Aquí dejo todo el dolor. Aquí dejo todos los recuerdos malos. Aquí dejo la depresión. Aquí dejo todas las cicatrices. Aquí dejo todos los cortes. Aquí dejo toda la sangre derramada por mis brazos. Aquí dejo todas las lágrimas derramadas por tristeza. Aquí dejo estas cuchillas que me impiden seguir adelante. Aquí empiezo una nueva etapa de mi vida junto con mis amigos, familiares y mi novio. Aquí le digo adiós a mi tío, pero no es un adiós, es un hasta luego porque se que nos volveremos a ver, pero tanto él como yo esperamos que sea dentro de mucho tiempo. Vendré a verte tío. Aunque solo venga a ver la tumba.

Cerré el agujero y me levanté, besé la tumba de mi tío.

- Estoy orgulloso de ti.- dijo Marc mientras que me daba un beso en la mejilla.

Sonrió. Yo también sonreí.

Por el camino a casa, temblaba demasiado y no entendía por qué. Mi mente se nubló. Mis ojos también. No veía nada. Casi no oía. Lo último que oí fue a Marc decir:

- ¿Qué te pasa, Adriana?

Pronto caí al suelo y me di un buen golpe en la cabeza. Creo que me desmayé. Después, abrí un poco los ojos, pero seguía viendo nublado, oí una sirena y una voz diciendo:

- No, no cierres los ojos.

Pero mis ojos se cerraron. Me sentía mareada. Necesitaba descansar.

Volví a despertar, pero esta vez la cabeza no me daba vueltas y podía ver. Estaba en una habitación, ¿de hospital? ¿Qué hacía yo en un hospital? Me levanté rápidamente.

- Eh, tranquila. Levántate despacio.- dijo Marc.

- ¿Qué ha pasado?- pregunté.

Mi madre estaba llorando. Mi padre, Cristina y David también. Paola estaba en los brazos de Iker y no se la veía. Iker también estaba girado. El único que tenía la cara limpia era Marc, pero no entendía porque lloraban. Miré mi brazo. Las cicatrices estaban cerradas. Tenía suero en mi brazo.

A mi pregunta nadie respondió.

- ¿Alguien me puede responder?- pregunté.

Marc me miró. Algunas lágrimas cayeron por su rostro.

- Adriana… prométeme que no te pondrás como una histérica ni nada por el estilo.- dijo Marc.

Yo no entendía nada, pero no me quedó otra que prometerlo.

- Bueno, verás Adriana…- dijo Marc, se tuvo que parar porque estaba llorando y su voz sonaba entrecortada. Se aclaró la garganta.

- Al hacerte daño, has perdido mucha sangre, tus defensas están bajas y llevan casi tres semanas bajas y si en los próximos dos días no suben tus defensas…- dijo Marc, tuvo que volver a parar. Más lágrimas caían por su rostro.

- Marc, me estás asustando. Dímelo ya.- dije.

Marc no respondió.

Todos lloraban fuertamente. No se por qué, tal vez porque el resto lloraban, yo lloré.

- Tiene un 70% de…- dijo Marc

Me quedé callada. No podía reaccionar.

martes, 16 de julio de 2013


                             Es inevitable

                                        Capítulo 29

Seguí pensando. ¿Adriana también estaría pensando en mi? Cuando piensas en una persona y no puedes dejar de hacerlo, dicen, que es porque esa persona también piensa en ti. Seguro que ella también piensa en mi. Yo la quiero mucho. Espero que ella a mi también. Seguro que sí porque ella me lo demuestra y yo se lo demuestro. Quiero que se de cuenta de que no está sola, que hay mucha gente que la quiere y quiero que se deje de hacer daño porque no sirve de nada porque cree que se hace daño ella, solo ella, pero nos hace daño a los demás y eso no es bueno y le hace daño a su hermano David y él sufre mucho…

Me levanté de la cama. Mis padres me querían llevar a un centro comercial de Portugal.

Narra Adriana:

David entró por la puerta. Traía cara de tristeza y preocupación.

- ¿Por qué lo hiciste?- preguntó David.

Rocé las yemas de mi dedos contra la venda que llevaba puesta y noté la cicatriz a través de la venda. No contesté.

- Dímelo, Adriana.- dijo David.

- El tío… ha muerto.- dije con la voz entrecortada.

Por el rostro de David cayeron algunas lágrimas que rápidamente se las sequé yo.

- Hay que ser fuerte, David.- dije.

- No eres la más indicada para decir eso.- dijo David con un tono seco.

- Lo sé, pero a partir de ahora me he propuesto serlo y espero que tú también lo seas.- dije.

- Se que no cumplirás esa promesa. Siempre estás con las promesas y después, no cumples ninguna. Siempre vuelves a hacerte daño. Adriana, estoy cansado de que me intentes hacer creer cosas que no son. Se que no vas a cumplir la promesa, lo sé.- dijo David para después marcharse.

Se lo notaba enfadado conmigo y eso me dolía, pero me lo merecía porque soy una estúpida. No debería hacerme daño, pero lo hago porque soy estúpida, sí, demasiado. Empecé a llorar porque me dolía ver a David así. Mi madre entró en mi cuarto.

- ¿Qué te pasa?- preguntó.

- David está enfadado conmigo.- dije ahogándome entre lágrimas.

- Pero no llores.- dijo mi madre.

- ¿Prefieres que llore o que me corte?- pregunté enfadada.

- Que llores.- contestó mi madre con la voz entrecortada.

- Pues ya está.- dije.

- Bueno, cuando se pueda y quieras hablar, vienes.- dijo mi madre para después salir de la habitación cerrando la puerta despacio.

Cogí las cuchillas que había traído y las escondí. No quería que nadie las encontrase porque si las encontraban me regañarían y no quería escuchar otra bronca más. No me guardé ninguna. Ahora no tenía ganas de hacerme daño. David no se merecía que me hiciese daño.

Fui al baño y me sequé las lágrimas. Me lavé la cara, sobre todo los ojos. Se me había corrido la pintura que llevaba puesta en los ojos. Normalmente, siempre se me corría porque estaba llorando y tenía que estar siempre limpiándome la cara y volviéndome a pintar, pero ya se había convertido en una costumbre y me gustaba esa costumbre. Cogí el lápiz de ojos y me volví a pintar los ojos. No mucho. No quería destacar. Solo me los pinte un poco. Como siempre. Al salir del baño me encontré con mi padre que nada más verme, me dio un abrazo. Sonreí.

- Gracias.- susurré.

Mi padre no dijo nada.

Apareció Cristina y también me dio un abrazo.

- Ahora hay que ser fuertes. El tío ya no está con nosotros físicamente, pero si en nuestros corazones. Así que si alguna vez te sientes mal, piensa en él. Él te ayudará y te animará desde donde esté.- dijo Cristina.

- Gracias.- susurré.

Cristina sonrió.

- Hay que salir de esto.- dijo mi padre.

Asentí.

- Y con ayuda, saldrás antes de esto.- dijo Cristina.

Volví a sentir y susurré débilmente:

- Sí.

Cristina me abrazó más fuerte. Ella quería que yo sintiese el apoyo.

Narra Marc:

Estaba preocupado por Adriana. Ella seguro que estaba mal por lo que le pasó a su tío. Así que la llamé. Uno… dos… tres… tonos. ¡Por fin! Escuché su voz y me alegré.

Narra Adriana:

Oí el móvil y rápidamente fui a por él. Vi que era Marc y lo cogí lo más rápido que pude.

- ¡Marc!- exclamé.

- Adriana, preciosa.- dijo Marc.

Al oír su voz, sentí fuerzas. Sentí que podía seguir.

- ¿Estás ahí, Adriana?- preguntó Marc.

- Sí.- contesté.

- ¿Qué tal estás?- preguntó Marc.

Le conté todo lo que me había pasado desde mi llegada a Galicia hasta este preciso momento.

- Debes ser fuerte, Adriana.- dijo Marc.

- Lo sé.- dije.

- Sabes que muchas personas te quieren y te apoyan. Y sabes, que tampoco estoy muy lejos, le cuento todo a mis padres y vamos para allá.- dijo Marc.

Sonreí.

- Ahora mismo estoy sonriendo y es gracias a ti.- dije.

- Me alegra. Bueno, te tengo que dejar porque mi madre se quiere comprar ropa premamá. Adiós, te quiero.- dijo Marc.

- Adiós, te quiero.- dije sonriendo.

Colgué.

Le conté lo que hablé con Marc a mis padres y Cristina.

Narra Marc:

Al hablar con Adriana, me quedé más aliviado. Al saber que estaba sonriendo gracias a mi, me alivió. Me alivió demasiado. Su voz era tan dulce. Me encanta escuchar su voz. Sonreí al recordarla. Siempre que la recordaba lo hacía sonriendo. No me gustaba verla mal. Creo que a ningún novio le gusta ver mal a su novia. Nos gusta verlas sonriendo y más si es gracias a ti.

- ¿Por qué sonríes así?- preguntó mi madre.

- Es que hablé con Adriana y ahora la estoy recordando y por eso sonrío.- respondí.

- Te pasa lo mismo que a tu padre cuando él y yo salíamos.- dijo mi madre.

Reí tímidamente.

lunes, 15 de julio de 2013

       
                                                      Es inevitable


                                     Capítulo 28

- ¿Ha venido ya alguien?- preguntó Cristina.

- Sí, me han dicho que seguro que ha sido por el sida.- respondió mi tía.

- ¿Dónde están?- preguntó Cristina.

- Arriba, mirando los medicamentos del tío.- contestó mi tía.

Vi una cuchilla que tenía mi tío de afeitar, la cogí y me dirigí al otro baño sin que mi tía se diese cuenta. Puse la cuchilla sobre mi muñeca. Justamente sobre mi cicatriz. Recordé las yemas de los dedos de Marc sobre mi muñeca, pero no me importó. Algunas lágrimas cayeron por mi rostro. En mi mente ahora aparecía solo la imagen de mi tío y yo con la cuchilla. Solté la cuchilla. Recordé que yo traía una pequeña y más afilada en el bolsillo del pantalón. La cogí. La apoyé donde estaba la otra y la deslicé soltando un grito y más lágrimas cayeron por mi rostro que se juntaron con las gotas de sangre. Pensé en Marc. Ya no iba a estar orgulloso de mi. Le había decepcionado.

- ¿Qué ha pasado?- gritó mi hermana desesperada mientras que bajaba apresuradamente la escalera.

Mi tía no dijo nada. Mi hermana abrió la puerta del baño donde yo me encontraba y me vio a mi sentada en el suelo. Llorando. Con un corte. Con sangre.

- No… Adriana.- dijo mi hermana.

Mi hermana llamó por teléfono. Me imaginé que llamaba a Marc. Mi tía me sentó en una silla y me mojó el brazo. Empezó a curarme. Los señores que estaban arriba se llevaron el cuerpo de mi tío mientras que nos daban el pésame. Yo solo dije:

- Adiós tío, seguro que pronto te veré en el cielo.

Lo dije llorando.

- ¿Cómo que pronto le vas a ver?- preguntó mi tía.

- No lo digas ni en broma, Adriana. Tú vas a salir de esto.- dijo Cristina.

Alguien llamó al timbre. Abrieron y era Marc. Marc no traía cara de decepción como otras veces, esta vez la traía de preocupación. Me miró y se acercó a mi. Se agachó y me dijo:

- Adriana, esta no es la solución.

Asentí.

- ¿Estás decepcionado?- pregunté con miedo a la respuesta.

- No, estoy preocupado.- respondió Marc.

Le abracé.

- No puede despedirme de él, Marc.- dije con la voz entrecortada.

- Lo siento.- susurró Marc.

- No es culpa tuya, no lo sientas.- dije.

- Adriana, necesitas que un psicólogo hable contigo. He llamado a Alexa y se encontraba en Madrid, ha venido a hablar contigo.- dijo Marc.

Alexa entró por la puerta.

- Hola.- me saludó alegremente.

- Hola.- dije yo.

Le conté todo lo que me había pasado durante estos días. Desde el primer día de vacaciones hasta hoy. Hacía una semana y un día que no nos veíamos.

- Adriana, pero hacerte daño no es la solución.- dijo Alexa.

- Lo sé.- dije.

- Entonces, si lo sabes, ¿por qué lo haces?- preguntó Alexa.

- Porque no tengo otra forma de desahogarme.- respondí.

- Busca otra forma. Prueba a hablar con alguien, a saltar, llorar… Pero nunca, jamás, te hagas daño, por favor.- dijo Alexa con un tono dulce.

Asentí.

Alexa se marchó.

Jueves por la mañana:

Nos levantamos. Desayunamos. Nos pusimos en marcha hacia Galicia. A pesar de como yo me encontraba, íbamos a irnos de vacaciones para que yo me despejara. Cuando llegamos, lo primero que hice fue tumbarme en la cama a descansar.

Me puse a pensar en Marc. En su sonrisa. En sus labios. En sus ojos verdes. En esos ojos en los cuales siempre me perdía. En su rostro. En sus palabras. Esas palabras tan sinceras. En sus bromas. En sus tonterías. En su actitud conmigo. En ese momento en el cual pegó a ese chico por mi. En sus caricias. En sus besos. En sus abrazos. En su preocupación por mi. En todo. Por un momento, pensé que no me merecía estar con Marc, pero en seguida cambié de opinión. Si no me merecía estar con él, el destino ya nos habría separado y entonces, ahí me di cuenta de que yo le merecía y que él me merecía. Me di cuenta de que le quiera muchísimo. En mi rostro apareció una sonrisa, sí, una de esas sonrisas que si te la ve alguien, te sientes estúpida.

Narra Marc:

Estaba tumbado en la cama, pensando en Adriana. Pensaba en todo lo que me había pasado con ella. En como era ella. Tanto de aspecto físico como su personalidad. Sonreí. Una sonrisa de esas en las que pareces bobo o incluso, estúpido.

domingo, 14 de julio de 2013

                                      ES INEVITABLE

                                                           Capítulo 1

Y hoy vengo a contar mi historia, la historia de una chica que tiene una vida trágica, sí, de esas que salen en las películas que son tan tristes que te hacen llorar. Estas vidas en las películas se arreglan, pero no creo que la mía se vaya a arreglar, ¿cómo se va arreglar la vida de una chica que tiene depresión? Sí, esta chica que está narrando esta historia tiene depresión y se corta, se corta cada día que puede y para ella se ha vuelto adictivo, tan adictivo que no puede parar. Esta chica que está escribiendo esta historia se llama Adriana. Y no tiene en quien apoyarse para poder salir de esto, así que ella cada día como puede, lucha, pero no es tan fácil.

-Adriana, ¿por qué te estás tocando tanto la muñeca?- dijo mi amiga Paola.

- No voy a decírtelo.- dije molesta.

- Adriana, por favor, levántate la manga.- dijo Paola.

- ¡No!- grité furiosa.

Mis amigos Iker y Marc me sujetaron y Paola me levantó la manga, me quitó la venda que llevaba y me miró con cara de decepción al igual que Iker y Marc. Sí, me miraron con cara de decepción porque estaban viendo mis cortes, esos cortes que me hago debido a los problemas que han surgido durante el último mes. Cuando me soltaron, cogí la venda y me la volví a poner y a continuación me bajé la manga de la camiseta.

- ¿Por qué te haces esto?- preguntó Paola desesperada.

Me quedé callada, tenía miedo de contestar.

- ¡Adriana contesta!- gritó Paola.

- Yo, yo… He tenido problemas durante el último mes y no sabía como resolverlos…- contesté tímidamente.

- ¡Pero Adriana, estás loca! Busca ayuda no te hagas daño.- dijo Paola enfadada.

- ¡Y te crees que es tan fácil!- grité desesperada.

Marc me abrazó, fue un abrazo caluroso y acogedor que me tranquilizó, la verdad es que no me esperaba esta reacción de Marc. No podía pronunciar palabra.

- Creo que… debería apartarme.- sugirió Marc después de estar un tiempo abrazados.

- Oh, sí, deberíamos.- dije mientras que me ponía roja.

-  Adriana, prométeme que no lo volverás a hacer.- dijo Marc con tono de preocupación.

- No te puedo prometer que no lo haré porque me he vuelto adictiva a esto y se que lo volveré a hacer.- dije con lágrimas en los ojos.

- Adriana…- dijo Marc mirándome fijamente a los ojos.

- No, Marc, lo siento.- dije llorando.

- ¿Y qué problemas son los que llevan a hacerte daño?- preguntó Iker interrumpiendo la conversación que mantenía con Marc.

- No quiero contarlos.- dije fríamente.

- ¡Adriana dínoslo!- gritó Paola todavía enfadada.

- Paola, si no vas a ser comprensiva, sal de la habitación.- dijo Marc un poco enfadado.

- Pues adiós, no quiero seguir aquí.- dijo Paola para después salir de la habitación.

- Hala, otro problema más. Paola está enfadada conmigo.- dije resoplando.

- A pesar de esos problemas que no nos quieres contar, no deberías cortarte, es malo para ti.- dijo Marc intentando ser comprensivo.

- Y que más da, si ni siquiera me importo a mi misma.- dije.

- ¡A nosotros sí!- entonaron Marc e Iker a la vez.

- Bueno, a vosotros, pero yo a mi misma me doy asco.- dije mal humorada.

- ¿En qué te das asco?- preguntó Iker.

- No quiero seguir con la conversación, estoy incómoda.- dije para después salir de la habitación.

- ¿Te vas?- preguntó Paola.

- Sí, no aguanto más.- dije y me giré para marcharme.

- Espera, Adriana.- dijo Paola.

- ¿Sí?- pregunté.

- Lo siento, no quería comportarme así.- respondió Paola.

- Da igual, olvídalo.- dije.

- Espera.- volvió a repetirme Paola.

- Dime.- dije.

- No te vuelvas a cortar.- dijo Paola.

- Adiós, Paola, que te vaya bien, hasta mañana.- dije un poco enfadada para después bajar las escaleras y salir de casa de Paola.

- ¡Adriana! ¡Espera! ¡Adriana!- comenzó a gritar Paola, pero yo no quise pararme y seguí caminando hasta llegar a mi casa.

- ¿Qué tal en casa de Paola?- me preguntó mi madre, Irene al llegar a casa.

- Bien.- contesté secamente.

- ¿Y ese tono?- preguntó mi madre.

- Mi tono mamá.- dije.

- No, tú siempre hablas más alegre. ¿No ha ido bien?-  preguntó mi madre.

- Sí, mamá ya te dije que me fue bien, lo que pasa es que vengo cansada de tanto estudiar.- respondí.

- Vale, ¿y qué estudiasteis?- preguntó mi madre.

- Geografía, mamá, geografía. Te dije que tenemos examen el Lunes.- dije molesta de tantas preguntas.

- Bueno, ahí tienes la cena.- dijo mi madre.

- Gracias mamá, pero no tengo hambre.- dije para después subir a mi habitación.

- ¿Entonces no vas a comer nada?- preguntó mi madre subiendo el tono de la voz debido a que yo ya estaba subiendo por las escaleras.

- ¡Mamá te dije que no tengo hambre entonces no voy a comer nada!- grité desde mi habitación.

