lunes, 15 de julio de 2013

       
                                                      Es inevitable


                                     Capítulo 28

- ¿Ha venido ya alguien?- preguntó Cristina.

- Sí, me han dicho que seguro que ha sido por el sida.- respondió mi tía.

- ¿Dónde están?- preguntó Cristina.

- Arriba, mirando los medicamentos del tío.- contestó mi tía.

Vi una cuchilla que tenía mi tío de afeitar, la cogí y me dirigí al otro baño sin que mi tía se diese cuenta. Puse la cuchilla sobre mi muñeca. Justamente sobre mi cicatriz. Recordé las yemas de los dedos de Marc sobre mi muñeca, pero no me importó. Algunas lágrimas cayeron por mi rostro. En mi mente ahora aparecía solo la imagen de mi tío y yo con la cuchilla. Solté la cuchilla. Recordé que yo traía una pequeña y más afilada en el bolsillo del pantalón. La cogí. La apoyé donde estaba la otra y la deslicé soltando un grito y más lágrimas cayeron por mi rostro que se juntaron con las gotas de sangre. Pensé en Marc. Ya no iba a estar orgulloso de mi. Le había decepcionado.

- ¿Qué ha pasado?- gritó mi hermana desesperada mientras que bajaba apresuradamente la escalera.

Mi tía no dijo nada. Mi hermana abrió la puerta del baño donde yo me encontraba y me vio a mi sentada en el suelo. Llorando. Con un corte. Con sangre.

- No… Adriana.- dijo mi hermana.

Mi hermana llamó por teléfono. Me imaginé que llamaba a Marc. Mi tía me sentó en una silla y me mojó el brazo. Empezó a curarme. Los señores que estaban arriba se llevaron el cuerpo de mi tío mientras que nos daban el pésame. Yo solo dije:

- Adiós tío, seguro que pronto te veré en el cielo.

Lo dije llorando.

- ¿Cómo que pronto le vas a ver?- preguntó mi tía.

- No lo digas ni en broma, Adriana. Tú vas a salir de esto.- dijo Cristina.

Alguien llamó al timbre. Abrieron y era Marc. Marc no traía cara de decepción como otras veces, esta vez la traía de preocupación. Me miró y se acercó a mi. Se agachó y me dijo:

- Adriana, esta no es la solución.

Asentí.

- ¿Estás decepcionado?- pregunté con miedo a la respuesta.

- No, estoy preocupado.- respondió Marc.

Le abracé.

- No puede despedirme de él, Marc.- dije con la voz entrecortada.

- Lo siento.- susurró Marc.

- No es culpa tuya, no lo sientas.- dije.

- Adriana, necesitas que un psicólogo hable contigo. He llamado a Alexa y se encontraba en Madrid, ha venido a hablar contigo.- dijo Marc.

Alexa entró por la puerta.

- Hola.- me saludó alegremente.

- Hola.- dije yo.

Le conté todo lo que me había pasado durante estos días. Desde el primer día de vacaciones hasta hoy. Hacía una semana y un día que no nos veíamos.

- Adriana, pero hacerte daño no es la solución.- dijo Alexa.

- Lo sé.- dije.

- Entonces, si lo sabes, ¿por qué lo haces?- preguntó Alexa.

- Porque no tengo otra forma de desahogarme.- respondí.

- Busca otra forma. Prueba a hablar con alguien, a saltar, llorar… Pero nunca, jamás, te hagas daño, por favor.- dijo Alexa con un tono dulce.

Asentí.

Alexa se marchó.

Jueves por la mañana:

Nos levantamos. Desayunamos. Nos pusimos en marcha hacia Galicia. A pesar de como yo me encontraba, íbamos a irnos de vacaciones para que yo me despejara. Cuando llegamos, lo primero que hice fue tumbarme en la cama a descansar.

Me puse a pensar en Marc. En su sonrisa. En sus labios. En sus ojos verdes. En esos ojos en los cuales siempre me perdía. En su rostro. En sus palabras. Esas palabras tan sinceras. En sus bromas. En sus tonterías. En su actitud conmigo. En ese momento en el cual pegó a ese chico por mi. En sus caricias. En sus besos. En sus abrazos. En su preocupación por mi. En todo. Por un momento, pensé que no me merecía estar con Marc, pero en seguida cambié de opinión. Si no me merecía estar con él, el destino ya nos habría separado y entonces, ahí me di cuenta de que yo le merecía y que él me merecía. Me di cuenta de que le quiera muchísimo. En mi rostro apareció una sonrisa, sí, una de esas sonrisas que si te la ve alguien, te sientes estúpida.

Narra Marc:

Estaba tumbado en la cama, pensando en Adriana. Pensaba en todo lo que me había pasado con ella. En como era ella. Tanto de aspecto físico como su personalidad. Sonreí. Una sonrisa de esas en las que pareces bobo o incluso, estúpido.

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