miércoles, 17 de julio de 2013


                          Es inevitable
                 
                                      Capítulo 31

- De morir.- pronunció al fin Marc.

- Lo extraño es que no te hayas desmayado antes.- dijo mi madre entre lágrimas.

Yo no podía pronunciar palabra. ¿Me iba a morir? No, ahora no. No quiero morir ahora. Ya estaba saliendo de esta mierda y me tenía que tocar esto.

- Marc nos contó lo del cementerio. Muy bien.- dijo Cristina con algunas lágrimas en los ojos.

No pude ni siquiera sonreír.

Marc me abrazó fuertemente. Yo también le abracé.

- David, ven aquí.- dije al fin.

David se acercó sin decir nada.

- No me voy a ir, pequeño. Voy a salir de esto, no llores.- dije.

David siguió callado. Le abracé.

- Ya verás como me pongo bien y podremos jugar y ver al Depor, ¿sí?- dije.

David me abrazó mientras algunas lágrimas caían por su rostro. Se las sequé.

- Ponte buena, Adriana, por favor.- dijo David susurrando.

Le abracé más fuerte.

Vino el doctor y me dije que descansase.

Todos se fueron, excepto, Marc y mi madre que se quedaron conmigo. Marc me tenía cogida de la mano. Me encontraba mal y le dije débilmente a Marc:

- Marc, llama al doctor, no me encuentro muy bien.

- Voy yo.- dijo Marc mirando a mi madre y lléndose rápido.

Mi madre se quedó conmigo. Me agarró la mano. Empecé a cerrar los ojos.

- No cierres los ojos, hija. Aguanta.- dijo mi madre.

Intenté mantener los ojos abiertos hasta que llegase el doctor. Marc vino con el doctor. Sonreí al verle. Marc me agarró la otra mano que tenía suelta.

- Ya no hay nada que hacer. Despídanse de ella.- dijo el doctor.

Yo no entendía nada. Llegaron Cristina, David, mi padre, Paola e Iker. Todos lloraban. Por mi rostro también caían algunas lágrimas.

- Te quiero, hermana. Te quiero mucho.- dijo David.

Marc me besó la mano. Cada vez estaba más mareada y veía más borroso.

- Adriana, te quiero.- dijo Paola mientras me abrazaba. No fue un abrazo muy fuerte.

- Te queremos.- dijeron mis padres al unísono.

Cristina me besó las cicatrices y me dijo llorando:

- Lo intentaste. Estabas a punto de salir, pero a veces las cosas no salen bien. Te quiero.

Iker me dio un beso en la mejilla. Era el turno de Marc, me dio un beso en los labios. Su último beso. Cada vez veía más borroso y me sentía más débil. ¿Estaba muriendo?

- No se lo que me pasa, creo que estoy muriendo. Casi no tengo fuerzas para hablar, lo podéis notar en mi voz. Solo quiero que sigáis vuestras vidas y que yo estaré bien. Creo que iré donde esta el tío y la abuela. Os quiero.- dije.

Tras pronunciar esas palabras, Marc me agarró más fuerte la mano y sentí como mi cabeza se iba. Oí un pitido. ¿Mi corazón estaba fallando? Yo no quería irme de aquí. Los médicos vinieron. Intentaban reanimarme. ¿Por qué no lo intentaron antes? ¿Por qué aquel médico dijo que no había nada que hacer y estos médicos intentaban reanimarme?

- Apártense.- dijo una enfermera.

- Todavía hay una oportunidad.- dijo otra enfermera.

- ¿Y por qué no lo habéis intentado antes?- gritó desesperada mi madre.

Las enfermeras los echaban poco a poco de la habitación.

- Marc, haz tu vida. Quiero verte feliz.- dije débilmente.

- Adriana, no malgastes fuerzas, resérvelas para salir de eso.- gritó Marc desde fuera de la habitación.

Las enfermeras les hicieron guardar silencio.

Cada vez me sentía más muerta. Oí otra vez ese pitido. ¿Me estaba muriendo? ¿Me estaba yendo? Fuera de la habitación, todos lloraban. No podía ver a David así. Quería levantarme, pero los médicos y el dolor me lo impedían.

- Adriana, ¿me oyes?- preguntó un médico.

Asentí.

- ¿Puedes decirlo?- preguntó el mismo médico.

- Sí.- contesté débilmente.

- Cada vez su corazón late más fuerte.- dijo otro médico.

Sonreí.

Otra vez el pitido y esta vez permaneció durante un rato. Ya no oía nada, tampoco veía. Sentía que flotaba. Mi cabeza ya no daba vueltas. El pitido había desaparecido. Pasado un rato, escuché unos lamentos y a gente llorando, pero sonaba muy lejano. ¿Eran mi familia, mis amigos y mi novio? ¿Yo estaba muerta?  ¿Eran ellos los que lloraban y se lamentaban? Alguien posó la mano sobre mi hombre. Me giré y vi que era mi tío. Sonreí.

- Vamos, te voy a llevar con los ángeles.- dijo.

Sonreí. Empecé a caminar agarrada de su mano.

- ¿Esos que lloran son mi familia, amigos y Marc?- pregunté.

- Sí.- respondió mi tío.

- ¿Lloran porque yo estoy muerta?- pregunté.

- Sí, lloran y se lamentan como tú el día que yo me había ido, pero ellos no se hacen daño como tú. - contestó mi tío.

- ¿No hay alguna manera de decirles que yo estaré bien, que no se preocupen, que sigan adelante y que no se hagan daño?- pregunté.

- No, no hay ninguna.- respondió mi tío apenado.

Yo le miré apenada. Pensé que les cuidaría desde el cielo y les mandaría fuerzas.
Mi tío me agarró más fuerte la mano.

- Les cuidaré desde el cielo.- dije.

- Me parece bien.- dijo mi tío sonriendo.

Vi a mi abuela y me abracé a ella. Llevaba tanto tiempo sin verla…

Narra Marc:

Llegué a la tumba de Adriana. Venía solo como todos los viernes al salir del colegio. Dejé la mochila.

- Adriana, han pasado ya dos años de tu muerte y yo sigo siendo fuerte. Como ves mis brazos no tienen ni un rasguño y nunca lo han tenido. Espero que estés bien junto con tu tío y tu abuela. Todavía me acuerdo de cuando te di el último beso, fue cuando estabas muriendo. También, recuerdo tus palabras. Todas las que nos dijiste y cada gesto que hiciste. También, te recuerdo sonriendo. Ese es mi recuerdo favorito. Recuerdo todos nuestros momentos, tanto buenos como malos. Todos nuestros besos y abrazos. Todavía no he encontrado a una chica con la que salir que sea como tú y creo que jamás la encontraré. No hay nadie como tú, pero si habrá alguna chica parecida y podré ser feliz junto a ella.- dije.

Sonreí.

- El próximo viernes, vengo. Este viernes es tu cumple, ya haces 18 años. Que grande te estás haciendo.- dije.

Besé la tumba y dejé las dos rosas que a ella siempre le traía su tío por su cumpleaños.

- Este viernes, te traigo dos más.- dije.

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