Cuando entré en mi habitación, eché el pestillo, me senté en el suelo y apoyé la espalda contra la puerta y comencé a llorar recordando todos los problemas que tenía encima. Todo esto me estaba ahogando. Me levanté, fui a mi escritorio y cogí el bisturí que tenía detrás del cajón guardado y me lo puse contra el brazo, lo miré, volví a llorar y…


                                                                Capítulo 2

Por primera vez en mi vida no pude hacerlo, no pude cortarme, no pude porque en mi mente apareció Marc, mis lágrimas cesaron y en mi rostro apareció una sonrisa. Solté el bisturí que cayó al suelo y esta vez sin una gota de sangre. Nunca antes había podido parar y menos por una persona, pero es que Marc hoy me había echo sentirme diferente, me había echo creer en que podía parar. Cogí mi venda, pero antes de ponérmela miré mis cortes, cada vez tenían mejor aspecto, me puse la venda, guardé el bisturí, quité el pestillo y bajé.

- ¿No me habías dicho que no querías cenar?- preguntó mi madre.

- Ya, pero he cambiado de opinión.- respondí.


- ¡Adriana, ha venido Paola!- gritó mi madre.

- ¡Qué suba, mamá!- grité mientras buscaba mi ropa.

- Hola, Adriana.- dijo Paola con un tono no muy alegremente.

- Hola, Paola.- la saludé con el mismo tono de voz.

- ¿Qué tal?- preguntó Paola, pero no era un “que tal” normal, no, ella quería saber si me había cortado.

Me quedé callada, tenía miedo de contarle lo que me había pasado la noche anterior.

- ¿Me puedes contestar?- preguntó Paola fríamente.

- Oh, claro. Nada, no me he hecho nada.- dije.

- ¡Qué bien!- gritó Paola entusiasmada.

- Sí.- dije.

- ¿No te alegras?- preguntó Paola.

- Sí, claro que me alegro, pero…-dije, pero me detuve.

- ¿Pero qué?- preguntó Paola nerviosa por saber la respuesta.

- Pero que no lo hice porque Marc vino a mi mente, el abrazo que me dio y no pude hacerlo.- contesté confusa.

Paola se quedó callada y así estuvo hasta que llegamos a clase. Era jueves y no me toparía con Marc hasta la segunda hora debido a que yo iba a francés y él a cultura clásica, así que podría hablar con Paola en clase de francés.

- ¿No vas a hablar en todo el día o qué?- le pregunté susurrando a Paola.

- Sí.- respondió también susurrando.

- Pues dime lo que piensas de que pensará en Marc y todo lo que te he contado.- dije susurrando.

- Que te estás enamorando.- dijo Paola susurrando.

- ¡Imposible!- grité.

- Señorita Adriana si tiene algo que comentar puede hacerlo ahora en voz alta junto con todos sus compañeros.- dijo mi profesora de francés, Isabel.

- No, no tengo nada que comentar.- le dije a la profesora.

- ¿Entonces que hablaba con su compañera?- preguntó mi profesora.

- Nada.- respondí.

- Bueno, continuemos.- dijo mi profesora y siguió explicando.

- ¿Y por qué no te puedes estar enamorando?- preguntó Paola.

- Porque soy muy joven, como mucho me podría gustar.- contesté.

- ¿Y no es lo mismo amor que gustar?- preguntó Paola.

- No, no es lo mismo. Son conceptos totalmente diferentes.-contesté.

Acabó la clase de francés y me dispuse a ver como llegaba Marc a clase, pasaban los minutos y él no venía, comenzaba a ponerme nerviosa.

- ¡No me puedo creer que no haya venido!- grité desesperada.

Detrás de mi oí una voz:

- ¿Quién no ha venido? Porque que yo sepa, yo estoy aquí.

Sí, era la voz de Marc, me giré y le abracé, pero al instante, me aparté, no quería parecer desesperada ni demasiado ilusionada.

- ¿Qué tal?- preguntó Marc y no era el “que tal” que siempre me decía, no, era el “que tal” para saber si me había cortado, había hecho la misma pregunta que Paola.

- Nada.- respondí orgullosa.

- ¿Nada de nada?- preguntó Marc entusiasmado.

- Nada de nada.- respondí orgullosa de mi misma.

- ¡Me alegro tanto!- exclamó Marc y me abrazó.

 Me quedé paralizada, no podía reaccionar, me estaba poniendo nerviosa y parecía que mis piernas iban a fallar de un momento a otro. Me separé de Marc.

- ¿Qué pasa?- preguntó Marc.

- Ha venido la profesora.- respondí.

- ¿Nos ha visto?- preguntó Marc nervioso.

- Os he visto Marc, pero no estabais haciendo nada malo, simplemente era un abrazo de amigos, ¿o me equivoco?- dijo mi profesora de Lengua, Ana.

- No, no te equivocas.- respondí mientras le cogía la mano a Marc y le tranquilizaba.

Marc se quedó mirando perplejo su mano y la mía juntas, yo también me quedé mirándolas, pero pronto retiré mi mano de la suya y me senté.

Al acabar la clase de Lengua, Marc se acercó y me dijo al oído algo que me produció una sensación de confianza en él. Sus palabras parecían sinceras.

Paola se acercó a mi.

- ¿Qué te ha dicho Marc?- preguntó curiosa.

- No te lo voy a decir.- respondí seria.

- ¿Por qué no?- preguntó con más curiosidad aún.

- Porque es una cosa entre él y yo.- contesté seriamente.

                                                                   Capítulo 3

Al llegar a casa me fui corriendo a mi habitación sin ni siquiera saludar a mi madre, estaba nerviosa, demasiado nerviosa, las palabras de Marc me producieron una sensación de confianza en él y también, una sensación de ¿amor? No, amor, no. No, no, no me puedo estar enamorando.

- ¿Adriana?- preguntó mi madre llamando a la puerta.

- Sí, mamá.- contesté.

- ¿Te pasa algo?- preguntó mi madre entrando en la habitación.

- No, mamá.- respondí con una sonrisa en la cara.

- ¿Entonces por qué no dijiste nada al entrar y te fuiste corriendo aquí arriba?- preguntó.

- Mamá, ¿esto es un interrogatorio o qué?- pregunté molesta.

- No, pero es que me pareció extraño.- respondió.

- No te preocupes mamá, solo es que estoy feliz.- dije.

- Vale, si quieres merendar, abajo tienes la merienda y si no te gusta coge otra cosa, me voy que he quedado.- dijo mi madre.

- ¿A dónde y con quién?- le pregunté.

- Ahora el interrogatorio me lo estás haciendo tú.- me reprochó.

- No te quejes que tú siempre me estás haciendo interrogatorios cuando yo voy a salir.- dije.

- Me voy con mis amigas de compras y después vamos a cenar al restaurante Sensa. Cuida de David, Cristina no está.- me dijo.

- Vale, mamá. Cuidaré de mi hermano hasta que llegue mi hermana.- le dije.

Me quedé dormida y al rato me desperté por los gritos de mi hermano llamándome.

- ¡Ya voy, David!- grité desde mi habitación.

Bajé las escaleras y cuando llegue abajo en la puerta me estaba esperando Marc, me quedé paralizada. Casi no me salía la voz.

- Da…Da…David vete a jugar al patio, por favor.- dije.

- Claro, me voy.- dijo mi hermano.

- Hola.- dije tímidamente.

- Hola.- dijo Marc también tímidamente.

- ¿A qué has venido?- pregunté con un tono de amabilidad.

- Pasaba por aquí…- dijo Marc, pero le interrumpí.

- No pasabas por aquí, has venido a propósito.- dije.

- Sí, he venido a propósito porque necesitaba verte.- dijo Marc.

Me quedé callada, no me esperaba esa respuesta.

- ¿Adriana, estás bien?- preguntó Marc.

- Sí. ¿Y por qué me dijiste esas palabras en clase?- le pregunté.

- Tienen un significado, Adriana.- respondió Marc.

- ¿Cuál? ¿Qué te gusto? ¿Qué estás enamorado? Marc hace dos días me tratabas como a una amiga más y ahora, me vienes con: “¿recuerdas aquella tarde en la que te abracé? Quería besarte…”

- Si te pones a la defensiva, me voy.- dijo Marc.

- No, Marc espera, no quería ponerme así. Hay algo que te tengo que decir.- le dije.

- ¿Y qué es?- me preguntó.

- ¿Sabes la razón por la que no me corté?- le pregunté.

- No, no la sé.- contestó Marc.

- ¡Que pensé en ti, Marc! Pensé en ti, en el abrazo, en lo que me dijiste, en como me miraste… En ti, Marc.- dije.

Marc se quedó callado. Cristina entró y nos vio.

- Hola Marc, ¿qué haces aquí?- preguntó mi hermana.

- Hola Cristina. He venido a ver a Adriana por si quería venir a casa de Paola a estudiar geografía.- contestó Marc un poco nervioso.

- Ah, ¿y vas a ir Adriana?- preguntó mi hermana.
- En un principio no porque tenía que quedarme a cuidar de David hasta que llegases tú, pero ya has llegado…- contesté.

- Puedes irte si quieres.- dijo mi hermana Cristina.

- No, mejor me quedo y estudio por mi parte.- dije.

- Vale, lo que quieras.- dijo mi hermana subiendo a su habitación.

- Ya hablaremos. Adiós.- me dijo Marc.

- Adiós, Marc.- le dije y le di un beso en la mejilla.

Al instante me arrepentí de haberle dado ese beso.

Marc se fue y mi hermana bajó.

- ¿Sabes por qué David está fuera?- preguntó mientras se hacía un bocadillo.

- Le dije que si quería ir fuera porque yo quería hablar con Marc.- respondí.

- A mi me parece que a ti ese Marc te gusta.- me dijo Cristina.

- ¡Estás loca, Cristina! ¡No me gusta!- grité.

- Bueno, lo que tú digas.- dijo mi hermana para después subir de nuevo a su habitación.

- ¡David ya puedes entrar en casa!- le grité.

- No, no quiero estoy bien fuera.- dijo.

- Vale, haz lo que quieras.- dije.

Subí a la habitación de mi hermana.

- Me voy a dar una vuelta para despejarme para después poder estudiar.- le dije a mi hermana.

- Vale, no te vayas muy lejos y no tardes mucho.- dijo.

- No, adiós.- dije para después bajar las escaleras corriendo y salir de casa también corriendo.

Quería buscar a Marc. Tal vez se habría ido a su casa o al parque. O incluso a casa de Paola. Opté por ir primero al parque. Allí no estaba. Mi segunda opción fue emprender el camino hacia su casa y sí, le encontré, iba hacia su casa.

- ¡Marc!- grité, pero no se giró.

- Seguro que son imaginaciones lo que escucho.- susurró Marc.

Le toqué el hombro y Marc se asustó.

- Tranquilo, Marc.- le dije.

Marc me cogió la mano, la miró, la dio la vuelta, me levantó la manga, me quitó la venda y vio que mis cortes tenían mejor aspecto. Volvió a dejar todo como estaba. Cogió de nuevo mi mano, me miró a los ojos fijamente y me dijo:

- Estoy muy orgulloso de ti.

- Gracias.- es lo único que pude pronunciar.

- Tenemos una conversación pendiente.- dijo Marc.

Asentí.

Marc se acercó a mi oído y me dijo susurrando:

- Me alegro de que no te cortases y más que fuese por mi.

- Yo me alegro de que fueses tú el motivo.- dije también susurrando en su oído.

Nuestros labios se aproximaban, los dos lo estábamos deseando…

                            Capítulo 4

Pero no llegamos a besarnos. No pudimos. Nos interrumpió Iker que andaba buscando a Marc.

- Marc, estás aquí.- dijo Iker.

- Sí, ¿qué quieres?- preguntó Marc molesto.

- Quería saber si vienes a jugar un partido de fútbol.- respondió Iker.

Marc me miró, yo asentí.

- ¿Quieres venir?- me preguntó Marc.

- Yo… tengo que volver a casa, se supone que tengo que estudiar.- le respondí.

- Por unos minutos no pasará nada.- dijo Marc.

- Solo unos minutos.- dije.

Marc, Iker y yo nos encaminamos hacia el polideportivo.

Cuando llegamos Marc y yo nos quedamos atrás mientras que Iker seguía caminando sin darse cuenta de que habíamos parado.

- Adriana, tú y yo tenemos algo pendiente.- dijo Marc acercándose a mi.

- Marc ahora no y menos aquí.- dije.

- Vale.- dijo Marc un poco molesto.
- ¡Marc, vamos!- gritó Iker.

- Te están esperando.- dije.

Marc asintió y se marchó al campo. Yo me fui a sentar a las gradas.

Yo soy una apasionada del fútbol, mi equipo es el Deportivo de la Coruña aunque nunca he rechazado el juego de ningún otro equipo.

Marc marcó gol, en mi cara se dibujó una sonrisa, empezó a señalar a alguien del público, por un momento pensé que algún amigo o familiar había venido a verle, pero empezó a acercarse, salió del campo y a quien estaba señalando era… ¡A mi! Me estaba señalando a mi, me estaba dedicando el gol. Llegó hasta a mi, me cogió de la cintura, me susurró al oído:

- Este gol es para ti, para que tengas otro motivo para no cortarte.

Me besó, sí, me besó. En ese momento a ninguno no nos importaba que nos viese alguien que nos conocía o que alguien nos estuviese mirando. No nos importó nada, los dos estábamos felices de poder besarnos.

Narra Marc:

Por fin la besé, sí, la besé. Besé a Adriana después de haberla dedicado mi gol. Dejé de besarla, la miré fijamente a los ojos y vi el brillo que siempre veía cuando ella era feliz, la vi sonreír, me separé y volví al campo. Mis compañeros me estaban esperando. Se reinició el juego. Al final, ganamos 2-1.

- Marc, te gusta Adriana, eh.- dijo Iker cuando salíamos del campo al acabar el partido.

- ¡Qué va!- dije sin acordarme de que me había besado con ella delante de él.

- Entonces, ¿por qué te besaste con ella?- preguntó.

Me quedé callado.

- Veo que no contestas, eso es porque si te gusta.- dijo Iker.

- Sí, me gusta, déjalo ya.- le dije molesto.

Narra Adriana:

Al salir del campo Marc e Iker tuvieron una conversación. Marc no quiso contármelo.

- Vale, no me quieres contar lo que te has dicho con Iker, lo comprendo, pero dime, ¿por qué me besaste así?- pregunté.

- ¿Así cómo?- preguntó Marc.

- Pues así, repentinamente.- respondí.

Marc se giró y se quedó mirándome.

- Lo estábamos deseando y no pude reprimirme.

- Ah, no pudiste reprimirte.- dije.

- Sí, no pude. ¿Y qué? ¿Acaso vas a fingir que no sentiste nada?- preguntó Marc.

- No, no voy a fingir… Sentí, Marc, sentí, ¿amor? O no sé, tal vez algo parecido. Pero el caso no es que sintiese o no sintiese, ¡sino que nos vio todo el mundo!- dije.

- ¿Y tienes algún problema con que nos viese todo el mundo?- preguntó Marc.

- Sí, si tengo un problema. Que alguien se lo podría decir a mi madre, ¿y tú sabes la bronca que me caería? ¡Solo tengo 15 años!- dije.

- Pero el amor es así, ¿o me equivoco? Tu madre lo tendrá que comprender.- dijo Marc.

- No, no te equivocas. Y no creo que lo vaya a comprender.- dije un poco apenada.

- Pues tranquila porque si se entera, yo se lo haré comprender.- dijo Marc.

Marc me besó en la frente.

- Es hora de que vaya a casa, mi hermana me va a regañar por tardar tanto.- dije.

- ¿Pero no tenías ya todo estudiado?- preguntó Marc.

- Sí, pero debería haber repasado…- contesté.

- Bueno, por un día que no repases y te tomes un respiro no pasará nada.- dijo Marc.

Volví a casa.

- ¡Adriana!- gritó mi hermana.

Sabía que me esperaba una buena.

- ¿Sí?- pregunté.

- ¡Llegas tarde! ¡Muy tarde!- gritó mi hermana.

- Lo siento.- dije.

- Ah, lo siento. No, no lo sientes. Deberías haber estudiado.- dijo mi hermana enfadada.

- Repasado, Cristina, repasado. Y por un día que no repasé y me tome un respiro no me va a pasar nada. Tengo sábado y domingo por la mañana para repasar.- dije.

- ¿Y mañana?- preguntó.

- Voy a salir.- dije.

- Bueno, esta vez te lo paso. Que no se vuelva a repetir.- dijo Cristina.

- Tranquila no se volverá a repetir.- dije.

- Que así sea.- dijo.

Me fui a mi habitación. Cuando mi hermana se pone en plan madre no hay quien la aguante, espero que cuando tenga hijos no sea tan dura con ellos.

No me podía creer lo que había pasado con Marc en el polideportivo y pensando, me di cuenta de que a veces Marc me trataba como si fuese una simple amiga y otras veces como si fuese su novia. Esa actitud en él no me gustaba. Quería que me tratase siempre de la misma manera. Estaba confusa. Empezaba a dudar de mis sentimientos hacia él. Las dudas empezaban a aflorar en mí. Pensé en coger el bisturí que tenía guardado, pero no pude. Marc otra vez. Su sonrisa. Sus abrazos. Su beso. Nuestras manos entrelazadas. Marc. Tan solo Marc. En mi rostro se dibujó una sonrisa. Ahora si que empezaba a tener dudas. ¿Me estaré enamorando?

Me quedé dormida.

                            Capítulo 5

- ¡Paola! ¿Sabes lo que me pasó ayer?- exclamé al llegar a clase.

- No, no lo sé, pero tranquilízate antes de contármelo.- dijo Paola.

- ¡Me besé con Marc!- exclamé sin poder tranquilizarme.

Paola se quedó completamente asombrada y callada.

- ¿De qué estáis hablando?- preguntó Iker interrumpiendo nuestra conversación.

Le hice un gesto a Paola para que no dijese nada.

- ¿Vais a decírmelo o no?- preguntó Iker.

- ¿A ti qué te parece?- pregunté intentando ser amable.

- Que no me lo vais a decir.- contestó Iker.

- ¿Y de qué hablaste ayer con Marc?- pregunté.

- De que os gustáis.- respondió Iker.

- ¡Qué dices!- grité desesperada.

- ¡Si os vi besaros!- gritó Iker.

Me quedé callada. Tenía razón. Nos había visto.

- No se lo digas a nadie.- le supliqué.

- Yo no diré nada, pero el resto de gente que había allí si hablará del beso.- dijo Iker.

Entonces me imaginé a  toda la gente que había allí murmurando sobre el beso, juzgándonos, mi madre castigándome… Salí corriendo hacia el baño, me choqué con mi profesora de Lengua, Ana, que intentó pararme, pero no pudo.

- ¡Detenerla!- gritó Marc corriendo detrás mi.

- ¿Qué pasa?- preguntó Paola.

- ¡Se va a…!- Marc no acabó la frase.

- Se a lo que te refieres.- dijo Paola.

