Un nuevo mundo
*Esta es una pequeña historia que he hecho ya que estoy tardando mucho con mis otras novelas. Lo siento. Tengo dos en marcha, una a ver si ya la acabo y la otra la tengo empezada y me tiraré muuucho tiempo en ella. Espero que esta pequeña historia guste.*
La joven rubia estaba sentada mirando el predicto. No podía creer lo que veían sus ojos. Dos líneas rosas. Eso significaba que estaba embarazada. Solo tenía 16 años y se enfrentaba a un nuevo mundo lleno de inquietudes, nervios, desconcierto y tener que cuidar de una pequeña personita porque si algo tenía claro aquella chica rubia de ojos azules a la que tanto admiraban todos los chicos del instituto era que no iba a abortar. Aunque tuviese que abandonar sus estudios, el puesto de animadora en el instituto, que su cuerpo cambiase, pero lo iba a dar todo por esa pequeña personita que llevaba en su vientre.
- Alan.- dijo ella en un susurro, pensando en su novio.
¿Cómo se lo iba a tomar él? Siempre ha sido tolerante, a pesar de todas las cosas que han pasado, de todos los cambios que ha habido en su relación, pero este cambio es demasiado grande. No estaba segura de que si el quería ser padre.
Los ojos azules de la chica se aguaron.
- No pienso llorar.- dijo ella en otro susurro y rápidamente secó las lágrimas que amenazaban con salir.
- ¡Grace!- exclamó Alan llegando al parque donde ella le había citado para poder hablar.
- Necesito contarte algo, Alan.- dijo Grace.
- No me asustes.- dijo Alan.
- Es algo muy serio, Alan. Yo… estoy embarazada.- a penas pudo pronunciar la última palabra por culpa de su llanto.
- ¿Y crees que es mío?- la acusó él.
- Alan, no he estado con nadie más.- dijo ella temblorosa.
Las lágrimas amenazaban con volver a salir.
- ¡No te creo, Grace! ¡No te creo!- gritó él desesperado.
- Alan, yo te quiero. No he estado con nadie más.- dijo ella.
Las lágrimas brotaban una tras otra de sus ojos.
- Grace, hemos terminado.- dijo él marchándose del lugar.
Y ella se quedó allí. Con el dolor de su corazón y las lágrimas ahogándola poco a poco. No se lo podía creer. El chico de sus sueños, el chico en el que había depositado todas sus esperanza e ilusiones, aquel en el que había confiado y creído siempre, el que había estado allí para todo y siempre, el que había compartido tristezas y alegrías con ella, aquel que había sonreído y llorado con ella, no creía en ella, la dejaba, se marchaba y sabía que él era de los que no cambiaban de decisiones y que ya no quedaría nada del amor que una vez los dos habían sentido, si es que alguna vez Alan sintió algo por ella.
Ella le había amado como nunca antes había amado a nadie. De forma sincera y pura, de corazón, lo había dado todo por él para que ahora todo acabase de repente de la noche a la mañana por un bebé, pero era su bebé y no quería recuperar nada ya con Alan, ahora su nueva vida era su pequeño.
Tras dos años de su ruptura con Alan, Grace se encontraba en el mismo parque en el cual le dijo a Alan que estaba embarazada, pero esta vez jugando con su hija Amanda.
A lo lejos, divisó una figura. Era un chico. Alto, moreno, con los ojos verdes, era… ¡Alan! Estaba aquí después de que se hubiese marchado de la ciudad. Y no iba solo, iba acompañado de una mujer de 18 años al igual que él, rubia y con ojos verdes, algo más claro que los de él. Alan llevaba en brazos a un pequeño bebé, de solo unos meses.
No podía creer lo que veían sus ojos. ¡Él había sido padre y con otra chica después de haberla dejado!
No le había olvidado en todo este tiempo, pero ahora había decidido que Alan era su pasado, que lo único que le uniría a él a partir de ahora era Amanda, ya no sentía nada hacia él, ni siquiera odio ni asco. Absolutamente nada. Él ya no se merecía ningún sentimiento por parte de ella.
Cogió a Amanda en brazos y comenzó a caminar dejando atrás todo el pasado, los buenos recuerdos y los malos. La ruptura y todo aquello que había pasado con él. Ahora Amanda era su presente y su futuro.
Ella había perdido todas las esperanzas en el amor. Ya no creería más en el amor de pareja, ella iba a creer en otro tipo de amor, el amor de madre e hija.
No quería volver a saber nada más de él ni de lo que le pasaba así que puso rumbo a España para comenzar una nueva vida con su pequeña.
Cuando Amanda tenía 14 años, un nuevo niño entró en su curso, él era moreno y con los ojos verdes, ella era una niña rubia y con ojos azules, era clavada a mi y ese niño me recordaba al padre de Amanda, pero no podía ser, él se había quedado en Estados Unidos.
- Alan es hora de irse a casa.- dijo una mujer de unos treinta años.
Le recordaba a alguien. Al lado de una mujer estaba un chico moreno con los ojos verdes, ¡no podía ser! Alan estaba allí.
- Grace.- dijo Alan acercándose a ella.- Veo que Amanda es clavada a ti, me alegro de que os vaya bien. Recibí tu mensaje de que ibas a seguir con el embarazado y de que era una niña, que su nombre era Amanda y todas las fotos. Siento haber sido un cobarde.- dijo él.- De verdad lo siento, Grace. Era un inmaduro.-dijo con lágrimas en los ojos.
- Jugaste conmigo y te odié después de haberte amado tanto, pero a pesar de todo lo que sufrí, la depresión durante el embarazo, no te olvidé y todo cambió cuando nació Amanda porque me hizo ser feliz de golpe. Te vi hace 12 años en el mismo parque en el que te di la noticia, ibas con esa misma mujer y ese pequeño, formaste una familia después de dos años de nuestra ruptura. Me abandonaste porque no querías reconocer que era tu hija, pero no te voy a recriminar nada porque realmente éramos muy jóvenes y no estábamos preparados. Yo tuve que madurar de golpe para cuidar de mi pequeña, pero no me arrepiento de nada, ni de ella, ni de nuestro amor, hay cosas en la vida que nos hacen madurar y creo que yo necesitaba madurar y esto me hizo madurar, veo que tú tardaste un poco más y que cuando dejaste embarazada a esa chica, no la abandonaste. Ella tuvo suerte de que madurases.- dijo ella mientras que las lágrimas resbalan por sus mejillas, hizo una pausa para poder recuperar el habla.- Ahora creo que es mejor que cada uno tome su camino.- dijo ella alejándose con su pequeña.
Y la vida es así, un día te quieren, al otro no. Hay decepciones y lágrimas, pero también hay buenos momentos y sonrisas, y no hay nada mejor que no guardar rencor.
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