jueves, 5 de septiembre de 2013


                                 No es un adiós

                                              Capítulo 10

Una mujer baja, de pelo negro y con ojos azules abrió la puerta. Aarón le dio dos besos en la mejilla.

- ¡Ya estáis aquí!- exclamó ella.

- Sí, mamá. Ella es Mireia.- dijo Aarón con una sonrisa.

- Encantada.- dije dándole dos besos en la mejilla.

- Igualmente.- respondió ella con una grandísima sonrisa. Se parecía a la de Aarón. Los ojos que ella tenía, eran los mismo que los de Aarón. También, era bajito como su madre.

Al entrar vi a su padre. Un hombre alto, pero no demasiado, fuerte, con el pelo rubio y los ojos verdes. El color de pelo de Aarón era de su padre.

- Encantado.- dijo él dándome dos besos.

- Igualmente.- dije yo.

Aarón tenía una gran sonrisa en la cara. Él estaba feliz y si él estaba feliz, yo también.

Cenamos. Un entrecot buenísimo que hizo su madre con unas patatas al horno y algún que otro pimiento. También, tomé una copita de vino. Después, de una larga charla, decidimos volver a casa.

- Encantada Nora y Javier.- dije despidiéndome.

Cuando llegamos a casa:

- Los ojos, la estatura y la sonrisa es de tu madre. El pelo y el resto de la cara es de tu padre. Eres una mezcla de ellos dos.- dije.

Aarón rió.

- Tienes razón, todo el mundo que nos ve, lo dice.- dijo.

- Por cierto, ¿por qué no ha podido estar tu hermana Lucía?- pregunté.

- Ella no vive en Madrid, vive en Sevilla y no ha podido venir.- respondió él apenado.

- No pasa nada, seguro que pronto la verás.- dije.

- ¿Te quedas esta noche a dormir?- preguntó Aarón.

- ¿Qué pasa? ¿Quieres que volvamos a revolvernos en las sábanas?- pregunté.

- Puede.- contestó Aarón.

- Pues no, estoy cansada. Así que hay te quedas con el calentón.- dije entrando en mi casa.

A Aarón se le quedó una cara. Yo no podía nada más que reírme.

- ¡Cabrona!- gritó Aarón.

Yo solo podía reírme.
Eran las 00:30 o así. Aarón se había ido a dormir ya, yo entré en su casa y vi que se había dado una ducha para despejarse. Una sonrisilla asomó en mi cara. Me dirigí a su habitación sin hacer mucho ruido. Entré y me deslicé hasta la cama. Me quité la ropa y me puse encima de él. Él se despertó y se llevó un susto.

- ¿Qué haces aquí y así?- preguntó.

- Satisfacer tus necesidades y las mías.- respondí con una sonrisilla.

- Sí, claro, después de que me haya dado una ducha.- dijo.

- Venga, no te hagas el estrecho. Si se te acaba de marcar el tema.- dije.

Aarón se empezó a reír.

- Eres un poco cabrona y estás bastante loca.- dijo.

- Sí, soy cabrona lo admito. Y sí, estoy loca, loca por ti.- dije.

Aarón rió.

- Sí, sí.- dijo.

Solté una carcajada. Aarón me agarró por la cintura.

- Es que no me puedo controlar teniendo una chica tan guapa encima de mí y desnuda.- dijo.

Aarón empezó a darme besos en el cuello, y entre más besos, caricias y muestras de cariño, su habitación, sobre todo su cama se inundó de pasión y dulzura.

Por la mañana:

- Buenos días a mi loca.- dijo Aarón dándome un beso en la mejilla.

- Buenos días a mi salidillo.- dije sonriendo.

Él se rió.

- Gracias por esta noche de amor y pasión.- dijo Aarón.

- No es nada, a mi también me gusta.- dijo con una sonrisilla.

- Claro que te gustan. No hay más que verte.- dijo Aarón riendo.

- Y después soy yo la cabrona.- dije dándole una bofetada en la cara.

- ¡Au! Eso dolió.- dijo él quejándose.

- Te lo mereces.- dije.

- Yo ayer no te di porque no quisieses hacerlo y después, vienes pidiéndolo, así que no me des.- dijo Aarón.

- Vale, vale. Pero te lo merecías.- dije.

Y antes de que dijese algo más le besé. Le besé buscando cariño y comprensión. Le besé buscando algo más que un simple beso. Le besé buscando sus labios y la pasión. Y de nuevo, entre besos, caricias y más muestras de cariño, nos perdimos.

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