Yo seguí corriendo hasta llegar al baño, cerré la puerta, me apoyé contra la pared mientras lloraba, saqué una pequeña cuchilla que llevaba en el bolsillo del pantalón, me quité la venda y apoyé la cuchilla contra mi piel. En ese momento llegó Marc, me vio y se acercó a mi con cuidado y me habló:

- No lo hagas, por favor.

Yo no dije nada, seguí llorando y apoyando con más fuerza la cuchilla.

- Todo se va a arreglar, te lo prometo Adriana.- dijo Marc intentando estar tranquilo.

- ¿Cómo vas a hacer que nadie hable de nuestro beso y cómo vas a hacer que mi madre no se entere?- pregunté.

- La gente hablará, pero yo haré que no los escuches. Tu madre en algún momento se va a enterar, pero yo me encargaré personalmente de que lo entienda.- respondió Marc.

- Marc… tengo miedo.- dije.

- ¿De qué?- preguntó.

- De morirme y dejarte solo.- contesté.

- No, no te vas a morir porque con ayuda saldrás de esto.- dijo Marc.

- ¿Vas a estar a mi lado?- pregunté.

- Te prometo que lo estaré.- respondió Marc.

Dejé de presionar la cuchilla contra mi brazo, pero demasiado tarde, un corte se había abierto tras presionar sobre él.

- Ahora vamos a curar eso.- dijo Marc.

Marc me echó agua en la herida y pidió a la profesora que trajera un botiquín y me curó.

Mi profesora llamó a mi madre para que me fuese a casa y le contó todo lo ocurrido debido a que yo le conté todo lo que paso con ayuda de Marc.

- Te llevaré al psicólogo y te prometo que vamos a estar aquí para ti.- dijo mi madre.

- Gracias mamá.- es lo único que pude responder.

- Y si quieres estar con Marc adelante.- dijo mi madre.

Me quedé asombrada, no me esperaba esas palabras de mi madre.

- Adriana, por favor, que no se te note mucho la tristeza cuando estés delante de David porque ya sabes como le afectan estas cosas.- dijo mi madre.

- Tranquila mamá. David va a sufrir lo menos posible.- dije.

- Cuando lleguemos a casa quiero que me digas donde tienes las cosas con las que te cortas.- dijo.

- Vale mamá.- dije.

Cuando llegamos a casa, mi madre me quitó de mi habitación las tijeras, el bisturí y varias cuchillas que tenía. Y cada vez que quisiese utilizar algo cortante, tenía que pedir permiso y me tenían que supervisar o hacerlo por mi. Mi madre le dijo a la profesora y a varias personas más las normas de seguridad que tenían que tener conmigo. Mi madre llamó a mi padre, Gonzalo. Ellos dos casi ni se soportaban porque estaban en tramites de separación y ese era uno de los problemas por los que yo me cortaba. Seguro que iban a discutir por alguna chorrada y yo volvería a estar mal.

- Adriana, está aquí papá.- le oí decir a mi madre.

 Bajé y para mi sorpresa estaban hablando tranquilamente de mi.

- Ven aquí, hija.- dijo mi padre, Gonzalo.

- ¡Papá!- exclamé y le abracé, llevaba casi dos semanas sin verle.

- Tu padre ha venido porque quería verte porque le he contado todo. A partir de ahora vendrá más y no volveremos a discutir. Todo sea por tu bien.- dijo mi madre.

- Ahora siéntate, Adriana.- dijo mi padre.

Me senté como ellos dijeron.

- Quítate esas vendas.- me dijo mi madre.

Me las quité. Ya estaba cansada de mentiras. Mis padres se quedaron asombrados.

- ¿Desde cuándo te haces esto?- preguntó mi padre.

- Desde hace un mes o así.- contesté.

- ¿Por qué?- preguntó mi madre.

Me quedé callada. Esta pregunta no quería contestarla.

- Adriana…- dijo mi padre obligándome a hablar.
- Vuestra separación es el principal problema, pero también hay más. Por ejemplo, la gente no confía en mi y la muerte de la abuela. También, hay veces que Paola se enfada conmigo y hoy la razón que me ha llevado a hacerme daño ha sido las consecuencias que me podría causar el beso que me di con Marc.- respondí con sinceridad.

- Ah, si, te gusta Marc, tu madre me puso al corriente.- dijo mi padre.

- No papá, no sé si me gusta.- dije.

- Adriana, si te has besado con él es por algo.- dijo mi madre.

- Y a Marc le gustas.- dijo mi padre.

- Lo sé papá- dije.

- ¿Y a ti te gusta?- dijo mi madre.

- Se podría decir que sí.- dije.

- ¿Y a qué esperas para estar con él?- preguntó mi padre.

Me quedé callada. Tenía razón. Los dos nos gustábamos. No había inconvenientes. ¿A qué estábamos esperando?

- Adriana… El lunes empiezas el psicólogo. De 15:00 a  16:00. Todos los lunes tendrás psicólogo.- dijo mi madre.

- Vale. Ahora me voy a dormir un rato, estoy cansada.- dije.

- ¿Esta tarde has quedado?- preguntó mi madre antes de que me fuese.

- Sí.- contesté.

-  ¿Con quién?- preguntó mi madre.

- Con Marc, Iker y Paola. Los de siempre.- respondí con un tono alegre.

- Dame un abrazo que me voy.- dijo mi padre.

Me abrazó.

- Mañana te veo. Tú y Marc tenéis que hablar.- dijo mi padre.

Me fui a dormir.

Cuando me levanté Paola me estaba esperando. Fuimos a casa de Marc. Nada más llegar Marc me abrazó y me dio un beso en la mejilla.

- ¿Estás mejor?- preguntó Marc.

- Sí.- contesté.

- ¿Hablaste de todo con tus padres?- preguntó.
- Sí.- respondí.

- ¿Y qué te dijeron?- preguntó.

- Que a que esperábamos.- contesté con una gran sonrisa en la cara.

Paola se alejó un poco para dejarnos intimidad. Marc se acercó a mi y me dijo:


                              Capítulo 6

- Vamos a intentarlo.

Yo asentí. Marc y yo, juntos. Sin inconvenientes. Yo era feliz. Tenía una gran sonrisa en la cara. Nos besamos.

Fuimos al polideportivo, allí Iker nos estaba esperando. Iker y Marc iban a jugar un partido de fútbol junto con otros chicos. Volví al lugar donde me besé por primera vez con Marc. Estaba feliz. Paola y yo animamos mucho a los chicos.

- Bueno, ¿y tú Paola?- pregunté.

- ¿Yo qué?- preguntó.

- Que si te gusta alguien.- respondí.

- No y yo nunca voy a tener una historia tan bonita como la que tú has empezado a tener con Marc.- dijo Paola.

- Todavía es pronto para decir que mi historia con Marc es bonita, hay que esperar.- dije.

- El principio ha sido muy bonito, reconócelo Adriana. Y seguro que seguirá siendo así.- dijo Paola.

- Nadie sabe como va a acabar esto.- dije.

Acabó el partido. Quedaron empate a uno.

- ¡Adriana!- gritó Marc.

Le saludé.

- ¿He jugado bien?- preguntó gritando.

- Sí- respondí gritando con entusiasmo.

Nos acercamos a Iker y Marc, pero Paola e Iker empezaron a caminar y nosotros nos quedamos atrás.

- ¿Vamos a ir ahora a tu casa?- preguntó Marc.

- Sí, pero solo tú y yo. Paola está cansada e Iker no quiere. Es más, tenemos que hablar con mi madre y después, le contará a mi padre lo que hemos hablado.

Llegamos a mi casa.

- Hola, Adriana.- dijo mi madre.

Me dio un beso en la mejilla.

- Hola, Marc.- dijo y le dio dos besos en la mejilla.

- Hola, mamá.- dije.

Marc saludó a mi madre.

- No me trates de usted, no soy tan mayor.- dijo mi madre.

- Vale.- dijo Marc y sonrió.

Me impresionó verle sonriendo tanto. Me encantaba esa sonrisa.

- Bueno, veo que ya estáis saliendo.- dijo mi madre.

- Sí y estamos muy felices.- dijo Marc.

 Mi madre sonrió.

- No os haré más preguntas. Solo quiero que seáis felices y que Adriana tenga la suficiente confianza en mi para contarme todo. Y con respeto a ti Marc, cuídala.- dijo.

- No se preocupe, lo haré.- dijo Marc sonriéndome.

Le miré y le sonreí. Mi madre se fue. Nos besamos. Sonrisa sobre sonrisa. Los dos estábamos felices.

Por la noche, antes de dormirme, me acordé del entierro de mi abuela. Empecé a llorar. Quise ir a por una cuchilla, pero recordé que mi madre me las había quitado. Necesitaba hablar con Marc, pero pensé en que estaría durmiendo. Me quedé dormida, ahogándome entre lágrimas.

Me levanté y fui a casa de Marc.

- Hola.- me saludó Marc con un tono cariñoso y dándome un beso en la mejilla.

- Hola.- dije.

- ¿Qué te pasa?- preguntó.

Me eché a llorar. Marc me abrazo.

- Eh, tranquila. Puedes contar conmigo.- dijo Marc.

- Gracias.- es lo único que pude contestar.

- Cuéntame lo que te pasa.- dijo Marc.

- He recordado el entierro de mi abuela.- dije.

Marc me quitó las vendas.

- Tranquilo, mi madre me ha escondido todas las cuchillas y me ha puesto unas normas.- dije.

- Eso está bien.- dijo Marc.

Me quedé callada. Para mi no estaba bien.

- Adriana, te voy a ayudar a salir de esto y mucha gente más también te quiere ayudar.- dijo Marc.

- Gracias.- dije con lágrimas en los ojos.

Marc me abrazó y me besó. Marc. Yo. Solo los dos.

- El lunes te voy a acompañar al psicólogo.- dijo Marc.

- ¿Y me vas a esperar durante una hora?- pregunté.

- Una hora y las que hagan falta.- contestó Marc.

Empecé a llorar de la emoción. Marc era tan bueno conmigo.

- ¿Y ahora por qué lloras?- preguntó Marc.

- Porque siempre eres tan bueno conmigo y haces que me emocione.- respondí.

Nuestros rostros empezaron a juntarse. Nuestros labios cada vez estaban más próximos. Teníamos ganas de besarnos.

- Hola Marc, he llegado.- dijo una voz.

- Hola, mamá.- dijo Marc apartándose de mi.

Me dio mucha rabia que apareciese su madre. Ella ya lo sabía, pero nos íbamos a besar y yo lo estaba deseando, pero no pude porque ella había llegado.

- Hola, Adriana.- me saludó la madre de Marc, María.

- Hola.- la saludé con un tono amable.

- Mamá, Adriana y yo nos vamos.- dijo Marc.

- Vale, divertiros.- dijo la madre de Marc.

Salimos de la casa de Marc.

- ¿No deberías estar estudiando?- me preguntó Marc.

- Sí, pero prefiero estar contigo.- respondí.

- Solo un rato. Después, te llevaré a tu casa para que estudies.- dijo Marc.

- Pero ahora vamos a pasárnoslo bien, no me hables de estudiar.- dije.

- Oye, tú y yo tenemos un beso pendiente.- dijo Marc.

- Puede.- dije.

- Ven aquí.- dijo Marc.

Me aparté.

- Adriana, ¿qué pasa?- preguntó Marc.

- Primero me tienes que coger.- dije y empecé a correr.

Marc también empezó a correr. Al final, me cogió.

- ¡Marc suéltame!- grité.

- No, no pienso soltarte hasta darte cien besos.

Marc empezó a besarme. Con pasión. Dulcemente. Perdí la cuenta de los besos que me dio.


                                        Capítulo 7

Lunes por la mañana. No tenía ganas de levantarme. Especialmente porque tenía examen a primera hora de Sociales, pero tampoco me apetecía ir por la tarde al psicólogo. Sí, lo hacían por mi bien, pero yo no quería ir.

Fui al colegio con mala cara.

- Hola, Adriana.- me saludó Paola dándome un beso en la mejilla.

- Hola, Paola.- simplemente la saludé.

- ¿Preparada para tu primer día de psicólogo?- preguntó Adriana.

- Bueno… A medias.- contesté.

- Lo estamos haciendo por tu bien.- dijo Paola.

- Lo sé.- dije.

Llegó Marc.

- Hola, preciosa.- me saludó Marc.

Era la primera vez que me llamaba así. Me encantó que me llamase así, pero yo no era preciosa. Jamás lo sería.

- Hola, Marc. Me encanta que me llames así, pero no lo soy.- dije.

- Si lo eres. Lo eres de aquí hasta el fin del mundo.- dijo Marc para después darme un beso en la mejilla.

Llegó la profesora de Geografía, Noelia. El examen se pasó rápido y me salió muy bien.

Era el momento de enfrentarme al psicólogo.

- Que te vaya bien, recuerda que te estaré esperando.- dijo Marc.

- Adriana, cuéntale todo, ella te va a ayudar.- dijo mi madre con tono de preocupación.

Entré. Me estaba esperando una chica de pelo rizado y muy largo, de color moreno. Sus ojos eran verdes claros. Era muy guapa.

- Hola, Adriana. Siéntate por favor.- dijo la psicóloga.

- Hola.- dije.

- Yo me llamo Alexa.- dijo.

- Encantada.- dije.

- Ya me han dicho que es la primera vez que vienes al psicólogo.- dijo

- Sí.- respondí tímidamente.

- A mi me puedes contar todo. No tengas miedo, yo seré como una amiga.-dijo con tono amable.

- Vale.- sonreí.

- Ah, por cierto, quiero verte sonreír. La sonrisa es muy importante, pero cada vez que vayas a sonreír, hazlo con sinceridad.- dijo.

- Gracias por el consejo.- dije.

- Empezaré con algunas preguntas simples.- dijo.

- ¿Años?- preguntó.

- 15.- respondí.

- ¿Te va bien en los estudios?- preguntó.

- Sí.- contesté.

- ¿Tienes amigas y amigos en las que puedas confiar?- preguntó.

- Sí, tres. Iker, Paola y Marc.- dije haciendo mayor énfasis en Marc.

- ¿Marc es tu novio?- preguntó.

- Sí.- contesté con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Él te hace feliz?- preguntó.

- Sí, mucho.- respondí.

- ¿Tus padres lo saben?- preguntó.

- Sí.- contesté.

- ¿Él sabe lo que te ocurre y está dispuesto a ayudarte?- preguntó.

- Sí, está dispuesto a ayudarme.- respondí.

- Vale, hasta aquí las preguntas. Ahora enséñame tus cortes.- dijo.

Me quedé paralizada. Tenía miedo de que me juzgara.

- No te voy a juzgar. Solo quiero que me los enseñes.

Se los enseñé. Me quede asombrada porque ella no puso cara de decepción, ni de asombro, ni siquiera de asco.

- ¿Y las razones cuáles son?- preguntó.

Su pregunta me pilló de improviso.

- ¿Me puedes responder?- preguntó Alexa con un tono amable.

- Mis padres se van a separar.- dije entre sollozos.

Alexa me dio un abrazo.

- ¿Hay algo más?- preguntó.

- Sí.- contesté.

- Cuéntame.- dijo.

- Mi abuela murió hace tan solo tres meses y la gente no tiene confianza en mi.- dije todavía entre sollozos.

- ¿Y por qué tienes esa impresión?- preguntó.

- Porque nadie tiene la suficiente confianza en mi como para contarme las cosas que les pasan.- contesté.

- Eso no es así. Me han contado tus amigos que ellos tienen confianza en ti. Y tus padres y tus compañeros de clase.- dijo Alexa.

Sonreí.

- Bueno, la hora ya se ha pasado. Hasta el próximo lunes.- dijo sonriendo.

- Adiós.- dije con un tono amable.

Salí de la consulta.

- ¿Qué tal?- me preguntaron Marc y mi madre.

- Bien.- respondí y empecé a contarles todo lo que había hablado con Alexa.

- Me alegro de que te haya ayudado.- dijo mi madre.

Mi madre entró a casa. Marc y yo nos quedamos en el jardín de alante. Marc me besó.

- ¿Y eso a qué viene?- pregunté.

                          Capítulo 8

- Porque quiero.- respondió.

Le besé.

- ¿Y esta vez?- preguntó Marc.

- Porque me apetece.- contesté.

Entré en casa. Marc se fue a la suya.

- Veo que Marc y tú os queréis mucho.- dijo mi madre.

- Sí.- dije con entusiasmo.

- Solo te digo que tengas cuidado.- dijo mi madre.

- Tranquila mamá.- dije.

- No quiero que sufras más de lo que ya estás sufriendo.- dijo y me dio un beso en la mejilla.

Al día siguiente, por la mañana. Marc vino a buscarme.

- ¿Qué tal pasaste la noche?- preguntó Marc.

- Muy bien. Pensé en ti.- respondí.

A Marc se le dibujó una sonrisa.

- Que te vaya bien en el instituto.- dijo mi madre.

- Adiós, mamá.- dije cerrando la puerta de casa.

Nuestras narices chocaron. Sentíamos la respiración del otro. Los dos cerramos los ojos. Estábamos a puntos de besarnos. Nuestros labios lo deseaban y lo hicimos. Sonrisa sobre sonrisa. Juegos con la lengua.

Nos pusimos a caminar hacia el instituto.

- Hola, Adriana.- dijo Paola al verme llegar a clase. Me abrazó.

- Hola, Paola.- dije abrazándola fuertemente.

Nos separamos.

- Hola, Iker.- dije.

- Hola, Adriana.- dijo Iker secamente.

Desde que me impulsó con su comentario a cortarme no nos hemos llevado muy bien, pero yo le sigo queriendo como amigo. Por algo le nombre en la pregunta que me hizo la psicóloga.

- Si crees que estoy enfadada contigo por tu comentario que me llevo a hacerme daño, no no lo estoy. Es más cuando la psicóloga me preguntó por mis amigos, dije tu nombre y que me ayudabas a salir de esto. Eres importante para mi, Iker. No estés enfadado ni molesto, por favor.- dije con una sonrisa.

Iker me abrazó. Deseaba un abrazo de esos que me daba. Lo necesitaba. Y lo tuve.

- Gracias, gracias, gracias.- dijo Iker sonriendo y a punto de llorar.

- No es nada. Eh, no llores.- dije.

Iker soltó algunas lágrimas. Le abracé más fuerte.

- Te prometo que te voy a ayudar, me tienes aquí para lo que quieras.- dijo Iker.

- Gracias.- dije sonriendo.

- Me encanta verte sonreír.- dijo Paola.

Vino la profesora de Lengua, Ana. Nos sentamos.

Flash back.

- Hola, Adriana.- dijo.

- No tú, tú otra vez no, por favor.- dije.

- Sí, yo otra vez sí. Ven aquí, preciosa.- dijo.

- ¡No!- grité mientras que le pegaba un manotazo.

- ¿Por qué no te estás quieta?- preguntó.

- ¡Porque no quiero que me violes!- grité.

Fin flash back.

Cogí las tijeras que tenía mi compañera. Miré el filo. Iba a ponérmelas sobre el brazo, pero una mano detuvo las tijeras. Era la mano de Marc.

- Ni se te ocurra. Suelta eso, ahora hablamos cuando acabe la clase.- dijo susurrando.

