Eres la suerte de mi vida
Capítulo 10
Llegó el domingo y el Borussia de Dortmund jugó un
partido de liga contra el Schalke 04. Fui a ver a Erik jugar, él era defensa,
jugó bien, mantuvo a los delanteros del Schalke a raya, el Borussia ganó 1-0,
un marcador muy justo, pero que le permitía que se quedarán tres puntos en
casa.
-¡Qué bien has jugado, Erik!- grité abrazándome a él.
Él sonrió y me guiñó un ojo.
-Como me estabas mirando, sabía que tenía que jugar
bien para que estuvieses orgullosa.
Reí y le di un beso en la mejilla.
Nuestras reacciones ahora habían sido raras, parecíamos
pareja cuando solo éramos amigos que se acostaban de vez en cuando.
-Esto ha sido raro.-dije yo.
-Recuerda lo que somos.-dijo él.
-Sé perfectamente lo que somos y que no hay nada más.
-Bueno, no te vayas a ilusionar.
- ¿Qué pasa? ¿Tú no tienes sentimientos o qué?- le
reproché.
-Sí, sí que los tengo, pero sé perfectamente lo que
siento y no siento nada más que una amistad.
- Te recuerdo que él que me hace la cena y me trata
como una novia en ciertas ocasiones eres tú.- Y tras esto me marché enfadada.
No sabía por qué él había dicho que no me ilusionase si
yo no sentía nada y nunca iba a sentir nada, tenía muy claro mis sentimientos.
Narra Erik:
Ella me gustaba, pero sabía que lo nuestro era
imposible. Yo a ella no le gustaba, lo nuestro solo era sexo y sabía que tenía
que comportarme como el típico orgulloso e idiota que tiene que hacer que la
tía no se ilusione porque por mucho que la quiera, sé que la haré daño si ella
se enamora de mí porque soy un mujeriego, soy todo lo contrario a lo que ella
se merece.
Decidí dormirme pronto, estaba cansado. Mañana le
llevaría las cosas que se había dejado Clarissa a su casa porque se había
marchado enfadada y había dejado todo en mi casa.
Narra Clarissa:
Era muy temprano cuando abrí la puerta, aún estaba en
pijama, despeinada y con las legañas en los ojos.
-¿Qué haces aquí?- le pregunté a Erik con un tono en el
que se podía notar cierta molestia.
-Te traigo las cosas que has dejado en mi casa, no te
las llevaste ayer porque como te fuiste enfadada.- respondió él pasando a mi
casa y dejando algunas bolsas con mis cosas dentro.
-Gracias, ni me acordaba.- dije intentando sonar
amable, me arrepentía de haberle tratado como le había tratado.
-Bueno, creo que tú ya no quieres saber nada de mí así
que creo que lo mejor es que nos distanciemos si vamos a hacernos daño.- dijo
él.
Sus palabras me dolieron, no sabía por qué, me dolía
que ahora quisiese alejarse de mí.
-Si así lo quieres…- lo dije con la intención de que no
quisiera, de que aún quisiera mantener relaciones conmigo.
-No sé si es lo que quiero, pero creo que es lo mejor.-
dijo él tajante.
Asentí con la cabeza, nos dimos dos besos y le vi
marcharse. Aquí había acabado esta aventura y no sé por qué, pero dolía, dolía
más de lo que yo creí que iba a doler.
Narra Erik:
Iba conduciendo mientras que las lágrimas se escapaban
de mis ojos, no lo podía soportar, la quería más de lo que creía, pero sé que
no la merezco, ella no me merece, sí, me estoy infravalorando, pero es la
verdad, soy un mujeriego, siempre hago daño a las personas que quiero y hago
que acaben alejándose de mí por miedo a que las vuelva a dañar, soy así y no
cambiaré nunca.
Tuve que aparcar el coche, mi vista se había nublado,
no podía seguir conduciendo, pegué un golpe al volante y grité, la
desesperación me podía, el amor dolía.
Narra Clarissa:
Me tiré al sofá, no podía dormir aunque ayer me había
acostado tarde y Erik me había despertado bien temprano. Un cosquilleo recorría
mi estómago, me tomé una tila y acabé devolviéndola, no toleraba nada. Estaba
nerviosa, no lo entendía. No le quiero me repetía, ¿pero era
autoconvencimiento? ¿En verdad le quería?
Pasaron las horas, los días, una semana… Quería llamarle,
quería buscarle y decirle que esto era una tontería, que nos habíamos
equivocado.
Narra Erik:
Quería llamarla, decirle que había sido una locura, que
había sido un tonto, pero ella estaría enfadada o haciendo su vida ya porque no
le gustaba y yo le daba igual.
Hummels me dijo que nos fuésemos de fiesta, que así se
me pasaría, él era un gran amigo y siempre estaba ahí para ayudarme, pero por
más mujeres con las que me acostase, por más mujeres que conociese, por más
mujeres con las que ligase, no podía olvidarla, ella era la única que podía
hacerme sentir bien, aquella que sabía cosas de mí y las había aceptado, pero
esta era la parte que no conocía y que jamás me perdonaría, sabía que la iba a
hacer daño y me convencía que tenía que olvidarla, que no seríamos nada.
¡Imbécil!- me gritaba una y otra vez.
Empecé a pegar puñetazos a la pared, a gritar con
rabia.
Erik deja de ser así,
eres un imbécil.- me dije a mí mismo y caí al suelo empapado en lágrimas
preguntándome por qué el amor dolía tanto.
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