Asentí. Las solté. Mi compañera de pupitre que se llamaba Paulina escondió las tijeras.

Acabó la clase.

- ¿Por qué querías hacerte daño?- preguntó Marc.

- Porque recordé una cosa…- contesté.

- Puedes contármelo, Adriana.- dijo Marc.

- Una vez casi me… violan.- dije susurrando.

Marc parecía estar petrificado.

- ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué pasó?- preguntó Marc con la voz entrecortada.

- No sé quien era. Me persiguió durante una semana hasta que me intentó meterme mano. Hace un mes. En el callejón que está detrás de la plaza. Le pegué un manotazo y me fui llorando, lo pasé muy mal.- dije llorando.

Marc me abrazó fuertemente mientras me daba besos en el pelo.

- ¿Tus padres lo saben?- preguntó.

- No.- dije aún llorando.

- Debes decírselo a ellos y a la psicóloga el lunes que viene.- dijo Marc.

Al volver a casa le conté todo a mi madre.

- Lo malo es que no podemos denunciar debido a que no sabes el nombre ni te acuerdas bien del rostro.- dijo mi madre.

Asentí.

- El lunes se lo contarás a la psicóloga. A ver que te dice y como te puede ayudar.- dijo mi madre.

- Sí, yo no me puedo quedar con esto dentro.- dije.

- Sí, pero no vuelvas a coger las tijeras, Adriana. No vuelvas a intentarlo.- dijo Marc.

- Intentaré no volver a cogerlas.- dije.

- Y lo acabarás consiguiendo con nuestra ayuda.- dijo Marc dándome un abrazo.

Mi madre nos dejó a solas en el salón viendo una película. Llegó mi hermano David.

- Hola, Adriana.- me saludó mi hermano dándome un abrazo muy fuerte.

Estuvo con nosotros viendo la película y me di cuenta de que dentro de unos años Marc y yo podríamos estar así, pero en vez de con mi hermano con nuestro hijo u hija. Todo esto podría pasar si todavía estamos juntos.

                                                      Capítulo 9

Acabamos de ver la película. En mi mente volvió a aparecer el mismo flash back.
Marc le dijo a David que se marchase.

- ¿Qué te pasa, Adriana?- preguntó Marc.

- El mismo recuerdo.- contesté entre sollozos.

Marc me abrazó.

- Tranquila, todo se va a arreglar.- dijo Marc acariciándome el pelo.

Llegó mi madre.

- ¿Qué ha pasado?- preguntó.

- El mismo recuerdo.- respondió Marc.

Marc se apartó. Mi madre me dio un abrazo. Marc se tuvo que ir. Mi madre se quedó consolándome. Yo seguía llorando.

- ¿Le has vuelto a ver desde entonces?- preguntó mi madre.

- No.- respondí.

- ¿Crees que era del pueblo?- preguntó.

- No, no le había visto nunca antes.- contesté.

- No le conocías, no es del pueblo, solo le viste durante una semana y después no le volviste a ver. Pues ya está, seguro que no volverá a aparecer.- dijo.

- Eso espero.- dije.

- A partir de ahora no quiero que salgas sola de casa. Quiero que vayas acompañada, me da igual de quien.- dijo.

Asentí.

- Ahora va a venir tu padre.- dijo mi madre.

- Vale.- dije sonriendo.

- Quiero que sonrías y estés feliz.- dije.

- ¿Por qué?- pregunté.

- Porque vamos a intentar darnos otra oportunidad.- contestó mi madre.

 Se me dibujó una sonrisa en la cara.

- Y todo esto lo estamos haciendo por ti.- dijo mi madre.

- Mamá, lo que no comprendo es porque os queríais separar.- dije.

- Porque no funcionábamos como pareja ya, pero vamos a volver a intentarlo.- dijo.

- Pero sin presiones, eh. Si no volvéis no pasa nada.- dije.

- Vale.- dijo mi madre sonriendo.

Hacía mucho que no la veía sonreír y me encantaba volver a verla sonreír. Su sonrisa era preciosa, la hacía mas guapa. La hacía resaltar su belleza.

- Mamá.- dije.

- ¿Sí?- preguntó.

- Quiero verte siempre sonreír. Tu sonrisa me encanta.- dije.

- Gracias. Yo también quiero verte siempre sonreír.- dijo.

Llegó mi padre. Me dio un abrazo.

- Encantado de volver a verte, Adriana.- dijo mi padre con una gran sonrisa.

- Y yo a ti.- dije.

Mi padre abrazó a Cristina y David.

- Tu madre me ha puesto al corriente.- dijo mi padre.

- Y a mi.- dije.

Los dos sabíamos a lo que se refería el otro. Estábamos felices o al menos, yo me sentía así en este preciso momento.

Me fui al jardín con mis hermanos, quería dejarles intimidad.

- ¿Tú crees que mamá y papá se arreglarán?- preguntó mi hermano David.

- No lo sé, todavía es pronto para contestar a esa pregunta.- respondí.

- Pues yo creo que sí.- contestó Cristina.

- Tú es que tienes muchas esperanzas.- dije.

- Y tú muy pocas.- dijo Cristina.

- ¿Y qué más darás las esperanzas que tenga yo?- pregunté.

- ¿Y qué más dará las que tenga yo?- preguntó Cristina.

- Pues ya está. Cada una con sus esperanzas.- dije.

- ¿Y tú qué piensas David?- preguntó mi hermana Cristina.

- Que sí se arreglarán.- respondió David.

Cristina se empezó a reír.

- Somos dos contra uno.- dijo Cristina.

- Si me lo van a estar restregando, me voy.- dije.

- Pero no te enfades.- dijo Cristina.

- Sí, si me enfado.- dije marchándome

David y Cristina se quedaron hablando.

Al salir de casa, me encontré con Marc. Venía a verme y traía algo.

- ¡Adriana!- exclamó Marc al verme.

- Hola, Marc.- saludé al verle.

- Venía a verte.- dijo.

- Y yo iba a verte.- dije.

Los dos reímos.

- Te traigo esto.- dijo.

Era una foto, pero no era una foto cualquiera. Era una foto de cuando éramos pequeños. Sí, cuando éramos pequeños nos picábamos por todo.

- Se ve que desde pequeños ya nos gustábamos.- dije.

Los dos reímos.

- Parece ser que sí.- dijo Marc sonriendo.

- Gracias por traer esta foto.- dije.

- De nada. Bueno, ¿estás mejor?- preguntó Marc.

- Sí. Es más, hay una buena noticia.- dije.

- ¿Cuál?- preguntó Marc con entusiasmo.

- Mi padre ha venido a casa y quiere arreglar las cosas. Mi madre también.- dije sonriendo.

- ¡Qué bien!- exclamó Marc agarrándome de la cintura y besándome.

Sonreí.

- Yo también traigo buenas noticias.- dijo Marc con entusiasmo.

- ¿Cuáles?- pregunté.


                                                                         Capítulo 10

- Ya sabes que soy hijo único y que mi madre y mi padre me tuvieron con 18 años y que ellos solo tienen 33 años….- dijo Marc.

- ¡Ve al grano!- exclamé.

- ¡Voy a tener un hermano!- exclamó Marc con entusiasmo.

- ¡Qué bien!-exclamé.

- Mi madre solo está de un mes y no se sabe si será niño o niña- dijo Marc.

- Y que más dará que sea niño o niña.- dije.

- Mis padres ahora prefieren una hija porque ya tuvieron un hijo.- fijo Marc.

- Vamos a tu casa, quiero felicitar a tus padres.- dije.

Marc asintió.

Fuimos a su casa.

- Mamá ya he llegado.- dijo Marc.

- ¿Qué tal con Adriana?- preguntó la madre de Marc, María.

- Que te diga ella.- dijo Marc sonriendo.

- Ah, que está aquí.- dijo María sonriendo.

- Hola.- dije.

- Hola, preciosa.- dijo la madre de Marc.

- Bueno, Marc ya me ha contado lo de su espera. Felicidades.- dije.

- Gracias.- dijo y me dio un abrazo.

- Estamos muy felices.- dijo el padre de Marc, Alejandro.

Sonreí.

- Marc ya nos ha contado lo que te pasa y estamos dispuesto a ayudarte y a que Marc te ayude.- dijo Alejandro.

- Gracias.- dije a punto de llorar.

- Eh, tranquila, no llores.- dijo Marc secándome las lágrimas y abrazándome.

- Es normal que llore Marc. No se esperaba tanto apoyo.- dijo María.

- Tiene razón tu madre, Marc.- dije mirándole fijamente a los ojos.

Él también me miró fijamente a los ojos. Los dos sonreímos.

- ¿Tienes que presentarte a algún examen final?- preguntó la madre de Marc.

- Si tengo aprobado este de Geografía no tengo que presentarme a ninguno.-respondí.

- ¿Así que eres buena estudiante?- preguntó.

Asentí.

- Pues a ver si se le pega algo a Marc porque él se tiene que presentar a Tecnología y a Física y química.- dijo María.

- Mamá, esas asignaturas se me dan mal.- dijo Marc.

- Pero si estudiases un poco más, no tendrías que ir al final.- dijo María.

- Bueno, vale, el año que viene me aplico más.- dijo Marc.

- Más te vale.- dijo María.

- Tu madre es dura, eh.- dije.

Su madre y yo reímos.

- Pues a mi no me hace gracia.- dijo Marc.

- ¿Te quieres quedar a cenar?- preguntó la madre de Marc.

- No, me tengo que ir.- contesté.

Marc me dio un beso.

- Adiós.- me despedí.

- Adiós.- dijeron Marc, María y Alejandro al unísono.

Salí de casa de Marc.

- Creo que esta noche no dormiré entre lágrimas. Estoy feliz.- dije susurrando.
Llegué a casa. En el jardín todavía estaban Cristina y David.

- ¿Qué tal con Marc?- preguntó Cristina.

- ¿Cómo sabes que estuve con él?- pregunté.

- Porque vino a buscarte y os oímos hablar.- respondió.

- Ah, si, es verdad. Pues muy bien. Como siempre.- dije.

- Me alegro.- dijo Cristina sonriendo.

- ¿Y qué tal papá y mamá?- pregunté.

- No sé.- contestó mi hermana.

- ¿Entramos?- pregunté.

- Sí.- respondió mi hermana.

Entramos a casa. Mis padres estaban haciendo la cena entre risas y abrazos. Como en los viejos tiempos. Sonreí como una tonta.

- Hola.- nos saludó mi padre desde la cocina.

Mi madre sonrió. Los estaban felices.

- Venimos a cenar.- dijo David.

- Sí, tenemos hambre.- dije.

- A la cena le falta un poquito.- dijo mi madre.

- Y a vuestro amor igual.- dijo Cristina.

Le di un codazo.

- Puede.- dijo mi padre con una sonrisa de oreja a oreja.

 Si ellos estaban felices, yo también y mis hermanos igual.

Cenamos y me fui a dormir. Estaba feliz. Mañana sería un nuevo día y muy feliz lo empezaría. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien.

Miércoles por la mañana. Tecnología a primera hora. Menos mal que ya no hacíamos nada porque habían acabado los exámenes. Nos iban a poner un documental sobre la electricidad y la energía. Vamos, un rollo.

Llegué a clase.

- Hola, Adriana.- dijo Marc.

- Hola, Marc.- dije con un tono cariñoso y dándole un beso.

- Eh, menos besos.- dijo Iker al llegar a clase.

Le pegué un puñetazo en el brazo.

- Eh, eso duele.- dijo Iker.

- Pues no me digas lo que tengo que hacer o no hacer con Marc.- dije.

Iker se acercó a mi.

                                                         Capítulo 11

- ¿Qué quieres, eh?- pregunté con un tono de chulería.

- Que por una vez de comportes como una señorita y dejes de pegarme y de ponerte chula conmigo.- respondió Iker.

- No me da la gana.- dije.

- Tú y yo tendremos problemas como sigas así.- dijo Iker sacándome la lengua y sentándose porque ya había venido la profesora de Tecnología, Pilar.

Vimos el documental. Las clases acabaron rápido, por la tarde había quedado con Paola.

Llegué a casa, saludé a mi madre.

- Hola, Adriana.- dijo mi madre con un tono triste.

- ¿Qué pasa?- preguntó.

- Nada, hija.- respondió mi madre.

- Mamá se que te pasa algo.- dije.

- No es nada, Adriana.- dijo.

Subí a la planta de arriba. Busqué las cuchillas y me encerré en el baño.

Me dolía ver a mi madre así. No lo soportaba. Pensé en lo peor. En que alguien de mi familia había muerto o que lo de volver con mi padre no había funcionado porque cuando se iban a separar ella estaba así, pero lo que más tenía claro es que mi madre no me iba a contar lo que la pasaba para no hacerme sufrir, pero con solo verla así yo ya estaba sufriendo y no aguantaba ese dolor. Este dolor me quemaba por dentro.

- ¡Adriana!-gritó mi madre.

- ¿Sí?- contesté.

- ¿Qué haces en el baño con el pestillo echado?- preguntó.

- Pues que voy a hacer mamá.- respondí.

Oí que mi madre revolvía los cajones.

- Aquí faltan dos cuchillas, Adriana.- dijo mi madre.

- Yo no las he cogido.- dije.

- ¡Mentirosa!- gritó mi madre enfadada.

Lloré.

- ¡Sal del baño!- gritó.

Oí unos pasos.

- Adriana, sal por favor. Mamá no te va a regañar.- dijo mi hermana Cristina.

Seguí llorando. Me estaba ahogando entre lágrimas.

Oí a alguien llorar. En seguida reconocí que era mi hermano David. Su voz sonaba entre cortada. No soportaba que alguien estuviese mal por mi.

- David, no llores. Estoy bien.- dije.

- No, no estás bien. Te quieres hacer daño.- dijo con la voz entre cortada.

- David, todavía no me he hecho daño.- dije.

- Pero te lo vas a hacer y yo no quiero que te lo hagas.- dijo llorando.

No podía soportar que mi hermano estuviese llorando.

- David no llores.- dije.

- No puedo evitarlo.- dijo.

Salí del baño. Mi hermana cogió las cuchillas del baño y las que estaban guardadas y fue a tirarlas al punto limpio. Mi madre se sentó en el suelo mientras lloraba. Mi hermano David me abrazaba y yo le secaba las lágrimas.

- David, no me he hecho daño porque no quiero verte triste.- dije.

David me abrazó mas fuerte.

- Eso esta bien.- dijo David.

Me puse a su altura y me secó algunas lágrimas.

- No lo vuelvas hacer.- dijo David.

David en ese momento me pareció tan frágil. Era un niño que se daba cuenta de todo y que en seguida sufría.

Mi madre se levantó y me dio un abrazo. Tampoco quería que ella sufriera, no quería que sufriera nadie. Cristina llegó. Ella también me dio un abrazo.

Me iba a ir a dormir, estaba cansada, quería olvidarme de todo, pero antes hablaría con mi madre.

- Adriana, te voy a decir lo que me pasa.- dijo mi madre.

Asentí.

- Es algo grave, así que prométeme que serás fuerte.- dijo.

Volví a asentir.

- Te lo prometo.- dije.

- Bueno, tu tío está enfermo.

Me quedé asombrada.

- ¿Qué le pasa?- pregunté.

Mi madre se quedó callada, se tragó las lágrimas, respiro profundo y respondió:

- No lo saben.

- Sí, si lo sabéis. Lo estoy viendo en tus ojos. Me estás mintiendo. ¿Por qué siempre me intentáis ocultar las cosas?- dije poniéndome nerviosa.

- Sí, lo sabemos, pero prométeme que si te lo digo no te harás daño.- dijo.

- No me lo haré, lo prometo.- dije.

Mi madre respiro profundo.

- Tiene…- mi madre no pudo seguir.

- Mamá, se que puedes.- dije.

- No, no puedo.- dijo.

- Vamos, mamá.- dije.

- Adriana, déjala un momento.- dijo Cristina.

- ¿Tú lo sabes?- pregunté.

- No.- contestó.

Era verdad, Cristina no lo sabía y seguro que David tampoco.

Mi madre se calmó y estaba dispuesta a decírnoslo. Todos estábamos atentos. Queríamos saber lo que le pasaba a nuestro tío Jorge. Estábamos preocupados y fuese lo que fuese, iríamos a verle al hospital. De eso estábamos seguro.

Mi madre pronunció:

                                                       Capítulo 12

- Vuestro tío, tiene sida.- dijo mi madre llorando.

Ninguno sabía como reaccionar. A mi se me escaparon algunas lágrimas. A mi y a todos.

Oí una voz llamarme y me desperté. Estaba en el hospital. La primera cara que vi fue la de Marc. Después, la de Paola. Y por último, la de Iker, mi madre y mis hermanos.

- ¿Qué ha pasado?- pregunté.

- Te desmayaste al saber que tu tío tenía sida.- respondió mi madre.

Marc sonrió.

- Lo siento mucho.- pronunció Marc.

Mi rostro se entristeció. Sabía a lo que se refería. A mi tío. A su enfermedad.

- No te pongas triste.- dijo Marc.

- ¿Cómo no me voy a poder triste? Se va a morir Marc, no hay cura.- dije.

- Se está investigando una cura y ya está muy avanzada. Ya hay hasta un tratamiento para relentizar la muerte. - dijo Marc.

Sonreí.

- Gracias por tu apoyo.- Marc.

David me abrazó.

- Eh, pequeño.- dije abrazándole.

- Me alegro de que estés bien.- dijo mi hermano.

- No ha sido nada, David. Solo un desmayo tonto.- dije.

- Pero estuve preocupado.- dijo David.

- Pues ya no lo estés porque estoy bien.- dije.

Llegó un doctor y me dijo:

- Hola, soy el doctor Feliciano. Adriana, solo fue un desmayo, puedes recoger tus cosas e irte. Y recuerda, nada de hacerte daño. Me lo han contado todo.- dijo.

- Vale, muchas gracias.- dije.

Recogí mis cosas y fuimos a ver a mi tío a su casa. Nada más llegar le abracé. Estaba feliz de verle.

- Adriana, debes estar bien. Yo lo estoy.- dijo mi tío Jorge.

Sonreí mientras que por mi rostro caían algunas lágrimas. Mi tío me las secó. Después de estar un rato en casa de mi tío volvimos a casa. Allí estaba mi padre.

- Fui al hospital, pero me dijeron que ya te habían dado el alta.- dijo.

- Sí, es que solo fue un desmayo.- dije.

- Menos mal. Tu madre me preocupó.- dijo.

- Es que lo exagera todo.- dije.

Los dos reímos.

Pasó el resto de la semana sin incidentes. Llegó el lunes. Ya no tenía colegio, estaba de vacaciones, pero tenía que ir al psicólogo. Llegaron las 15:00.

- Hola, Adriana.- me saludó Alexa mientras que entraba a la consulta.

- Hola, Alexa- dije.

Le conté todo lo que me había pasado en la semana.

- Hasta que no vuelva a aparecer ese chico, no te podré decir nada. Mientras tanto no quiero que vayas sola por la calle.- dijo Alexa.

- Vale.- dije.

- Respecto al tema de tu tío. Espero que lo lleves lo mejor que puedas ya que no hay cura.- dijo.

- Sí, ya me han contado. Se está investigando una y está bastante avanzada, pero no creo que llegue a tiempo.- dije.

- Bueno, ya se ha acabado la hora. Y recuerda, hacerte daño no es la solución. Sonríe.- dijo Alexa.

Salí de la consulta. Hablé con Marc, mi madre, Cristina y Paola todo lo que había hablado con la psicóloga. David escuchaba atento y parecía sonreír. No parecía afectado. Eso me gustaba. Era muy importante que David sonriera y estuviese bien.

- Me alegro de que todo haya ido bien.- dijo mi madre y me abrazó.

- Yo también me alegro.- dijo Marc sonriendo para después abrazarme.

David iba de mi mano mientras volvíamos a casa, no quería separarse de mi. A la vez iba hablando con Paola de donde iríamos este verano cada una. Una cosa la teníamos segura que iríamos Iker, Marc, ella y yo a la playa acompañados por mis padres y mis hermanos. Después, cada uno, tendría sus vacaciones familiares. No me importaba separarme de Marc durante una o dos semana. Como mucho tres. Sería bueno para mi, me haría fuerte.

Le sonreí a Paola. Ella estaba feliz de verme feliz. Eso era importante.

Al llegar a casa mi madre llamó a mi padre, quería verle. Eso era bueno. Mis padres nos hicieron sentarnos en el sofá y que les escuchásemos atentamente.

- Bueno, vuestro padre y yo.- dijo mi madre.

La interrumpí:

- Id al grano. No quiero sermones.- dije nerviosa.

- Vale, tranquila.- dijo mi padre.

- Como os iba contando.- dijo mi madre

Puse mala cara.

- Vuestro padre y yo hemos decidido…- dijo mi madre.

Estaba pensando en eso. Los veía felices. Seguro que iba a ser esa noticia. Lo sabía, pero quería escucharlo salir de su boca. Lo necesitaba. Lo deseaba.

Mis padres nos miraron sonriendo. Mis hermanos y yo estábamos felices. Los tres sabíamos lo que iban a decir, pero necesitábamos que saliese de su boca. Lo queríamos.

- Decidlo ya.- dijo Cristina suplicando.

David puso cara de súplica. Yo me límite a sonreír.

Mis padres seguían callados.

Cristina y David se pusieron a suplicar. Yo seguía sonriendo y les acompañé.

- Vale, vale, lo diremos.- dijo mi padre.

- Sí, lo diremos.- dijo mi madre.

Su voz sonó a estable no como cuando nos contó lo de nuestro tío.

Por fin podría tener una razón para sonreír.

- Las últimas veces que nos hemos visto ha ido bien y vosotros también habéis influido.- dijo mi madre.

- Y como queremos veros felices y nos importa vuestra opinión y os queremos.- dijo mi padre.

- Hemos decidido….- dijo mi madre.

- Mamá.- dije.

- Vamos a volver.- dijeron los dos al unísono. Todos sonreímos.

                                                  Capítulo 13

Nos abrazamos los cinco.

Mi vida empezaba a ir un poco mejor exceptuando la enfermedad de mi tío, por lo demás iba todo bien. Me llevaba bien con la madre de Marc, María. Mis padres iban a volver, ya no se iban a separar. Estas buenas noticias me hacían sonreír y eso era muy importante para mi.

Decidí ir a casa de Marc para contarle la noticia.

- Hola, Adriana.- dijo Marc al verme.

- Hola.- le saludé con una sonrisa.

- Traes buenas noticias, ¿verdad?- preguntó Marc.

- Sí.- respondí.

- Adelante, cuenta.- dijo Marc.

- ¡Mis padres van a volver!- grité entusiasmada mientras me lanzaba a los brazos de Marc.

Marc me agarró, me miró fijamente, estuvimos así un buen rato hasta que me decidí a besarle. No quería que ese beso acabase nunca.

- ¿Traes alguna otra buena noticia?- preguntó Marc.

- No, no traigo más.- contesté.

- ¿Y esta es capaz de hacerte feliz?- preguntó Marc.

- Sí, estoy muy feliz.- respondí sonriendo.

Marc también sonrío.

Pasé una tarde muy buena con Marc. Me hacía falta pasármelo tan bien.

Martes por la mañana. Paola vino a mi casa, parecía enfadada.

- ¿Qué pasa Paola?- pregunté confusa.

- Me pasa esto.- contestó.

Me enseñó una foto en la que salía cortándome.

- ¡Lo has vuelto a hacer!- exclamó Paola.

- Paola llevo sin hacerlo desde esa vez en el colegio.-dije.

- No me lo creo.- dijo Paola.

- Paola, te prometo que no lo he hecho desde aquella vez. Ayer lo intenté, pero me pararon.- dije.

- ¿Y entonces esta foto?- preguntó.

- ¿Quién te la ha pasado?- pregunté.

- No lo sé. Ha llegado esta mañana a mi buzón, es anónima.- respondió.

- Da igual quien haya sido, a mi lo que me interesa es que me creas.- dije.

Paola se marchó sin decir nada. No me creía, de eso estaba segura. Se iba enfadada. Cuando se ponía así no había quien la aguantase. Me dolía que no creyese en mi.

Mi padre llegó a casa, traía un montón de cosas. Estaba haciendo la mudanza. Se venía a vivir con nosotros.

- ¡Papá!- exclamé al verle.

- ¡Adriana!- exclamó él.

Sonreí. Él también. Nos abrazamos.

- Se ve que vienes muy cargado.- dije.

- Sí. ¿Puedes ayudarme?- preguntó.

- Claro que sí.- respondí.

Cogí varias cajas y las fui pasando al salón. Cuando estaban todas, empezamos a desembalarlas.

- ¿Dónde pongo esto?- preguntó mi madre.

- Donde quieras.- contestó mi padre.

 Y así pasamos un buen rato hasta que nos cansamos.

- Bueno, mañana seguimos, nos faltan pocas cosas ya.- dijo mi padre.

Comí y me fui a casa de Marc. Tenía que contarle lo que me había pasado con Paola.

Llegué a su casa y se lo conté todo.

- Deberías hablar con ella y hacerla entrar en razón.- dijo Marc.

- Ya lo sé, pero sabes que es muy cabezona.- dije.
Marc fue a por algo de beber, en su casa solo estábamos él y yo, ya que sus padres habían ido al ginecólogo para saber como iba el embarazo. Dentro de dos o tres meses les dirían de que sexo iba a ser el bebé.

Fui al baño. Empecé a llorar.

- ¿Adriana?- preguntó Marc.

Eché el pestillo.

- ¿Estás en el baño?- preguntó.

- Sí.- respondí susurrando, pero Marc me oyó.

- Adriana, sal del baño.- dijo Marc.

Me quedé callada. Vi una cuchilla. La cogí.

- ¡Adriana!- gritó Marc.

 Le oí irse. ¿Por qué se iba? ¿Acaso no le importaba?

Le oí volver. También, oí como forzaban la puerta. Consiguió abrirla.

- Suelta eso.- dijo Marc intentando calmarme.

No le hice caso.

- Adriana, por favor.- dijo Marc.

Le miré, le veía borroso por culpa de las lágrimas.

- Suelta la cuchilla, Adriana. No lo hagas.- dijo Marc.

Presioné un poco más. Me dolía verle ahí. Verle como intentaba hacer que yo no me cortase.

- ¿Por qué quieres hacerlo?- preguntó Marc.

- Paola.- no pude responder otra cosa.

- ¿El enfado con Paola?- preguntó Marc.

Asentí.

- Pero esto no es la solución.- dijo Marc.

Separé un poco la cuchilla. Marc se acercó.

- Adriana…- dijo Marc.

Le miré.

Él me miró.
Sonreímos.


                                                                        Capítulo 14

- Suelta esa cuchilla, no es la solución.- dijo Marc.

Sonreí, solté la cuchilla y me abracé a él. No me había hecho nada y todo gracias a él.

- Así me gusta.- dijo Marc.

Recogió la cuchilla del suelo y la puso de nuevo en su sitio.

Sonreí.

Me besó.

Era feliz.

- Gracias por tratarme tan bien Marc, gracias por hacerme recapacitar, gracias por todo.- dije con lágrimas en los ojos.

Marc me secó las lágrimas.

- Yo te doy las gracias por aparecer en mi vida.- dijo.

Marc llamó a mi casa, le contó todo lo ocurrido a mis padres y me dejaron estar un rato más con él, debido a que le tenían confianza.

Estuvimos hablando, no era nada en particular, simplemente gustos, cosas preferidas… Solo por conocernos un poco.

- ¿Tu color favorito?- preguntó Marc.

- Azul.- respondí.

- ¡El mío también!- exclamó Marc.

Los dos reímos.

Pasamos toda la tarde preguntándonos cosas y también vimos un rato la tele abrazados, cada uno pensando en sus cosas a la vez. Yo pensaba en un futuro juntos. Muy lejano, tal vez ni llegásemos a tener un futuro.

Volví a mi casa.

Nada más entrar por la puerta mi madre me abrazó. Lo hacía porque quería que notase el cariño para que no me hiciese daño.

- ¿Estás bien?- preguntó mi padre.

- Sí.- contesté enseñando mis brazos.
- Después del incidente, en el cual no me hice nada, estuve bien con Marc. Hablamos de nuestras cosas, nuestros gustos, etc. Y vimos un rato la tele.- dije dejando de enseñar mis brazos.

- Nos alegramos.- dijo mi padre refiriéndose a la familia.

Llegó David. Me abrazó.

- Estoy bien, pequeño.- dije.

Él seguía abrazándome, no quería separarse de mi.

- ¿Paola está enfadada contigo?- preguntó mi madre.

- Sí.- respondí.

- ¿Por lo del otro día?- preguntó mi madre.

- Sí.- contesté.

- Si se va a enfadar por eso… Debería ser comprensiva.- dijo mi madre.

- ¡Eso mismo!- exclamé.

- No creo que ella sea una amiga de verdad…- dijo mi madre.

Contuve las lágrimas que asomaban por mis ojos y fui valiente:

- Debería de dejarla de lado si no va a ser comprensiva.- dije.

Mi madre asintió.

- Pero antes le voy a dar una última oportunidad y le voy a explicar todo.- dije.

- ¿Y si te vuelve a fallar?- preguntó mi hermana.

- Entonces ya si que la dejaré de lado. Tengo que pasar página si ella sigue así.- respondí.

- Me parece bien.- dijo Cristina.

- ¿Cuándo vas a hablar con ella?- preguntó mi padre.

- Mañana o pasado.- contesté.

Todos asintieron.

Cenamos y me fui a dormir. Estaba cansada. Mañana sería un nuevo día. A ver si era mejor que el de hoy. Tenía que ser fuerte y valiente. Se que podía.

Me desperté. Todavía tenía sueño. Quería dormir más, pero apareció mi hermano David para darme los buenos días.

- ¡Buenos días, Adriana!- exclamó David dándome un beso en la mejilla.
- Déjame dormir un poco más.- dije.

- ¡No! Es hora de levantarse.- dijo David quitándome la sábana.

Refunfuñé.

Él me abrazó.

- Vale, ya me levanto.- dije.

Me cogió de la mano y bajamos a desayunar. Era feliz si David era feliz.

- Oye, David. Si tú eres feliz, yo lo soy. Así que debes serlo siempre.- dije.

Mi hermano sonrió.

- Lo seré siempre.- dijo.

Sonreí.

- Me gusta veros a todos felices.- dijo mi madre.

- Y a mi a vosotros unidos.- dije.

- ¿Vas a hablar hoy con Paola?- preguntó Cristina.

- Sí. Ahora cuando acabe de desayunar y me vista voy a su casa.- contesté.

Terminé de desayunar y me vestí. Me dirigí a casa de Paola. Estaba decidida a hablar con ella de todo, absolutamente de todo. Llegué y toqué el timbre. Me abrió ella.

- ¿Qué haces aquí?- preguntó Paola con cara de pocos amigos.

- Vengo a hablar contigo.- respondí.

- No quiero saber nada.- dijo Paola intentando cerrar la puerta.

Apoyé la mano en la puerta. No se la deje cerrar.

- Adriana, no quiero hablar contigo.- dijo Paola.

- Yo sí.- dije.

Paola refunfuñó.

- Paola, déjame explicarte. Debes ser comprensiva. Yo lo sería si estuvieses en mi situación.- dije.

- Vale, cuéntame.- dijo Paola.

Paola no estaba muy conforme, pero yo se lo iba a contar quisiese o no quisiese. Así que era mejor que quisiese.

- Lo primero de todo es que debes ser comprensiva.- dije.

Paola asintió.

                               Capítulo 15

- Paola, te prometo que la última vez que lo hice fue en el colegio. Lo prometo.- dije.

- Te creo.- dijo Paola.

Esta vez si que me creía.

- Ayer lo intenté, pero Marc. Él siempre es tan comprensivo.- dije.

- Me alegro de que te ayudase.- dijo.

Era verdad, se alegraba. Yo notaba siempre cuando Paola decía la verdad o mentía. La conocía desde pequeña por eso lo sabía.

- Adriana, olvida mi enfado, ¿vale?- dijo Paola.

- Vale.- dije sonriendo.

Ella sonrío.

- Esta es la última oportunidad que te doy Paola.- dije.

- ¿Por qué?- preguntó.

- Porque debes ser comprensiva conmigo y no desesperarte así porque sí.- respondí.

- Vale.- dijo Paola sonriendo.

Nos abrazamos.

- Te prometo que seré comprensiva y no me desesperaré.- dijo Paola.

- Eso espero.- dije.

Nos volvimos a abrazar.

- Debo irme.- dije.

- Vale, adiós.- dijo Paola.

Volví a casa. Le conté lo ocurrido a mis padres.

- Vale, si te vuelve a fallar, ya sabes.- dijo mi padre.

- Lo sé.- dije.

- Esperemos que cambie.- dijo mi hermana Cristina.

La semana pasó sin incidentes. Llegó el Lunes, me tocaba ir al psicólogo.

Entré.

- Hola, Adriana.- me saludó Alexa con un tono amable.

- Hola, Alexa.- la saludé con el mismo tono.

Le conté todo.

- Me alegro que Marc te ayude tanto.- dijo.

- Y a mi.- dije sonriendo.

- Si Paola no lo comprende y hace lo mismo. Tendrás que dejarla atrás.- dijo Alexa.

- Sí, es lo que tenía pensado.- dije.

- ¿Y qué tal tu tío?- me preguntó.

- Está feliz.- contesté.

- Me alegro.- dijo Alexa.

- Mi hermano David ahora demuestra más que me quiere y me cuida. Eso lo agradezco.- dije.

- Cuéntame.- dijo Alexa.

 Le conté todos los besos, abrazos y momentos que tuve con mi hermano David.

- ¿Cuántos años tiene?- preguntó Alexa.

- Diez.- respondí.

- Es un niño que se da cuenta de todo y le afecta, pero a pesar de eso sonríe y lo hace por ti. ¿A qué si?- dijo Alexa.

Asentí.

- Bueno, se acabó la hora. Ya no nos volveremos a ver hasta que vuelvas de vacaciones.- dijo Alexa.

- Sí, adiós.- salí sonriendo.

Marc me esperaba fuera, era el único. Nadie más pudo acompañarme. Le conté todo lo que hablé con Alexa.

- ¿Y qué sensaciones tienes?- preguntó Marc mientras que caminábamos hacia su casa ya que mis padres se habían ido a comprar con Cristina y David y no volverían hasta las 20:00 o así.

- Buenas.- respondí sonriendo.

- Me alegro.- dijo Marc.

-Estoy feliz, Marc.- dije.

- Se nota.- dijo Marc sonriendo.

Nos paramos. Sonreímos. Nos acercamos. Nos abrazamos. Nos besamos. Sonrisa sobre sonrisa. Felicidad en mi rostro.

Reanudamos la marcha. Llegamos a casa de Marc.

- ¿Qué quieres de beber?- preguntó Marc.

- Una coca-cola estará bien.- respondí.

Me sonrió desde la cocina. Encendí la tele.

- ¿Vemos una película?- pregunté.

- Vale.- contestó Marc.

Marc se sentó a mi lado y me abrazo. Empezamos a hablar de la película y por cuestiones de la vida acabamos discutiendo. Nuestra primera discusión.

- Eres un poco cabezona.- dijo Marc.

Le miré con mala cara.

- No te pongas así. Es la verdad.- dijo Marc.

Le dí la espalda.

- Vale, enfádate.- dijo Marc mientras recogía los vasos.

Le miré. No quería estar así con él.

- Marc…- dije.

Pude con mi orgullo.

- ¿Sí?- preguntó Marc girándose.

- Lo siento.- dije.

Marc se volvió a girar.

No me lo podía creer. Ponía a su orgullo antes que a mi.

Me giré. Marc se acercó. Apoyo sus manos sobre mis hombres. Me giré. Le miré. Él me miro. Encogió los hombros. No entendía ese gesto.

- ¿Qué significa ese gesto?- pregunté.

Marc no respondió.

- Dímelo, Marc.- dije.

Marc se quedó callado.

- Marc, dímelo, por favor.- dije dándole un puñetazo en el brazo.


Capítulo 16

- Te lo digo, pero deja de pegarme.- dijo Marc.

Le dejé de pegar.

- Que te perdono. Yo no puedo estar enfadado contigo.- dijo Marc.

Sonreí. Le besé. Recogí mis cosas y fui a casa.

- ¿Qué tal?- preguntó mi madre al verme.

Le conté como me fue en el psicólogo.

- Está bien.- dijo mi madre.

- ¿Y con Marc?- preguntó Cristina.

Les conté todo. Hasta la pelea.

- ¿Pero ya os habéis arreglado?- preguntó mi padre.

- Sí.- contesté.

- ¿Tienes ya las maletas hechas?- preguntó mi padre.

- Sí. Marc, Iker y Paola también.- contesté.

- Bien. Mañana salimos a las 8:00, así que tienen que estar aquí a alas 7:30 o así. ¿Lo saben?- dijo mi padre.

- Sí, lo saben. Se lo comuniqué por teléfono.- dije.

Fui a dormir.

Por la mañana:

- ¿Estamos listos?- preguntó mi madre.

- Sí.- respondimos todos.

En un coche nos montamos mi padre, Iker, Paola, Marc y yo. En otro coche, mi madre, mi hermano y mi hermana.

Nos pusimos en marcha. Íbamos a Alicante y cuando pasase una semana o así. Dejaríamos en Madrid a Iker, Paola y Marc, y mi familia y yo iríamos a Galicia a disfrutar de nuestra vacaciones familiares.

Después de una cuantas horas de viaje llegamos a Alicante. Lo primero que hicimos es entrar en el apartamento y colocar las cosas. Tenía cuatro habitaciones, una cocina, dos baños, un salón y una terraza. En la habitación principal dormirían mis padres. En una habitación dormirías Cristina, Paola y yo. En otra habitación dormirían David, Iker y Marc. La otra la utilizaríamos de ropero.

- Ahora vamos a descansar un poco y después bajaremos a la piscina. Ya iremos a la playa mañana.- dijo mi madre.

Todos asentimos.

Algunos se fueron a dormir a las habitaciones, otros nos quedamos en el salón viendo la tele o jugando a las cartas.

Era hora de bajar a la piscina.

- ¡Marc deja de salpicarme!- grité.

Marc se acercó a  mi y me susurró:

- ¿Y si no quiero?

Me salpicó de nuevo.

Me di la vuelta. Él seguía salpicándome.

- No te enfades.- dijo Marc.

- Si me enfado. Yo no quiero que me salpiques y tú lo haces.- dije.

Marc se acercó a mi y me abrazó con sus fuertes brazos.

- Bueno, si te pones así, no me enfadaré.- dije.

Me giré. Me quedé mirándole fijamente. Él seguía abrazándome. Nuestras narices chocamos. Sentíamos la respiración del otro. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Marc lo notó y me abrazó más fuerte para que notase su calor. Solo existíamos él y yo. Marc y yo. Solo los dos. Nos besamos. Sonrisa sobre sonrisa.

- ¡Eh, parejita!- gritó Iker.

Le miramos.

- ¡No solo existís vosotros dos!- gritó Iker mientras sacaba la lengua.

Nosotros también le sacamos la lengua.

Mi padres se rieron.

David sonrió.  Cristina y Paola también.

Yo me salí de la piscina. Ya tenía frío. Marc siguió nadando. Una chica se me acercó:

- Ese chico es muy guapo. Es tu novio, ¿no?- dijo.

- Sí.- respondí.

No tenía ganas de hablar.

Marc salió de la piscina y dio un beso en la mejilla. Yo sonreí a la chica.

- Bueno, me voy.- dijo la chica.

- ¿Qué quería?- preguntó Marc.

- No sé. Me preguntó si eras mi novio y me dijo que eras muy guapo.- contesté.

- ¿Y tiene la cara de venir a decirte eso?- preguntó Marc.

- Parece ser que sí.- respondí.

- Bueno, pero tú no te pongas celosa ni seas desconfiada. Que yo solo te quiero a ti.- dijo Marc.

La chica sonrió a Marc. Entonces, Marc me besó. A la chica se le cambió la cara.

- Que ella no te joda las vacaciones.- dijo Marc.

- No lo hará. Te tengo a ti.- dije.

Sonreí. Besé a Marc. Iba a disfrutar de las vacaciones con mi familia, mis amigos y mi novio. Esa chica no me iba a joder las vacaciones.

Marc y yo tomamos un poco el sol. Después, se fue a jugar al tenis. Yo fui a verle. Iba a jugar contra mi padre. Las risas estaban aseguradas. La chica parecía haberse ido, pero no.

- Va a jugar un partido de tenis. A parte de guapo, deportista. Eso me gusta.- dijo.

- Sí, lo que pasa es que no está a tu alcance porque tiene novia y la ama.- dije mal humorada.

- Bueno, no te pongas así, mujer.- dijo la chica.

- Cómo quieres que me ponga si me vienes a decir esas cosas cuando él es mi novio.- dije todavía mal humorada.

- Se ve que contigo no se puede hablar contigo.- dijo la chica y se fue.

Suspiré aliviada. A ver si me dejaba ya en paz a mi y a Marc.

- ¡Vamos Marc!- exclamé.

- ¿Y a mi no me vas a animar?- preguntó mi padre.
- Sí, pero menos.- contesté.

Mi padre me miró mal. Yo me reí.


                                  Capítulo 17

Acabaron de jugar el partido. Mi padre ganó.

- ¿Y ahora qué?- preguntó mi padre.

- Sigo apoyando más a Marc.- respondí.

Mi padre me dio la espalda.

- Pero no te enfades, yo te quiero.- le dije.

Seguía dándome la espalda.

- Vale, enfádate. Ahora tienes dos trabajos. Enfadarte y desenfadarte.- dije.

Marc me abrazó y me susurró al oído:

- Se le pasará.

Sonreí.

Volvimos a la piscina. Allí estaba la chica.

Puse cara de asco.

- ¿Qué pasa?- preguntó Marc.

- La chica, que está ahí.- contesté.

- Pues vamos a ponerla celosa.- dijo Marc y al instante me besó.

Me quedé asombrada.

Me abrazó y me empezó a dar besos en la mejilla.

Volvimos a caminar mientras él me agarraba de la cintura. La chica me miraba mal, yo simplemente no podía parar de reírme. Se giró, no quería ver esa escena.

- Ves, ya no me mira. A ti tampoco, te tiene envidia.- dijo Marc.

Sonreí, le besé.

- Que ni se le ocurra acercarse a ti.- dije.

- No lo hará y si lo hace, yo la voy a rechazar.- dijo Marc.

Le sonreí. Él también lo hizo.
La chica parecía que ya no daba problemas, pero nunca se sabe. Podría volver a acercarse.

Volvimos al apartamento.

- Esa chica que te preguntaba por Marc, ¿te estaba molestado?- preguntó Cristina.

- Sí, bastante.- contesté.

- ¿Qué te decía?- preguntó Cristina.

Le conté lo que la chica me dijo.

- ¡¿Cómo se atreve?!-exclamó Cristina

- Eso mismo me pregunto yo.-dije.

- Pero yo solo quiero a Adriana y puede venir las veces que quiera y decir todo lo que quiera, que yo la voy a rechazar y voy a seguir con Adriana.- dijo Marc.

Sus palabras me tranquilizaron. Sus palabras siempre me tranquilizaban. No sé como lo hacía.

- ¿Mañana vamos a la playa?- preguntó David.

- Sí.- respondió mi madre.

Miércoles por la mañana.

- Venga, todo el mundo en pie. Que son las 10:00 y vamos a ir a la playa. Después volvemos para comer y volvemos a bajar a la playa.- dijo mi madre.

Desayunamos, no demasiado y bajamos a la playa.

Me metí en el mar con David, el pequeño tenía miedo y tenía que estar con él.

- David no pasa nada. Son unas simples olas. No son demasiado altas.- dije.

David me soltó la mano y empezó a meterse un poco más adentro. Parecía que ya no tenía miedo. Marc vino por detrás y me abrazó.

- ¡David no vayas muy lejos!- grité.

Davis se giró y gritó:

- ¡Hasta aquí!

Asentí.

- No te preocupes, estará bien. Va Cristina con él. Ahora vamos a la toalla.- dijo Marc.

Asentí.

Mis padres habían ido a por unos helados y unas botellas de agua.

- Que pareja más bonita hacéis.- dijo Iker.

- Yo también lo pienso.- dijo Paola.

Marc y yo sonreímos.

- Gracias.- dijimos al unísono.

Llegaremos mis padres y me preguntaron por David, yo les conté que estaba con Cristina.

Llegaron David y Cristina. Bebimos agua y comimos un helado mientras charlábamos y nos reíamos.

Marc empezó a salpicarme.

- Marc, en la piscina si quieres me salpicas. Aquí no, que el agua es salada y escuece en los ojos.- dije.

Marc se acercó a mi y me abrazó.

- Lo siento. No lo volveré a hacer.- dijo.

Sonreí. Le besé.

Paola nos hizo una foto. La saqué la lengua. Iker se reía.

- Ni caso, preciosa.- dijo Marc.

Me reí.

- Me encanta verte reír.- me susurró al oído.

Volvimos a la apartamento y comimos. Volvimos a la playa. Y allí, estaba la chica. No me lo podía creer. ¿Nos seguía o qué?

Se acercó a nosotros. Marc se dio cuenta y me besó mientras me agarraba de la cintura. Cuando terminamos de besarnos, la chica estaba un poco más lejos que antes, pero empezó a caminar otra vez hacia nosotros. Marc me abrazó y me decía cosas al oído:

- No te preocupes. Todo va a estar bien. Confía en mi. Yo solo te quiero a ti.

La chica se acercó y dijo:

- Hola, Marc.

- Hola.- dije.

Ella me ignoró.

Marc y yo nos apartamos y seguimos nuestro camino al agua agarrados de la mano. A ella se le quedo una cara de envidia. No sé porque se había obsesionado tanto con Marc, ¿y cómo sabía su nombre? Tal vez lo había escuchado…

                             Capítulo 18

Jueves por la mañana:

Bajamos a la piscina. Allí estaba la chica.

- ¡No me lo puedo creer!- exclamé.

- ¿Qué pasa?- preguntó Marc.

- La chica, que está ahí.- dije.

Marc me susurró:

- Confía en mi.

Nos pusimos a tomar el sol y la chica se acercó.

- Perdón, por ser estos días así. Solo quería juntarme con vosotros. Creo que no fue la mejor manera acercarme, lo siento. Me llamo María.- dijo.

Sonreí. Era una sonrisa forzada, pero no se notó mucho.

Marc ni siquiera sonrió.

David se acercó a nosotros. Marc parecía estar incómodo. María o al menos así dijo que se llamaba cada vez se acercaba más a Marc. Decidí acabar con esta situación y me puse entre ella y Marc. David se sentó en mis piernas. La sonreí. Marc me dio un beso en la mejilla mientras que la sonreía.

- Voy a por unos helados.- dijo mi madre.

- Vale.- dije yo.

María se levantó y parecía haberse ido, pero volvió y se sentó al otro lado de Marc. Yo ya no pude contenerme.

- María, déjale ya en paz.- dije.

- No te pongas celosa, mujer.- dijo.

- María, déjame en paz. Yo solo quiero estar con Adriana y con su hermano. Tú aquí sobras.- dijo Marc.

María besó a Marc. Me quedé paralizada por unos segundos, pero pronto salí corriendo mientras lloraba. Oí  a David llorar y a Marc gritar:

- ¡Eres imbécil! ¡Ella se hacía daño y vas a hacer que se lo vuelva a hacer!

Subí al apartamento. Empecé a buscar en mi maleta, pronto encontré la cuchilla que había traído y que había comprado hacía unos días. Menos mal que no me habían revisado la maleta. Me metí en el baño. Eché el pestillo y me senté en el suelo. Oí a alguien entrar.

- ¡Adriana!- gritó Marc.

Empecé a llorar.

- ¡Adriana! ¿Dónde estas?- gritó Marc.

Me quedé callada, ahogándome entre lágrimas.

Marc intentó abrir la puerta del baño, pero no pudo.

- ¡Adriana, se que estás ahí, abre!- gritó.

Presioné la cuchilla sobre mi muñeca.

- ¿Dónde está?- preguntó mi madre.

- En el baño.- respondió Marc.

Oí otra voz.

- ¿Qué haces aquí?- preguntó Marc.

- He venido a ver que tal está Adriana.- dijo esa voz. En seguida, la reconocí, era la voz de María.

Presioné más fuerte mientras lloraba. Algunas gotas de sangre empezaban a aflorar.

- ¿No hay algo para abrir la puerta?- preguntó mi padre.

- Sí, yo conseguí abrir la puerta del baño de mi casa con un destornillador y un martillo, pero después habrá que arreglar la puerta.- contestó Marc.

- No pasa nada, la arreglaremos, solo que hay que sacar a Adriana.- dijo mi padre.

- Cristina, llévate a David fuera. Paola e Iker iros vosotros también. María tú también vete.- dijo Marc.

- ¿Y yo qué hago?- preguntó mi madre.

- Es mejor que se vaya con ellos.- dijo Marc.

Oí a mi padre revolver varias cosas.

- ¡Ya tengo el destornillador!- gritó mi padre.

- Bien, yo sé donde hay un martillo- dijo Marc revolviendo varias cosas.

 Yo deslicé la cuchilla sobre mi muñeca al pensar en todos los problemas. Me sentí mal porque esto iba a causar dolor a muchas personas, pero me sentí aliviada de soltar el daño psicológico.

Marc y mi padre estaban intentando abrir la puerta. Yo solo lloraba. No podía contener las lágrimas.

- ¡Aguanta Adriana!- gritó Marc.

Pero ya no había que aguantar, no, ahora había que curar y limpiar este estropicio.

Consiguieron abrir la puerta. Mi padre no pudo ver la escena y se fue. Marc se acercó a mi con lágrimas en los ojos y le gritó a mi padre:

- ¡El botiquín!

Mi padre en seguida lo trajo.

- Adriana, no quiero que se vuelva a repetir.- dijo Marc mientras me levantaba para llevarme al lavabo.

Marc me metió el brazo debajo del grifo.

- Escuece.- dije con un hilo de voz.

- Más escuece y duele lo que te has hecho.- dijo Marc.

- No me regañes.- dije en un susurro.

- No lo haré.- dijo Marc mientras me daba un beso en la mejilla y me limpiaba algunas lágrimas.

Marc me curó en el sillón, me puso una venda, dejo pasar a todos los que estaban fuera y él se fue a limpiar el baño.

- Lo siento.- dije mirando a David.

David me abrazó.

Miré a María, pero en seguida aparté la vista.

- No lo vuelvas a hacer.- dijo Cristina.

- Lo intentaré.- dije.

Miré a David. Él seguía abrazándome. Mi madre también me abrazó.

Sonreí.

- Lo siento.- dijo María.

Ni siquiera la miré.

- No sabía que te pasaba esto.- dijo.

- Si te hubieses fijado en mis muñecas…- dije.

- Lo siento. No me voy fijando en las muñecas de las personas.- dijo María.

Aparté la vista.

Llegó Marc.

- Lo mejor será que te vayas, María.- dijo Marc.

 Capítulo 19

Viernes por la mañana:

Bajamos a la piscina. Veía como todos me miraban raro, miré mis muñecas, estaban tapadas por unas vendas… Hoy no me iba a bañar, la cicatriz estaba reciente y no quería que me escociese.

- Marc…- susurré.

- ¿Qué?- preguntó él.

- Me miran raro.- contesté.

- ¿Quién?- preguntó.

- Todos en general.- respondí.

- La gente no sabe nada de lo que te pasa. No te preocupes- dijo Marc.

Me sonrió.

Estiramos las toallas y Marc se fue a bañar. Yo quería bañarme, pero no quería que me escociese la herida ni que se me mojase la venda. David se quedó conmigo.

- Gracias por quedarte aquí conmigo, David.- dije.

- Lo hago porque te quiero.- dijo David y me abrazó.

- Pero David si quieres irte a bañar, vete.- dije.

- Pero solo un ratito, ahora vengo.- dijo David.

María se acercó a mi. No quise ni mirarla.

- Lo siento.- dijo.

No pronuncié palabra.

- Adriana, no seas así.- dijo María.

- No pasa nada. Ahora vete.- dije.

- No me voy a ir así, Adriana.- dijo María.

Marc vio que me estaba molestando y salió de la piscina.
- María, ella no quiere hablar contigo. Déjala.- dijo Marc.

- Vale.- dijo.

Pero no se fue.

- Marc, lo siento, no lo volveré a hacer.- dijo María.

Marc le dedicó una tímida sonrisa.

- Y en cuanto a ti, Adriana, quisiera ser tu amiga.- dijo María.

Yo negué con la cabeza y me levanté.

- ¡Jamás!- grité señalándome la muñeca.

Paola e Iker salieron de la piscina y hablaron con María.

- Ya está, te dejará en paz.- dijo Paola.

- Pero no quiere que la guardes rencor.- dijo Iker.

Asentí.

- Tú a mi me perdonaste, Adriana.- dijo Iker.

- Pero no es el mismo caso. Tú eres mi amigo, ella no.- dije.

- Es parecido.- dijo Iker.

Un chico se acercó a Paola. Paola me miró y la sonreí.

- Parece que Paola está ligando.- dijo Iker.

Marc, Iker y yo nos echamos a reír.

Paola se giró y le dio un manotazo a Iker.

- Te oí.- dijo Paola.

Paola siguió hablando con el chico.

- Bueno, ¿qué te ha dicho?- preguntó Marc.

- Mejor no lo digo, pero va sobre Adriana.- contestó.

- Dínoslo.- dijo Marc.

- Sí, Paola, dilo.- dije.

- No lo diré.- dijo Paola

La miré mal.

- Vale, Adriana, si te pones así. Lo diré.- dijo Paola.

Sonreí.

- Pero no me presiones, eh.- dijo Paola.

Iker atendía atentamente a la conversación. Marc me agarraba de la mano, por si acaso. Yo escuchaba atentamente.

- Su apartamento está al lado del nuestro.- dijo.

- Sí, venga, más rápido.- dije.

- Y ayer nos escucho.- dijo Paola.

Asentí.

- Y sabe lo que te pasa.- dijo Paola.

Me quedé asombrada. No me esperaba que Paola dijese eso.

- Él es psicólogo y durante estemos aquí, quiere ayudarte.-dijo Paola.

Asentí.

- Y si estás dispuesta a hablar con él, adelante. Se llama Luis.- dijo Paola.

Miré a Marc.

Marc puso una cara rara.

- No estés celoso.- le dije a Marc dándole un beso en la mejilla.

- ¿Cómo no quieres que no lo este?- preguntó Marc molesto.

- Porque debes confiar en mi.- respondí.

- Pero mira como está el chico.- dijo Marc.

- Marc, en la vida yo no seré la única que te atraiga físicamente y tú no serás el único que me atraiga físicamente, pero tenemos que confiar en el otro y no ponernos celosos porque los celos no son confianza.- dije.

- Uy, si me lo dijo la celosa.- dijo Marc.

Me reí.

- ¿Pero es verdad o no es verdad?- pregunté.

- Es verdad.- contestó Marc.

- Pues a partir de ahora vamos a intentar no ser celosos.- dije.

- Vale.- dijo Marc sonriendo.

- Ahora voy a hablar con Luis, pero tú te vienes conmigo Marc.- dije.

Agarré a Marc de la mano y me dirigí a donde estaba Luis.

                              Capítulo 20

- Hola.- saludé a Luis.

- Hola, ¿Adriana?- dijo Luis.

- Sí.- respondí.

- ¿Quién es él?- preguntó Luis.

- Se llama Marc, es mi novio.- contesté.

- Vale. Bueno, vamos a otro sitio y si quieres hablamos.- dijo Luis sonriendo.

Nos encaminamos hacia un banco. Nos sentamos.

- ¿Tienes psicólogo?- me preguntó Luis.

Asentí.

- ¿Cuándo vas a la consulta?- preguntó Luis.

- Los lunes de 15:00 a 16:00.- respondí.

Le conté varios problemas y varias cosas. Marc escuchaba atento.

- Pero Adriana, la solución no es dañarte a ti misma.- dijo Luis.

- Lo sé, pero esto se ha convertido en una adicción.- dije.

- Lo comprendo Adriana, he tratado y trato pacientes como tú, pero hay que salir de esto.- dijo.

Asentí.

- Toma mi número de teléfono y si necesitas hablar o algo, me llamas. Cuando vuelvas a ver a tu psicóloga, le cuentas esta charla y si tenemos alguna más, se las cuentas también. Eh, Marc, no te pongas celoso. Yo tengo novia y nunca me liaría con una menor.- dijo Luis sonriendo.

Se fue.

- ¿Ves?- dije.

Marc me besó.

- Ahora eres como un león que intenta defender su territorio y Marc, yo ni soy tu territorio ni soy tu posesión. ¡Soy una persona, soy tu novia! ¡Y tengo derechos!- exclamé para después irme enfadada.

- ¿Qué ha pasado?- preguntó mi madre.

Le conté todo.

Marc se acercó e intentó a hablar conmigo:

- Ni lo intentes, Marc, está muy enfadada.- dijo Cristina.

Yo ni siquiera le miré. Marc se sentó cerca de mi.

Paola le susurró algo. Iker también. Marc se fue.

- Debes perdonarle.- dijo Iker.

No contesté.

- Adriana, él está celoso. Tú también lo estuviste y confiaste en él. Él no se enfadó y no hizo nada. Tú tampoco deberías enfadarte. Él confía en ti aunque esté celoso.- dijo Paola.

Ahí tenía razón. Él no se enfadó conmigo cuando yo estaba celosa.

- Pero el me trata ahora mismo como si fuese su posesión.- dije molesta.

- Adriana, eso no es así.- dijo mi padre.

No pronuncié palabra.

Marc apareció. Traía algo, pero no me importaba lo que traía. Se sentó a mi lado. Me sonrió. Yo no le dediqué ningún gesto. Seguía enfadada. Marc no estaba seguro si de lo que traía me lo iba a dar o no. Paola le hizo un gesto para que me lo diese. Yo no le miré.

- Toma.- dijo Marc.

Lo cogí. Le miré. Sonreí.

- Te lo compré porque llevabas mucho tiempo sin hacerte daño aunque te estuviese costando, te lo iba a dar ayer, pero paso lo que paso. Pero igualmente te lo doy, ahora es para que me perdones.- dijo Marc.

Empecé a quitar el papel que envolvía el regalo, cuando lo vi me quedé asombrada. Era un tigre blanco de peluche. Sonreí involuntariamente.

- Gracias.- dije un susurro.

- Dilo más alto.- dijo Marc.

- Gracias.- esta vez lo dije un poco más alto.

- Me vale.- dijo Marc sonriendo.

No podía pronunciar palabra. El regalo me encantaba.

- Me encanta, Marc, me encanta. Muchas gracias.- dije.

Marc sonrió y me dio un beso en la mejilla. Me aparté.

- ¿Qué pasa?- preguntó Marc.

- Todavía sigo enfadada.- dije.

- Pero dentro de poco ya no lo estarás.- dijo Marc sonriendo.

Su sonrisa era tan bonita, me encantaba.

- Ya lo veremos.- dije.

Marc me cogió la mano y la besó. Me quedé sorprendida. Me puso una pulsera en la mano. Me quedé mirándola.

- Y otro regalo más. Cada vez que vayas a hacerte daño, mírala, recuérdame. Yo te daré fuerzas para no hacerlo.- dijo Marc.

Le abracé con lágrimas en los ojos.

No podía estar enfadada con él. No podía. No quería. No debía.

- ¿Todavía sigues enfadad?- preguntó Marc susurrándome al oído.

No pude contestar.

- Tranquila, cuando puedas me contestas.- dijo Marc.

Asentí.

- Asimílalo y me dices la respuesta.- dijo Marc.

Dejé de abrazarle y le besé.

- Espero que esto contesté a tu pregunta.- dije.

Marc no pudo decir nada, solo asintió.

David me abrazó. Le sonreí.

- Me alegro de que estés feliz.- dijo David.

Mi madre, mi padre, Cristina, Paola e Iker sonrieron. Marc me miró y también sonrió. Yo me puse roja. Marc me dio un beso la mejilla.

- Te quiero.- dijo Marc.

Era la primera vez que me lo decía. Había llegado el momento. Yo también tenía que decirle algo y estaba preparada.

- Yo te quiero más.- dije.

Marc sonrió y me dijo:

                               Capítulo 21

- No, yo más.- dijo.

- Bueno, pero no empecemos como las típicas parejas a discutir por quien quiere más al otro. Los dos por igual y ya está.- dije sonriendo.

Marc sonrió.

- Vale, dejémoslo así.- dijo.

Sábado por la mañana:

- ¡Vamos, arriba!- gritó mi madre.

- ¡Nos vamos a Terra Mítica!- gritó mi padre.

Me levanté de un salto de la cama, fui a la habitación de los chicos y tiré a Marc de su cama.

- Eh, tranquila.- dijo Marc.

Iker y David se levantaron. Paola y Cristina también.

Pasados unos cuantos minutos, ya estábamos todos preparados. Nos fuimos a Terra Mítica. No tardamos mucho, como mucho veinte minutos.

Entramos a Terra Mítica y había unas estatuas. Nos hicimos varias fotos. La que más me gustó, fue la foto en la que Marc y yo salíamos besándonos. Esa foto ya tenía pensado imprimirla para ponerla en mi habitación. Sabía que esa foto me daría fuerzas para no hacerme daño.

Me quedé un poco atrás.

- ¡Vamos!- gritó Paola.

Aceleré el paso y llegué a donde estaban.

Pagamos la entrada y entramos.

Nada más entrar había una barca para montarse y nos montamos. Damos una vuelta y vimos una casa. Bajamos y continuamos andando. Fuimos a un simulador.

- ¡Mira mamá!- gritó David.

Lo que señaló David eran unas cataratas, allí que nos fuimos a montar. Eran un poco empinadas, bueno, un poco no. Eran muy empinadas. Nos mojamos un poquito y fuimos a ver que tal habían salido las fotos al tirarnos. Todos salíamos muy graciosos. Fuimos al laberinto del minotauro, había que matar muchos monstruos. El que ganó más puntos fue Iker, tenía mucha puntería. Fuimos a una especie de girador que nos levantaba al aire y nos daba vueltas. Nos montamos Paola, Iker, Marc, Cristina y yo. Ya que David no podía montar y mis padres se iban a quedar con él. Nada más montar, le di la mano a Marc y le dije:

- Tú eres mi protector mientras que estoy subida en esto.

Marc sonrió.

Empezó la atracción y me solté de la mano de Marc. Empezamos a gritar.

Vimos una montaña rusa en la que no ibas normal, ibas colgado de los pies y la cabeza se te quedaba colgando. Yo no me monté. Me iba a marear, lo sabía. Se montaron Iker y Cristina.

Fuimos a otro simulador.

- Vamos a descansar un rato.- dijo mi madre.

Marc me agarró de la cintura. Le sonreí.

- Eres preciosa, que nadie te haga creer lo contrario.- dijo Marc.

Me quité un mechón de la cara. Me puse roja. Marc me besó. Sonreí. El sonrió. Sonrisa sobre sonrisa.  Para nosotros no existía nadie más, solo nosotros.

Reanudamos la marcha. Fuimos a otras cataratas. Nos mojamos otro poquito. Vimos las fotos. Nos reímos un rato y proseguimos.

Entramos en la zona infantil. David se montó con mi padre y mi madre en varias atracciones. Paola, Marc, Cristina, Iker y yo nos fuimos a montar a la montaña rusa de madera.

- Tengo miedo.- le susurré a Marc en el oído.

- Yo te protejo.- me dijo.

Me abrazó.

- Oye, esa parejita, ¿no se puede dejar de dar amor por unos minutos?- preguntó Paola.

La saqué la lengua. Ella también. Nos reímos.

- A ti te gusta Iker.- le dije a Paola.

La atracción empezó.

- ¡A mi ella sí!- gritó Iker.

Paola se quedó callada hasta que bajamos de la montaña rusa.

- ¿Quieres ser mi novia?- le preguntó Iker a Paola.

Paola me agarró del brazo y me apartó del resto. Me quejé.

- A ver, escucha atentamente.- dijo Paola.

Asentí.

- Durante las últimas dos o tres semanas, Iker me ha tratado muy bien.- dijo Paola.

Volví a asentir.

- Yo a él le gusto, lo acabas de ver.- dijo Paola.

- Sí, lo he visto.- dije.

- Y yo…- dijo Paola.

- ¿Y tú qué?- pregunté.

Paola me agarró otra vez del brazo y me llevó más lejos.

- No sé…- contestó.

- ¿No sabes qué?- pregunté.

- No sé, si siento algo.- respondió.

- Sientes algo, Paola. Lo sabes tú, lo se yo. Tal vez lo sepa Iker.- dije.

Paola se quedó callada.

- Eh, Paola, ¿a qué es verdad?- pregunté.

Paola siguió callada.

- Bueno, si te vas a quedar callada… Pero sabes que sientes algo por Iker y no lo puedes remediar. Si quieres salir con él, adelante. Él te quiere.- dije.

Paola tomó una decisión y fue a decírsela a Iker.

- Ya he decidido.- dijo Paola.

- Dime tu decisión.- dijo Iker sonriendo.

Paola se quedó callada.

- Vamos, Paola.- dijo Iker.

- Espera, Iker, déjala, no es fácil decir lo que va a decir.- dije.

Iker se preocupó un poco.

- No te preocupes, Iker.- dije sonriendo.

Paola seguía callada no podía pronunciar palabra. Iker esperaba atento su decisión. El resto también esperaba su decisión.

- Si quiero salir contigo.- dijo Paola con una sonrisa de oreja a oreja.

                          Capítulo 22

Paola estaba feliz, se lo notaba.

Iker abrazó a Paola.

Yo sonreí. Marc también. Marc me agarró de la mano.

Continuamos nuestra excursión a Terra Mítica.

Fuimos a una atracción que se llamaba ‘infierno’, era como una montaña rusa, pero que nos llevaban hacia adelante, hacia atrás,  nos giraban, etc. Yo, por supuesto, que no me monté. Una montaña rusa lo pasaba, pero esto ya no. Marc, Iker y Cristina si que se montaron. David no podía montar. Mis padres no querían montar y Paola y yo igual.

- Bueno, ahora podremos hacer quedadas de parejitas.- le dije a Paola.

Paola se rió.

- Ahora ya no puedes hacerme de picar, porque lo haré yo también.- dije.

Paola volvió a reír.

Nos abrazamos. Sonreímos.

- Gracias por ser mi amiga.- dije.

- No, gracias a ti por serlo.- dijo Paola.

Reanudamos la marcha.

Había varias estatuas y edificios. Nos hicimos un montón de fotos hasta que llegamos a la lanzadera. Nos montamos todos excepto mi madre que se tuvo que quedar con David, pero ella no se quería montar. Nos lo pasamos muy bien. Seguimos haciéndonos fotos.

Fuimos al tiovivo, David se montó, bueno, nos montamos todos y después, fuimos a una atracción que nos elevaba hacia el cielo, nos giraba y nos bajaba.

Reanudamos la marcha y nos dirigimos a los ‘donuts.’ Era como una especie de rueda en la que nos montamos e íbamos por el agua moviéndonos y mojándonos. Marc me iba dando besos en la mejilla y en los labios. Iker igual a Paola. Las dos estábamos felices y confiábamos la una en la otra. Nuestra amistad estaba reforzada.

Fuimos a los coches de choque. Nos montamos todos y nos divertimos un rato. Y para finalizar este gran día, fuimos al mirador. Nos montamos dos veces. ¡Las vistas nos encantaron!

Este gran día en Terra Mítica acabó y yo me llevé un montón de fotos para el recuerdo.

- ¡Qué cansa estoy!- exclamé al llegar al apartamento.

- Creo que todos lo estamos.- dijo Marc.

- Descansemos un poco y esta noche bajaremos un rato a las pistas de fútbol a jugar si queréis.- dijo mi padre.

Asentimos.

Bajamos por la noche a las pistas de fútbol y allí estaba María.

Marc me cogió la mano para tranquilizarme.

- Hola.- saludó María alegremente.

- Hola.- saludé secamente.

- Quería hablar contigo.- dijo María.

- Pero yo no.- dije y continúe andando para sentarme en un banco.

Marc se quedó hablando con ella. Paola le acompañaba. Iker se vino conmigo.

- Al menos, deberías escucharla.- dijo Iker.

- No quiero.- dije.

- Eres una cabezona, Adriana.- dijo Iker.

- Lo sé.- dije.

Marc se acercó. Paola se quedó hablando con ella.

- Ve a hablar con ella.- dijo Marc.

- No.- dije secamente.

- Adriana.- dijo Marc.

- No, Marc, no quiero saber nada que tenga que ver con ella.- dije.

- Adriana, solo es hablar con ella. Así ella se queda más tranquila, no hace falta que la perdones ni que seáis amigas.- dijo Marc intentando levantarme.

No respondí.

Marc me agarró más fuerte del brazo y me tiró.

- ¡Marc, déjame!- grité.

- Iker, ayúdame, dijo Marc.
Iker me empujó fuera del banco. Marc me agarró más fuerte del brazo. Yo intenté resistirme, pero él tenía más fuerza.

- ¡Marc!- grité.

- Vas a hablar con ella.- dijo Marc.

- ¡No quiero!- grité.

- Te obligo yo.- dijo Marc.

Al final, dejé de resistirme y Marc me llevó donde estaba María.

Paola se fue. Marc se quedó por si acaso, pero se apartó un poco.

- Habla tranquila, yo estoy aquí por si Adriana se quiere ir.- dijo Marc.

- Gracias.- dijo María.

- Bueno, aquí esto, obligada, pero aquí estoy, venga, cuéntame.- dije.

- No quiero que estés enfadada.- dijo María.

- ¿Y cómo no quieres que lo esté?- pregunté enfadada.

- Ya… Se que hice mal, pero yo no sabía nada.- contestó María.

- No lo sabías porque no lo voy proclamando a los cuatros vientos.- dije mal humorada.

- Adriana.- dijo Marc.

- ¿Sí?- pregunté.

- Más tranquilita.- respondió Marc.

Asentí.

- Sigue contando.- dije.

- No quiero que seas mi amiga ni que me perdones. Solo quiero saber que estarás bien y que al menos, seremos conocidas.- dijo María.

- Vale.- dije.

- A lo mejor en un futuro podremos ser amigas, ¿por qué seguirás viniendo aquí de vacaciones?- preguntó María.

- Sí, seguiré viniendo. A lo mejor en un futuro…- contesté.

- Así me gusta.- dijo Marc sonriendo.

Sonreí.

- Bueno, ya no te molesto más.- dijo María sonriendo para después marcharse.

Marc se acercó.

                                 Capítulo 23

- Estoy muy orgulloso de ti.- me susurró Marc al oído.

Sonreí. Le besé. Marc me agarró de la cintura.

- Yo también estoy orgullosa de ti.- susurré.

- ¿Y eso?- preguntó Marc.

- ¿Qué pasa? ¿Una chica no puede estar orgullosa de su novio?- pregunté.

- Sí.- respondió Marc para después besarme.

- Pues ya está.- dije.

Por nuestro lado pasó un chico que me gritó:

- ¡Das pena!

Marc se fue a por él y le empezó a pegar. Por un momento, yo me quedé paralizada, pero pronto corrí hasta donde estaba Marc y le separé del chico, el chico me miró con asco.

- ¿Por qué te doy pena?- pregunté.

- Por lo que te haces.- contestó.

- ¡Más pena das tú por gritarle eso a una persona con problemas!- gritó Marc con rabia.

Mis padres, Paola, Cristina, Iker y David llegaron.

- ¿Qué ha pasado aquí?- preguntó mi padre.

Marc le contó todo.

El chico se fue y Marc le gritó:

- ¡Qué ni se te ocurra volver a gritarle eso porque te vuelvo a partir la cara!

- Eh, tranquilo.- dije y le besé.

Marc me abrazó.

- Ya está, ha pasado. No me importa lo que diga.- dije.

- Sí, te importa Adriana, te importa mucho. Te importa que los demás sientan pena por ti y eso te lastima. Te conozco demasiado bien para saberlo.- dijo Marc.

Me quedé callada.

- Si no te molestase o no te doliese no le hubiese ido a partir la cara.- dijo Marc.

Seguí callada.

- Te quedas callada porque llevo razón.- dijo Marc.

- Sí, Marc llevas razón, me molestan esas palabras, me lastiman esas palabras, pero me hace más daño que tú te comportes así.- dije llorando.

- Por favor no llores, no volveré a comportarme así.- dijo Marc.

Le dejé que me abrazase.

Volvimos al apartamento.

- ¿Os habéis quedado con su cara?- preguntó Cristina.

Mi padre asintió.

- Y como vuelva a aparecer, le voy a decir cuatro cosas.- dijo mi padre enfadado.

Nunca le había visto tan enfadado.

Domingo por la mañana:

Nos levantamos, desayunamos y nos vestimos. Algunos se ducharon. Emprendimos camino hacia Benidorm.

- ¿Has estado alguna vez en Benidorm?- preguntó Marc.

- No.- respondí.

- Pues te va a encantar.- dijo Marc.

Sonreí.

Llegamos y nos bajamos del coche.

Dimos una vuelta por Benidorm. Compramos algunos recuerdos, algunas chuches, algo de ropa y nos hicimos fotos hasta que llegamos a la playa de Benidorm.

- Se ve que Marc te quiere mucho, sino no se hubiese ido a por el chico así.- dijo Paola.

- Ya lo sé, pero no me gusta que le hubiese ido a pegar.- dije.

- ¿Por qué?- preguntó Paola.

- Porque así le estamos dando importancia y seguro que lo volverá a hacer aunque se lleve otra paliza.- respondí.

Paola se quedó callada. Sabía que yo llevaba razón.
Nos lo pasamos muy bien en la playa de Benidorm.

Volvimos al apartamento.

- ¿Vamos a bajar a la pistas?- preguntó David.

- Sí.- contestó mi madre.

Cenamos y bajamos a las pistas.

El chico estaba ahí. Marc lo vio y me agarró la mano. Pasamos por su lado. Él susurraba algo. No le hice caso. Marc estuvo a punto de girarse, pero le contuve.

- Ni caso, Marc. Así solo le daremos importancia.- dije.

Marc asintió y me sonrió.

Sonreí y le besé.

- Me encanta que seas tan espontánea y que me beses así.- dijo Marc sonriendo.

- A mi me encanta que siempre me sorprendas.- dije también sonriendo.

- ¡Patética!- gritó el chico.

Sujeté a Marc.

- Dejémosle con sus tonterías, él es más patético y solo lo hace por llamar la atención. Así que ahora, bésame y que vea que somos felices.- le dije susurrando.

Marc me besó. Sonrisa sobre sonrisa. Felicidad. Olvidamos todo y solo existíamos nosotros dos. Marc y Adriana. Nada más.

El chico se fue.

- Mira, se ha ido porque su plan no ha funcionado.- dije.

Marc sonrió.

- Eso está bien.- dijo Marc.

- Ahora vamos a hacer como si nada ha pasado. Oye, tienes el ojo hinchado.- dije.

- Será de la pelea.- dijo Marc.

- Eso hay que ponerle hielo, ven.- dije.

Le llevé donde el puesto de helados y le pedí hielos a la chica. Pagué los hielos y cogí una servilleta. Se los puse a Marc en el ojo.

- Así está mejor.-le dije a Marc.

Marc sonrió. Apartó los hielos y me besó. Sonreí.

- Sí, está muy bien que me cuides.- dijo Marc.

- Me gusta cuidarte. Eres como mi niño pequeño.- dije.

- Oye, que soy más mayor que tú por un mes.- dijo Marc.

- Sí, cuidao, me sacas menos de un mes.- dije.

      Capítulo 24

- Haber, yo los cumplo el 7 de Septiembre y tú el 3 de Octubre. Sí, efectivamente, te saco menos de un mes.- dijo Marc.

- Pues ya está. Lo que yo decía.- dije.

- ¿Ha vuelto a venir el chico ese?- preguntó mi padre.

Asentí.

Marc le contó todo.

- La próxima vez me llamáis que le tengo que decir cuatro cosas.- dijo mi padre.

- Mira, viene por ahí.- dije.

Mi padre se dirigió hacia el chico.

- Antes de decirle a mi hija que da pena o que es patética, te tragas tus palabras porque vas a tener problemas.- dijo mi padre.

- No sé de que está hablando, señor.- dijo el chico.

- Lo sabes perfectamente.- dijo mi padre.

Mi padre me señaló.

- Ah, sí, esa chica se merece todo lo que la estoy llamando.- dijo el chico.

- ¿Así que te parece bien que ella tenga problemas y se haga daño y que tú la estés insultando para hundirla más?- preguntó mi padre.

El chico se quedó callado.

- Si tuvieses un poco de cerebro no la dirías eso porque no tienes ni idea de por lo que está pasando.- dijo mi padre.

El chico siguió callado.

- Y la próxima vez que la quieras decir algo, te contienes o vas a tener muchos problemas.- dijo mi padre.

- ¿Cómo cuáles?- preguntó el chico vacilante.

- Que te voy a denunciar.- respondió mi padre.

El chico se quedó callado.

- Así que antes de decirla nada, piensa.- dijo mi padre para después marcharse.

El chico se quedó avergonzado.

Mi padre nos contó lo que había hablado con el chico.

Abracé a mi padre y le dije:

- Muchas gracias por defenderme, papá.- dije.

- No me las tienes que dar. Creo que todos los padres harían esto por sus hijos si les pasase lo mismo.- dijo mi padre.

Le abracé de nuevo con algunas lágrimas en los ojos. Él me las secó. Sonreí. Él sonrió.

- Estoy feliz, papá. Y es gracias a ti.- dije.

- Así quiero verte siempre, feliz. Te lo mereces.- dijo mi padre.

Marc me agarró de la cintura y me dio un beso en la mejilla.

- Bueno, os dejo solo.- dijo mi padre para después marcharse.

Me fijé en Paola. Estaba feliz con Iker. Eso me gustaba.

Paola e Iker se acercaron a nosotros. Les contamos todo.

David vino y me abrazó. Le di un beso en la frente.

- Pequeño, estoy bien.- dije sonriendo.

- Y eso me gusta.- dijo David.

Cristina vino y me abrazó. Mi madre también se acercó y venía toda preocupada. Ella y sus exageraciones…

- ¿Está todo bien?- preguntó mi madre.

- Sí, papá tiene mucha valentía.- contesté.

Todos sonreímos.

David se fue a las pistas a jugar con Cristina y mis padres a verles. Nos quedamos Marc, Paola, Iker y yo.

- Hacéis muy buena pareja.- dijo Marc.

Sonreí.

- Gracias.- dijeron Iker y Paola al unísono.

- Vosotros también.- dijo Paola.

Sonreímos y dijimos gracias al unísono.

Marc me abrazó de la cintura y nos quedamos así durante un buen rato hasta que mis padres dijeron que nos íbamos para arriba.

- ¿Le vas a contar a tus padres que estás saliendo con Iker?- le pregunté a Paola llegando a casa.

- Ya se lo he contado por teléfono.- respondió Paola.

- ¿Y qué te dijeron?- pregunté.

- En un principio me dijeron que era muy joven… Pero acabaron accediendo debido a que yo me merecía ser feliz.- contestó Paola.

- Me alegro.- dije sonriendo.

La abracé.

La amistad que tenía con Paola cada día se veía más reforzada debido a que nos teníamos mucha confianza. Estábamos más unidas y nos llevábamos mejor que antes.

- ¿Qué tal vas tú con tus problemas?- preguntó Paola.

- Bien, sobre llevándole.- dije.

- Ya verás como sales de esto.- dijo Paola.

- Se intentará.- dije.

- Y seguro que se logrará.- dijo Paola.

Sonreí.

Lunes por la mañana:

- ¡Todos arriba! ¡Penúltimo día de vacaciones en Alicante!- exclamó mi madre.

- ¡Nos vamos a la playa!- exclamó mi padre.

Me levanté de un salto al oír las palabras de mi padre. Paola y Cristina también se levantaron en seguida. Me dirigí a la habitación de Marc. Cuando llegué, como esta noche hacía mucho calor, él había dormido en ropa interior y cuando le quité la sábana me asusté al verle así.

- ¿Qué pasa?- preguntó Marc dormido.

Cogí una camiseta que había por ahí y unos pantalones y se los tiré.


- Tápate un poco.- dije.

- Adriana, es lo mismo que si voy con bañador.- dijo Marc.

- No, porque con el bañador no se te marca todo el tema.- dije cortada.

Marc se echó a reír.

 Capítulo 25

Le miré mal.

- Ya voy, no te preocupes, pero de mayor no querrás dejar de vérmelo.- dijo Marc.

- ¡Marc que hay niños pequeños!- grité.

David se despertó.

- ¿Qué pasa?- preguntó David.

- Nada, que nos vamos a la playa.- respondí.

David se levantó y fue donde mis padres.

- Vayas conversaciones que tenéis ya desde por la mañana.- dijo Iker para irse al salón.

Marc me cogió de la mano y me sentó en la cama.

- Ni me toques si me vas a hablar de sexo.- dije.

- Tranquila, es una cosa natural.- dijo Marc.

- Pero ahora no quiero hablar de ello.- dije.

Marc se acercó a mi y me susurró:

- Cuando te dejes, no querrás salir de la cama.- dijo Marc para después levantarse.

Me quedé asombrada.

Marc me guiñó un ojo.

¿Me había expresado sus deseos de querer hacerlo?

- Vaya cara que se te ha quedado.- dijo Marc vistiéndose.

- Si me dices eso, ¿qué cara se me va a quedar?- pregunté.

- ¿Pero te lo has creído?- preguntó Marc riéndose.

- Sí, me lo he creído.- respondí.
- Adriana, ahora somos jóvenes y yo ni siquiera estoy preparado. Así que si yo no lo estoy, nunca te haría una proposición así. Y eso es una cosa que sale natural, nunca te presionaría.- dijo Marc.

- Me encanta cuando te pones en plan sensible y comprensivo.- dije.

- Y a mi me encanta cuando te crees cosas que no son verdad.- dijo Marc haciéndome de rabiar.

Me levanté de la cama y me dirigí hacia el salón para desayunar. Marc me cogió del brazo.

- Que es broma, tonta.- dijo Marc.

Me agarró de la cintura y acercó su nariz a la mía.

- A mi me encanta cuando sonreís.- dijo Marc.

Sonreí.

- Así, muy bien.- dijo Marc.

- Ya estamos con muestras de amor desde por la mañana…- dijo Cristina.

- Cuando tú tengas novio y seas así, hablamos.- dije.

Cristina me sacó la lengua.

Desayunamos y fuimos a la playa.

- Cuando te crees todas esas cosas, pareces boba, pero eres mi boba y por eso te quiero.- dijo Marc.

Sonreí.

- Y tú eres un poco tonto, pero te quiero.- dije.

- Pero yo te quiero más.- dijo Marc.

Me agarró de la cintura y me empezó a dar besos en el cuello. Comencé a reír.

- Marc, para, por favor.- dije.

- Lo siento, pero no voy a parar porque me encanta verte reír.- dijo Marc.

- Marc, en serio, que me va a doler la tripa de tanto reír.- dije.

Marc paró.

- Pero quiero que sepas que siempre te quiero ver reír.- dijo Marc.

- Sí, ¿y sabes qué es lo mejor?- pregunté.

- A ver, dime.- dijo Marc.

- Que cada vez que vaya a reír o simplemente a sonreír, quiero que seas tú la razón.- dije con una gran sonrisa en la cara.

Marc me besó, pero en seguida se apartó.

- Oye, a una chica no se la deja a medias.- dije.

Marc me volvió a besar. Esta vez el besó duró más y fue más tierno.

Iker y Paola estaban felices. Se les notaba. Nada más que hacían que darse muestras de cariño. Se querían. Se notaba demasiado.

Narra Paola:

- Iker, yo te tengo que contar una cosa.- dije.

- Sabes perfectamente que en mi, puedes confiar.- dijo Iker.

Asentí.

- No tengas miedo Paola, sabes que te voy a ayudar.- dijo Iker.

- Lo sé, pero no es fácil para mi decir esto.- dije.

- Con mi ayuda, conseguirás decirlo.- dijo Iker.

Asentí.

- Tómate el tiempo que necesites.- dijo Iker.

- Vale.- dijo Paola.

- Ahora vamos a disfrutar y olvida lo que me tengas que decir. Ya me lo dirás en otro momento.- dijo Iker.

Me besó. Ese beso me tranquilizó. Todos sus besos me tranquilizaban. Sus palabras también.

No me creía que estuviese viviendo una historia de amor con un chico tan increíble como Iker. No me creía que esto me estuviese pasando a mi.

Sonreí.

Estuve a punto de decirle te quiero, pero creía que no era el momento adecuado. Era muy pronto todavía y no quería estropear nuestra relación.

- ¿En qué piensas?- me preguntó Iker.

- En nada.- respondí.

- Oh, vamos, Paola, te conozco muy bien. Se que piensas en algo y te preocupa.- dijo Iker mientras caminaba entre el agua.

- Sí, estaba pensando en una cosa sobre nuestra relación.- dije.

- Dímela, nada que digas va a estropear, de momento, nuestra relación.- dijo Iker.

- Pensaba en decirte te quiero, pero todavía pienso que es muy pronto.- dije.

- No te sientas presionada en decírmelo o no. Cuando llegué el momento, seré yo el primero en decírtelo.- dijo Iker.

Sonreí y le abracé.

- Bueno, ¿qué me tenías que decir?- preguntó Iker.

    Capítulo 26

- Iker, tengo una desviación en la espalda y que me causa dolores. Lo paso muy mal.- dije.

Iker me abrazó.

- Tranquila, yo te daré masajes cuando te duela y te cuidaré.- dijo Iker.

Me besó.

Sonreí.

Narra Adriana:

- Todavía me río cuando me acuerdo de lo esta mañana.- dijo Marc.

Le pegué un puñetazo en el brazo.

- Pero no te enfades, si yo te quiero.- dijo Marc.

- ¿Así? Demuéstralo.- dije.

Marc empezó a darme besos en el cuello y en los labios.

- ¿Así o quieres más?- preguntó Marc.

- Quiero más.- dije poniendo cara de súplica.

Marc siguió dándome besos y yo sonriendo. Me agarró de la cintura y empezamos a caminar un poco más adentro.

Narra Paola:

- Me duele la espalda.- dije.

- Tranquila, yo te doy un masaje.- dijo Iker.

Fuimos a las toallas y empezó a darme un masaje.

- ¿Ya estás mejor?- preguntó Iker.

- Sí, pero quiero que me sigas dando el masaje.- dije.

Iker siguió.

Me di la vuelta.

- ¿Por qué te das la vuelta?- preguntó Iker.

- Porque quiero hacer esto.- dije y le di un beso.

- Me gusta.- dijo Iker.

Nos seguimos dando besos.

Narra Adriana:

Volvimos al apartamento para descansar un rato y después íbamos a bajar a la piscina.

- Ya es el penúltimo día de estar aquí.- dijo mi padre.

- Lo sabemos, papá.- dije.

- Déjanos disfrutar.- dijo Cristina.

- Vale, vale.- dijo mi padre.

Marc me susurró algo al oído que me hizo gracia. No podía parar de reír.

- ¿Qué pasa?- preguntó Cristina.

- Que Marc me ha dicho una cosa…- contesté.

Antes de bajar a la piscina, fui a mi habitación a coger unas gafas de buceo por si acaso y Marc vino conmigo.

- Oye, ¿por qué me dijiste antes que estabas un poco salido? No será por lo que creo…- pregunté.

Marc se echó a reír.

- No, que va. Tranquila, solo que a veces los chicos somos así.- contestó Marc.

-  A las chicas también nos pasa, eh.- dije.

Marc me empujó encima de la cama. Estábamos solos en el apartamento ya que todos habían bajado…

- Marc, ¿qué haces?- pregunté.

- Asustarte.- respondió y se apartó.

Se echó a reír.

- ¡Eres un cabrón!- grité levantándome de la cama.

- No me digas eso. Si tenías una cara de estar deseándolo.- dijo Marc mientras se reía.

Le miré mal.

- ¡Eres gilipollas, Marc, gilipollas!- grité desesperada.

Marc me empezó a dar besos en el cuello.

- Que te apartes que me he enfadado.- dije.

- Boba, sabes que no te voy a presionar y que ni siquiera yo estoy preparado. Te estoy gastando una broma.-dijo Marc agarrándome del brazo.

- Lo único que te gusta hacer es hacerme de rabiar.- dije.

- Sí, me encanta.- dijo Marc sonriendo.

Le pegué una hostia, sí, una de las buenas.

- ¿Así que te gusta pegarme?- preguntó Marc.

- Sí.-contesté.

- Pues a mi me gusta besarte.- dijo Marc para después besarme.

- Es que no puedo estar enfadada contigo, no sé como lo haces, pero es que no puedo.- dije para después besarle.

- No quiero sonar prepotente ni chulo, pero es que para ti soy irresistible.- dijo Marc.

Se echó a reír.

Salí del apartamento con paso apresurado. Marc corrió detrás de mi hasta alcanzarme.

- Adriana, que es broma. No aguantes ni una broma.- dijo Marc.

- Es que no es una, Marc. Son tres o cuatro.- dije.

- Pero te encantan.- dijo Marc.

- Sí, lo reconozco, me encanta que me piques.- dije.

Marc sonrió y me besó.

- Sí, para mi eres irresistible, lo reconozco.- dije.

Marc sonrió.

- Lo sabía.- dijo Marc.

Llegamos a la piscina y les conté a mis padres lo que me había pasado con Marc. Mi padre le miró mal. Mi madre solo podía reírse.

- A mi no me hace gracia, Irene.- dijo mi padre.

- A mi sí, Gonzalo.- dijo mi madre.

   Capítulo 27

Me tumbé en la toalla. Marc empezó a darme un masaje.

- ¿Esto por qué?- pregunté.

- Para que te relajes y descanses.- respondió Marc.

- Me parece bien.- dije.

- ¿Has hablado con tu tío o algo?- preguntó Marc.

Llevaba casi una semana sin hablar con él y en ese momento, me sentí mal al saber que no había hablado con él. Mis ojos empezaron a aguarse.

- ¿Qué pasa?- preguntó Marc.

- Que llevo casi una semana sin hablar con él y me siento mal.- contesté.

- No estés así. Antes de que te vayas a Galicia a disfrutar de las vacaciones familiares, ve a verle y le das un montón de besos y abrazos.- dijo Marc.

- Eso es lo que tenía pensando.- dije.

- Pues ya está. No estés mal.- dijo Marc.

Sonreí.

- Muchas gracias por hacerme feliz.- dije y le abracé.

- No es nada.- dijo Marc.

Volvimos al apartamento:

Cenamos y nos fuimos a dormir.

Martes por la mañana:

Me levanté y me dirigí hacia la habitación de Marc.

- Buenos días, cielo.- dije y le di un beso.

- Se nota que hoy estás feliz.- dijo Marc.

- Lo estoy porque te tengo a ti.- dije.

Marc me besó. Sonreí.

Desayunamos y bajamos a la piscina. Íbamos a pasar todo el día allí y comeríamos allí, unos bocadillos.

Nos sentamos en las toallas. Yo puse mi cabeza detrás de la de Marc y le di un beso en el cuello. Estuvimos un rato así. Él me tenía cogida por la cintura. Yo no paraba de sonreír.

- Ahora todos los días tengo una razón para levantarme y acostarme sonriendo.- le susurré al oído.

Marc sonrió y me dio un beso en la mejilla.

Narra Paola:

Estábamos en la toallas. Iker y yo nos estábamos abrazados. Los dos sonreímos. Iker me susurró al oído:

- Deberías estar siempre así de feliz.

- Lo sé, pero me preocupó demasiado por Adriana.- dije susurrando.

- Ella ahora está bien.- dijo Iker todavía susurrando.

Narra Adriana:

- ¿Qué tal va tu cicatriz?- preguntó Marc.

- Se va curando.- contesté.

- Quiero verla.- dijo Marc.

Giré mi brazo lentamente para que nadie más la viese.

- Ya casi no se ve. Está bastante curada. Quiero que no se vuelva a abrir.- dijo Marc.

- No se volverá a abrir o eso espero.- dije.

Marc me miró y rozó las yemas de sus dedos con mi cicatriz, me susurró:

- No se volverá a abrir, yo estoy aquí para impedirlo.

Dejé de mirar sus dedos contra mi muñeca y le miré a él, a la cara. Sonreí. No pude pronunciar palabra.

- ¿El chico que te quiso violar volvió a aparecer?- preguntó Marc.

- No.- respondí.

- Pues espero que no vuelva a aparecer.- dijo Marc.

- ¿Y tu madre qué tal lleva el embarazo?- pregunté.

- Bastante bien.- contestó Marc.

- ¿De cuánto está?- pregunté.

- De tres meses.- respondió Marc.

- Entonces, lo tendrá en Enero.- dije.

Marc asintió.

- Esperemos que todo vaya bien.- dijo Marc.

- Seguro que todo va bien, Marc. A ti se te ve muy ilusionado.- dije.

- Lo estoy.- dijo Marc con una gran sonrisa en la cara.

Nos bañamos un rato y volvimos al apartamento.

Miércoles por la mañana:

Nos levantamos. Volvíamos a Madrid. Estaríamos un día ahí, yo lo aprovecharía para ir a ver a mi tío y al día siguiente. Cada uno a su destino para disfrutar de sus vacaciones familiares. Llegamos a Madrid.

Nada más bajar del coche, me fui a casa de mi tío.

- ¿Dónde vas?- preguntó mi padre.

- A casa del tío.- contesté.

Mi tío no vivía muy lejos, pero tampoco muy cerca. Tenía que caminar durante un rato, unos 15 o 20 min. Desde un lado del pueblo, al otro.

- ¡Espera!- gritó una voz por detrás de mi.

Me giré, era Cristina.

- Voy contigo.- dijo Cristina.

Sonreí. Seguimos caminando. Llegamos a casa de mi tío. Mi tía había estado llorando, entramos.

- ¿Qué ha pasado, tía Carmen?- preguntó Cristina.

Yo no podía pronunciar palabra.

- Está en el baño.- respondió mi tía con la voz entrecortada.

Nos dirigimos al baño y allí… estaba… no me lo podía creer… no podía ser verdad…

Empecé a llorar. Cristina también empezó a llorar.

- ¿Cuándo ha pasado?- preguntó Cristina casi sin habla.

- Se fue a duchar, tardaba mucho, entré y… estaba así.- contestó mi tía.